5 diciembre, 2014
El Consejo de la Orden “Dr. Pedro Rincón Gutiérrez” y la Presidencia de la Seccional de Profesores Jubilados acordó, por unanimidad, en su reunión del día martes 11 de noviembre de 2014, conferirle la Orden “Dr. Pedro Rincón Gutiérrez” al distinguido profesor Fortunato González Cruz, en acto que se realizó en el Paraninfo de la Ilustre Universidad de Los Andes, el día miércoles 03 de diciembre del año en curso, a las 7:00 p.m.
DISCURSO ORDEN PEDRO RINCÓN GUTIERREZ
Fortunato González Cruz
Jamás pasó por mi mente este reencuentro con Pedro Rincón Gutiérrez. Después de haberme expulsado de la ULA sin que ello significara la pérdida de una clase ni de un examen al más auténtico estilo que lleva su nombre, nos encontramos muchas veces en circunstancias distintas: en las corridas de toros, en el mundial de futbol de España, en los encuentros de las Méridas, en la organización del Hospital Universitario de Los Andes, en el Concejo Municipal de Mérida, en los espacios de la Universidad simbolizados con gran solemnidad por este paraninfo, y en su hogar donde pude intimar con el hermoso ser del que emanaba afabilidad y sabiduría. Quienes agradecidos y abrumados compartimos esta distinción, apreciamos ahora más que antes el significado de su existencia y de la prolongación ad infinitum de su aleccionadora condición humana. Haber gozado de su amistad y compartido sus quehaceres ha sido un privilegio. De sólida formación jesuítica, acucioso científico, político visionario y por sobre todo un hombre universal, Pedro Rincón Gutiérrez hizo de la Universidad de Los Andes un ancho lugar para la libertad y para el conocimiento.
Quizás el “peruchismo” consiste en la aplicación de la "Ratio Studiorum" que le viene de su formación en el colegio San José. La Universidad que modela comienza por el reconocimiento de la dignidad de la persona humana y tiene como fin la formación de personas libres, cambiantes, perfectibles, críticas e integrales. Comprende desde el ejercicio físico, la práctica del deporte, el cultivo de las artes, hasta el humanismo y las ciencias, con clases magistrales, el conocimiento experimental, la relación interpersonal y la comunicación educativa entre maestros y estudiantes.
Estamos aquí para recibir la distinción que lleva su nombre porque así lo ha dispuesto nuestra seccional de jubilados, que tiene al timón un gran capitán: Eleazar Ontiveros Paolini, apasionado universitario, prolífico escritor y amigo generoso, quien condujo el proceso que llevó al comité los nombres de Alfredo Carabot Cuervo, de Néstor Añez Reverol y el mío, escogidos de una cantera de profesores tan meritorios como los que me acompañan. Lo aceptamos con humildad, y porque Pedro Rincón Gutiérrez estará feliz de vernos aquí, en este salón donde alguna vez recibí clases.
Nos une un mismo camino académico, una gran pasión por el trabajo y por el conocimiento, disciplina y sentido de compromiso. El objeto del estudio establece las diferencias: Néstor Añez Reverol ha vivido sus años más productivos en los laboratorios de la Facultad de Ciencias dedicado a la investigación en parasitología, ciencia iniciada en nuestro país a comienzos del siglo XX por el científico trujillano Rafael Rangel. Alfredo Carabot Cuervo ha seguido los pasos de su padre y sus andaduras académicas transcurren en el camino de la investigación y de la enseñanza farmacéutica, en particular en la farmacognosia y en medicamentos orgánicos, e incursionado en la política universitaria y en el deporte. Mis andanzas han preferido la política y el derecho. Los tres estamos aquí porque nos hemos jubilado sin apartarnos del camino ni entregarnos al reposo, porque algunos méritos hemos acumulado en largos años de investigación que nos ha permitido compartir las nóminas de la comunidad científica, y porque son muchos los alumnos a quienes hemos transmitido sin egoísmos nuestros conocimientos, nuestras dudas y nuestras inquietudes.
Llegamos al otoño que es el tiempo de la cosecha, que ha sido generosa porque la vida ha sido cuajada a base de confianza, confianza radical como señala Hans Kung, trenzada al ritmo de muchos corazones, la enseñanza de maestros abnegados, la crítica de pocos y también de amarguras útiles para la formación del carácter. Tres largas experiencias vividas con alegría y pasión al regazo de este claustro natural tan verde y tan azul, y en esta Alma Mater, nacida de la iniciativa de un humilde franciscano, que ha superado con éxito el acoso de los tiranos, el arrebato de los indignos y el asalto de los ignorantes para mantener viva y ardiente la llama del saber.
Hoy nuestro país ha abandonado su proyecto constitucional, los valores y principios proclamados con algarabía en 1999, para caer en manos de una burocracia militar voraz, soberbia e incompetente, y al mando un pequeño grupo que entregó sus ideales, si es que alguna vez los tuvo, para ponerse de rodillas ante el dios dólar que tanto decían aborrecer. El resultado es que hoy tenemos un país, como lo señala desde su perspectiva jurídica mi maestro Allan Brewer Carías, “manejados desde un país extranjero, que han participado en el saqueo de un Estado manejado por la burocracia más incompetente y corrupta de nuestra historia, pero que en conjunto han provocado un verdadero milagro económico y social. Si un milagro, el de convertir al país más rico de América Latina en el país más miserable de todos”. Lo que más duele a quien todos los días trata de cumplir con el deber de enseñar el Derecho Constitucional es el desprecio a los valores y principios que adornan nuestra Carta Magna, que van socavando la moral y las normas de convivencia que han sido parte de nuestra ganancia histórica. La Universidad Venezolana es víctima de esta tragedia no tanto en su presupuesto, menguado a propósito para reducirla a menesterosa y lastimera, sino en su autonomía, en la libertad que debe tener el acto creativo científico o artístico como lo señala nuestra maltrecha Constitución. Pero así, golpeada, luce gallarda, como en este acto de particular brillo, como en los actos de grado de más de mil ochocientos nuevos profesionales, y sigue haciendo honor al lema de su escudo: "Initium sapientiae timor Domini", porque en la Universidad de Los Andes se practica la modestia intelectual, a despecho de la arrogancia de los ignorantes, consciente de los límites del conocimiento puesto que la tierra y quienes vivimos en este planeta somos poco menos que un punto en la inmensidad del universo.
Nuestra formación académica ha estado en manos de excelentes profesores que deseo representar en Alfredo Carabot de Porras, en José Vicente Scorza y en José Juan Rivas Belandria. Nuestras vidas han sido acompañadas por el calor de hogares donde han nacido hijos y nietos. Néstor me ha pedido recordar a su hermano Bruno quien lo trajo a esta ciudad que cautiva, y no puedo dejar de nombrar a mi hermano gemelo Francisco, compañero de viaje desde nueve meses antes de nacer.
He vivido a plenitud la libertad, he sentido el deleite de los pequeños logros y el sonrojo de los errores cometidos. Como recuerda el académico Dr. José Gregorio Hernández: “he tropezado y caído porque soy humano, inevitablemente humano, pero me levanté y seguí, y volví a tropezar, y de nuevo caí, y volví a levantarme y seguiré…”. La heroica decisión de vivir en santidad de quien dijo Luis Razetti es un milagro histórico venezolano, que fue asumida entre las espesas neblinas de nuestros páramos, no es para la carne débil de quien habla; por eso apelo al Salmo: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
Seguramente Alfredo y Néstor compartirán conmigo la impresión que sentí al llegar a la Seccional de Jubilados de la Asociación de Profesores de nuestra Universidad de Los Andes y ver el retrato de Perucho rodeado de los rostros de quienes nos han precedido en el honor de recibir esta Orden. Me sentí abrumado al contemplar aquella galería y ver allí a mis maestros, a los profesores que siempre he admirado, y aún no puedo comprender que he hecho para merecer hacerles compañía. Me estremezco al escuchar las cosas que ha dicho el Dr. Carlos Guillermo Cárdenas, orador de orden en este acto.
Pero hay tres madres que nos observan en silencio: Maloa, quien talló en Néstor con fina sutileza el significado de la perseverancia. Angelita, la asturiana toda bondad y carácter que subió Los Pirineos al encuentro de la libertad perdida y cargando a cuestas a Alfredo, su ya corpulento hijo aún de pecho, y mamá Chana que ponía en nuestras bocas el pedazo de pan que le faltaba y esparcía el fresco rocío de su ternura. Por las tres vale la pena estar aquí y nuestro retrato en la galería. Para las tres digo con Pérez Bonalde:
“Y solo traigo que ofrecerte pueda,
esta flor amarilla del camino,
y este resto de llanto que me queda”
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Presentación del libro:
EL GOBIERNO DE LA CIUDAD,
Obra del profesor Fortunato González Cruz
Seccional de Profesores Jubilados ULA
Mérida 28-11-2014
La Seccional de Profesores Jubilados de la Universidad de los Andes realizó a la presentación del libro titulado EL GOBIERNO DE LA CIUDAD, obra del profesor Fortunato González Cruz, acto que se llevó a cabo el día viernes 28 de Noviembre del presente año, en el Salón de usos múltiples de la Seccional de jubilados de la Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (APULA), urbanización Santa María B, a las 5:00 pm.
Se contó con la presencia de los Alcaldes; Carlos García (Municipio Libertador), Alvaro Sánchez (Municipio Rangel) y Fredi Rondón (Municipio de Pueblo Llano). De parte de la Universidad de Los Andes estuvieron presentes el Secretario de la Universidad de Los Andes José María Anderes, los Decanos de las Fac. de Ciencias Jurídicas y Políticas y Ciencias Económicas Aura Marina Morillo y Raul Hiuzzi y quien con su apoyo hizo posible la realización de este acto el Dr. Eleazar Ontiveros.
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