Simpatizantes del ex Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez sostienen el ataúd que contiene sus restos mortales, durante su funeral en Caracas, el 5 de octubre de 2011. Pérez fue elegido mandatario de los venezolanos en 1974 y 1989. Pérez murió en el exilio a los 88 años víctima de un infarto, el 25 de diciembre de 2010.
EN HOMENAJE A CARLOS ANDRÉS PEREZ
Fortunato González Cruz
Por la calle real
Mérida (Venezuela) 10/10/2011
La figura de Carlos Andrés Pérez se crecerá con los años. Lo conocí en casa de don Luís Jugo Amador en un almuerzo íntimo en tiempos del cuatricentenario de la ciudad de San Cristóbal y volví a conversar con el cuando, muchos años después, en compañía de Claudio Fermín, fuimos a hablarle sobre las angustias presupuestarias de los Municipios. El entonces Alcalde de Caracas era presidente de AVECI y yo Alcalde de Mérida y vicepresidente de esa organización municipal. Recuerdo que entró al despacho de Miraflores un ministro y le dijo que tenía unos problemas que comunicarle. Entonces el Presidente le dijo: “No…señor ministro. Problemas tienen los alcaldes.” Ni una referencia a mi condición de adversario político. Por el contrario, sabía que la democracia necesitaba el pluralismo y de allí que se las jugó con Andrés Velazquez, el dirigente obrero que le arrebató la gobernación del Estado Bolívar a su partido Acción Democrática, y con todos los que asumimos responsabilidades públicas por el voto popular. Quizás allí está en parte la explicación de las traiciones de que fue víctima, como lo dice Mirtha Rivero en su libro “La Rebelión de los Náufragos”.
Había comprendido la necesidad de airear la democracia nacida del Pacto de Punto Fijo y cargó sobre ello todo su peso político. La Comisión para la Reforma del Estado les había proporcionado al país y a sus gobiernos la doctrina de la modernización de la democracia, centrada en una política de fortalecimiento de las entidades territoriales, preteridas en los largos años de dictaduras centralizadoras y habían obtenido poco de la democracia. Estimo que con el Plan de Becas “Gran Mariscal de Ayacucho”, la nacionalización del petróleo y la modernización del Estado, programas comprendidos en una visión moderna del país, el horizonte de Venezuela era prometedor. Desgraciadamente se cayó en una absurda regresión histórica que tiró por los suelos los logros de aquellos años.
No me unieron vínculos ideológicos ni políticos con Carlos Andrés Pérez y jamás voté por el, pero desde mi trinchera social cristiana y desde la firme defensa de la autonomía de los gobiernos locales, de nuestro federalismo y de nuestro Municipio, tengo que expresar ahora, cuando sus restos ya reposan en el suelo patrio, la admiración por su visión de largo plazo, la coherencia de su pensamiento político, su sentido de grandeza, la perspectiva amplia y universal sin perder su raíz tachirense, su inagotable capacidad de trabajo y la entereza con la que enfrentó una de las mayores injusticias que se han cometido en nuestra historia política.
Fruto de aquellos vientos que arrasaron los esfuerzos modernizadores, de aquellas miserias alimentadas durante años de reconcomio, de no entender que en política hay adversarios que no enemigos, ahora nos ahogamos en estos malolientes lodos del autoritarismo.
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Fortunato González, es Catedrático de Derecho de la ULA y Académico de Mérida. Valga pues este modesto testimonio para un hombre que encarnó como nadie la pasión por la política, entendida a lo grande y trascendente, a su estilo, y que será colocado por la historia entre los grandes estadistas de América.
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