El texto
Chinchón era una fiesta
José Ramón Márquez
El Festival de Chinchón. Acude menos público que otros años porque en el cartel no están puestos los figurones y, a cambio, el organizador, que, según me dicen, es el ganadero Zacarías Moreno, compone un cartel de lo más interesante para este subgénero al que llamamos ‘los aficionados’. Luego, como a veces ocurre, hay puesto un papel en la taquilla anunciando sustituciones, y ahí nos enteramos de que nos han cambiado de rejoneador y de que han puesto a Fernando Robleño en lugar de Eduardo Saldívar. Se lidian cuatreños de Daniel Ruiz.
Diego Urdiales no se decide en su toro a dar el paso hacia adelante. Presenta su toreo de corte clásico que tantas expectativas generó, pero es remiso a completar su proposición a base de ganar la posición al toro y de meterse en el viaje. Saca muletazos hermosos y templados, que el danielruiz no se come a nadie, pero opta de forma obsesiva en andar al hilo y echando la pata atrás. Es una lástima, porque el toro es de condición tonta y le habría permitido a su matador hacernos un regalito con el que soñar en las tardes de invierno. De alguna manera este Urdiales de Chinchón es la confirmación de los augurios menos halagüeños, de su condición de torero de muchas tardes de arena y pocas de cal.
El segundo danielruiz le correspondió a Fernando Robleño, que venía de despachar la de Prieto de la Cal en Zaragoza, un respeto. Con Robleño cerramos el ciclo de esta temporada: le vimos en Valdemorillo con peñajaras en la primera corrida a la que asistimos este año y ahora en ésta que, con toda certeza, será la última, le hemos vuelto a tener en el cartel; entremedias le tuvimos en Madrid con la corrida de la temporada en Las Ventas, la de José Escolar, y con una tremenda corrida de Carriquiri el día 2 de mayo. Con esas credenciales se puede uno imaginar que Robleño ni se despeina con estos de Daniel Ruiz. Estuvo sobrado con su toro y algo frío. Acaso le faltó soltarse, olvidarse de las preocupaciones y disponerse a disfrutar de la soleada tarde, para que su toreo hubiese tenido algo más de chispa. Estuvo correcto y mató de una estocada de ejecución perfecta que, por esas cosas que pasan, quedó un poco desprendida.
Matías Tejela se encargó del tercer toro. A diferencia de los que le habían precedido, que se miran más en los modelos clásicos, Tejela trajo su estilo de toreo contemporáneo, ese que se basa en tener al toro en movimiento de acá para allá. En seguida se notó que ni con este toro tan bobalicón el matador estaba interesado en presentar otro estilo un poco diferente. Hizo lo de siempre y, como siempre, no sirvió.
El castaño cuarto le tocó en suerte a David Mora y le sirvió para demostrar que está en racha y que además está toreando muy bien. Mora aprovechó la pastueña condición del toro para lucirle, darle distancia y torearle con gracia, sin agobios y con gusto por los dos pitones. Las series por la izquierda fueron de gran encaje y verdad y los muletazos en redondo, largos, templados y dominadores. Mucho mando en el torero, más incluso del que el toro demandaba, que lo echó al suelo de someterle y de bajarle la mano. Muy bien, sin matices.
El novillero mexicano Brandon Campos trajo desparpajo con el capote y muchas ganas de torear. Estuvo mal con el estoque.
La plaza
El paseillo
El boleto*
*(NP) Nosotros Pagamos
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