MI FLACA MEMORIA
Benjamín Bentura Remacha
Zaragoza, 14/01/2012-
Salvador, me llamaste por teléfono, hablamos de muchas cosas y no me acordé de preguntarte por la antigüedad del ínclito José Julio, el más viejo y el más gitano aunque no sepa nada de Gabriel Moreno, aquel banderillero moreno y cargado de hombros que iba en la cuadrilla de Pepe Luis cuando en Sevilla salió un toro de Miura retorcido, al que el maestro, conocedor exquisito del toro en general y de lo de Miura en particular, apoyado por compañeros y cuadrillas, acusó de burriciego.
Salvador, me llamaste por teléfono, hablamos de muchas cosas y no me acordé de preguntarte por la antigüedad del ínclito José Julio, el más viejo y el más gitano aunque no sepa nada de Gabriel Moreno, aquel banderillero moreno y cargado de hombros que iba en la cuadrilla de Pepe Luis cuando en Sevilla salió un toro de Miura retorcido, al que el maestro, conocedor exquisito del toro en general y de lo de Miura en particular, apoyado por compañeros y cuadrillas, acusó de burriciego.
Gabriel se fue para los medios y le endilgó al corto de vista o míope seis monumentales verónicas que remató con una arrebujada media para irse hacia la barrera y espetarle al de San Bernardo su personal sentencia: "Pepe Luis, no me eches que me despido yo solo". Pero lo que reconcome mi corazón con válvula de Jabugo es lo del DECANATO. Es algo así como si fuera marqués y me birlara el título cualquier gañán de la pradera seca y amarilla del viejo contador de chistes.
Claro que luego vienen mis nietos Diego y Blanca y me curan de todas mis penas.
En ellos tengo puestas mis esperanzas y alegrías. Ellos me recordarán y me harán justicia: mi abuelo fue el más viejo de los cronistas de toros y no ese moro de García, José Julio, que se fue a Tánger a escribir de toros bajo el manto protector del famoso y competente don Gregorio Corrochano, padre de don Alfredo, excelente persona y buen matador de toros, al que le perjudicó notablemente la fama extraordinaria de su progenitor, aquel que firmó lo de "Es de Ronda y se llama Cayetano" y lo más rotundo y definitivo de que "Yo creí que el toreo era JOSELITO y lo mató un toro".
Estamos en tiempos de críticas continuas y apasionadas y algunos generalizan y desprestigian a toda la larga lista de comentaristas y críticos taurinos. Y en esta especialidad ha habido gente muy valiosa desde que un aragonés, Mariano de Cavia, hizo de esta modalidad un género de alta literatura. Y para demostrarlo basta con leer a "Sobaquillo" y a otros muchos aragoneses que en el mundo del toro han sido: "Don Ventura" (Ventura Bagüés) "Don Indalecio" (Marqués de la Cadena), Antonio Valencia "El Cachetero", mi padre, "Barico", Eusebio Blasco, Fernando Castán Palomar, Antonio Martín Ruiz "Cantares", Alberto Casañal o Pascual Millán, nacido en Sigüenza pero recriado en Calatayud. Por cierto, hace unos días, en ABC, el profesor Andrés Amorós, al hablar de las glorias del "divino" Ricardo Zamora, el mejor portero de balompié del mundo, citaba al poeta bilbilitano Pedro Montón Puerto por unos versos que le dedicaba a la "zamorana", que era un despeje de la pelota con el brazo doblado por el codo. Montón Puerto, vendedor de carbón y cronista oficial de la villa de Calatayud fallecido en el mes de noviembre de 1992, dedicaba sus afanes poéticos a los toros y son famosas sus descripciones rimadas sobre figuras tan relevantes como Pedro Romero, "El Espartero", Antonio Fuentes y otro gran número de trabajos suyos que se publicaron en "El Ruedo" de los años 40 y 50 del siglo pasado. Tampoco, desde los Argensola a "Mefisto", es manca la relación de poetas aragoneses que dedicaron sus afanes artísticos a los toros. ¿Y entre pintores y fotógrafos? Querido Salvador Sánchez, aragonés por Marruedo, admite mis efusiones aragonesas en un momento de incertidumbre taurina.
Estamos en Aragón, frontera con Cataluña. Los síntomas son muy similares. No vaticino un desastre semejante, pero algo hay que hacer para que no quede todo, como en nuestro vecino territorio del antiguo Reino de Aragón, en las manifestaciones populares que, ahora, ya no son tan del pueblo porque se han confeccionado reglamentos, se han organizado "troupes" y se han mercantilizado sus actuaciones. Antes, ya en los tiempos de Goya, había cestos, cuévanos o roscaderos, recortadores o saltadores pero sin cobrar, por pura afición. Los de Valladolid, que son más finos y agudos, inventaron lo de los cortes, los recortes por la espalda, y se han hecho con el mercado. Los toros de fuego o de calle, los emboladores... Todo reglamentado y premiado con dineros. Ya no son fiestas tan populares. Pero hace muchos años, cuando todas estas cosas eran puro sentimiento, también había novilladas y corridas de toros y salían chavales que vestían apagados trajes de luces y querían alcanzar las luminosas glorias taurinas: Diego Puerta, Paco Camino o Miguel Márquez se hicieron un poco más toreros en Aragón.
¿Quién puede soñar eso en estos tiempos? Y la plaza de toros de Zaragoza, la de Pignatelli sin falsas misericordias, que ya pasó en los 80 del siglo pasado una crisis monumental, está ahora en la más profunda de las simas. Y, para arreglarlo, la Diputación ha confeccionado un pliego de arrendamiento que no se lo salta un gitano de los de José Julio. Habrá que buscar un empresario a lazo como hace treinta años hubo que acudir a Palomo para que hablara con los Lozano. Según mis conocimientos, los Chopera, Pablo y Oscar, han renunciado a la mano misericordiosa. ¿Quién va a venir? Pero ¿que pasa con Teruel, Huesca, Ejea de los Caballeros, Tarazona, Calatayud o las numerosas plazas turolenses o las contadas del territorio oscense? Mortecinos escenarios. No nos salvan ni las hazañas de "Martincho", el primer torero de la historia con rostro y biografía. Por cierto, aragonés de Las Cinco Villas.
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