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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 17 de diciembre de 2014

UN REDIVIVO HOMBRE DEL RENACIMIENTO O UN HUMANISTA ROMÁNTICO / Jesús Cuesta Arana




David Galván, esencia humana y torera, este flamante libro de José Salguero, siempre es recibido con silencio respetuoso.



UN REDIVIVO HOMBRE DEL RENACIMIENTO O UN HUMANISTA ROMÁNTICO


Jesús Cuesta Arana
Para retratar a José Salguero Duarte, hay que ponerle de fondo un forillo de los tiempos de Leonardo, León Bautista Alberti o los Médicis, entremezclado con un paisaje entre el Campo de Gibraltar y la Toscana italiana. Sin duda, estamos ante un renacentista barbado y con terne sombrero –eso si- que pisa en el mundo de hoy. Dan razón sus facetas como pintor, escritor, editor, cronista, poeta, pregonero, crítico taurino, fotógrafo... Su summa artis comprende 24 exposiciones, entre colectivas e individuales, con un buen fajo de premios y reconocimientos a pesar de su tardía vocación. Escritor de mucha prole, con 18 libros al aire y la luz de la calle. Un diletante. Conversar con él, es entrar en un calidoscopio de saberes, aunque perfilando, aún más, su retrato psicológico, también cuadra con mucha carga de humanismo entreverado de romanticismo –por temperamento y carácter- de alto voltaje. Nace y se hace, asistido en la máxima de Píndaro: “Llegar a ser lo que eres”. En este punto, viene Ortega y Gasset a remarcar, cuando filosofa que cada uno es por mitad, lo que él es y lo que es el ambiente donde vive. Sus cualidades así lo delatan: romántico, generoso, soñador, auténtico... Fiel a sus convicciones y a sus orígenes. Siempre dando el salto mortal, al vacío, entremedio de la gente mediocre que se alían para desprestigiar. De la gente que padece la tristeza del bien ajeno. Casa bien el temple con la pasión, cogiéndole la vez a Heráclito: es calmo e inquieto a la vez. Como Juan Belmonte (El Pasmo de Triana), es rápido y lento. Se mueve siempre exquisito en una armonía de contrarios. Es un artista, por encima de todo, que escribe y pinta con mucha veta expresionista, fauves (fieras) y primitivista. A sabiendas, que el gris es la renuncia, la lejanía del color. Lo importante es adaptar el ojo lo mismo a la luz que a la oscuridad, aquí está el cónquibus. Todo en la vida es “pintable” ¿Acaso Velázquez no pintó el aire en Las Meninas?

El ingenioso Salguero, o he aquí un hombre pegado a un sombrero –en la calor y en el frío-, vive en un mundo en derredor, lo mismo en el mapa gibraltareño de sus sueños-pan de cada día, que en el círculo mágico de las plazas de toros. Dos espacios vitales que forman y conforman su espléndida personalidad. Un hombre refractario a las convenciones que, como romántico de buena vitola, nada muchas veces a contracorriente. Siempre advertido de que se aprende más de los fracasos, nunca de los éxitos..

La gente de edad, abunda en la fe que el tiempo siempre es el mismo; los que pasamos somos nosotros. Lo que si es cierto, es que el tiempo no se mide por los años, sino por las cosas que se viven. Todo en la vida debe ser tocado por el soplo de lo divino. Entre la magia, la poesía y la filosofía es como debe sentirse el arte desde los primeros aires primitivos. Todo esto, lo percibe Salguero, desde nativitate y así lo refleja en su variopinta obra. Lo importante es tener siempre conciencia histórica: saber en qué contexto se mueve cada uno; aunque no es condición sine quanon retratar o reflejar la realidad circundante. No ser un notario fiel y formulario de las cosas que ocurren. Hay un mundo interior. De la misma manera que un niño dota de alma a las cosas, el creador también tiene ese sentido connatural. Es decir, insuflar alma a cualquier proceso creativo. Detrás de cada obra hay una persona. Un respeto. Günter Grass creía que incluso los libros malos son libros y por tanto sagrados. A más libros, más libres, es la áurea ecuación.

José Salguero Duarte, autor incansable, acaba de dar luz y azogue a otro nuevo libro: David Galván, esencia humana y torera. Anteriormente, el autor de la Línea de la Concepción aborda poesía, ensayo, biografía, crítica, artículos con especial tino y sensibilidad.



En esta nueva entrega, se alumbra la biografía de un joven torero: David Galván. La poca cronología vivida del torero de la Isla de San Fernando, no es rémora para presentar una vida rica en sensaciones y vivencias plenas de contrastes. El torero en general vive más a prisa que el común de los mortales, Cada día, que pone rumbo a la plaza, es una aventura y por ende, concentra muchas interioridades que van sin solución de continuidad desde el triunfo al fracaso, desde la apoteosis a la tragedia. De modo que, cada vez que se pone el terno de torear tiene una nueva vida que contar. A Manuel Benítez “El Cordobés”, le oigo decir graciosamente, en su habitual cafetería al pie de su casa de Córdoba, que los gatos tienen siete vidas, pero que él tiene miles, tantas vidas como toros lleva lidiados.

El autor linense, en este libro, cuenta la vida y sensaciones de un torero que sube, sin descanso, peldaño a peldaño, la pina escalera de la gloria. David Galván, apunta en su cuaderno dorado una trayectoria fulgurante de novillero; dos años de alternativa con relevantes actuaciones. Unas credenciales conseguidas a buena ley. Y un último percance serio. Tirando de hemeroteca, se puede constatar que estamos ante un torero de ciencia y esencia. En la línea clásica, pero con toques de modernidad. Que no torea, sino que sabe torear. Atesora entre otras virtudes señeras: el temple y la emoción y además con acento personal ¿Qué más se puede pedir? Nace en lo que no se aprende. Desde niño, sabe que el arte es un juego serio como la realidad. Un juego serio porque brota del corazón. Ya se sabe que es en el corazón donde anidan todos los misterios de la vida. David Galván, va cada día, a la plaza a decir su misterio, con toda la sal de su tierra y la hondura cantaora de su paisano Camarón por soleá. El joven maestro de la Isla, de gran calidad humana, vive para el toreo como en un sacerdocio. Una entrega total. Cuesta subir muchos sudores y renuncias y luego mantenerse. Es ley universal. Tiene la suerte de tener a la vera al maestro y mentor, el matador de toros José Antonio Ortega (Orteguita), cuerda de transmisión de saberes, de los secretos del oficio en suma, porque lo demás ya lo lleva el torero. Lo importante, es agarrar cosas de aquí y de allí, sin dejarse influenciar, sin amanerarse, como oigo decir a Paco de Lucía. (En el momento que escribo estas líneas, el genio algecireño de las seis cuerdas, acaba de tirar para arriba, donde cantan y habitan las estrellas de verdad).

El autor, alumbra a la vez el texto con un álbum de magníficas fotos -realizadas por él mismo-, la trayectoria de David Galván vivida en primera persona. Desde la cercanía. Tangible. Consciente que a pesar de todo, siempre en la vida del ser humano existe una terra incognita o una zona de sombras. A la postre, lo que no se cuenta de la vida de una persona suele ser lo más interesante.

Escribir sobre el Toreo y sus protagonistas para Salguero, es torear en su plaza a toro de carretón o en el patio de su casa con una toalla. ¿Quién no da alguna vez un pase al viento con una toalla? En esta biografía del artista-torero David Galván, se aprecian tres saberes fundamentales: un saber histórico, producto de su seguimiento al torero de plaza en plaza, un saber técnico, al reunir tanto material para profundizar en lo posible en el personaje y por último, un saber teórico o teorético, alimentado por su relación en la vida y en la obra estudiada a través de los medios abiertos al saber. Vivencias de primera mano o referenciales, entrevistas, lecturas específicas y generales a compás con una y mil fotografías, desde todos los ángulos y perspectivas, forman el corpus de este delicioso libro, motivo de celebración y que invita a la lectura de punta a cabo, por el tono de entusiasmo que le imprime su autor .Un logro.


Hacer la biografía de un torero –siguiendo al profesor Manuel Alvar- encierra mucho riesgo, porque el torero se desplaza (en el bien y en el mal) hacia el límite del mito; entonces la historia se desvirtúa y el relato no cuenta por la historia, sino por su representación en la historia. Por tal razón, Salguero que vive a tope la Fiesta de los Toros Bravos, sabe sortear a cuerpo limpio, las embestidas del sensacionalismo; la flama sentimentaloide, la fauna trompetera y todo el muestrario de clisés o lugares comunes que rodea el planetario taurino. Hay que mostrar al personaje y desposeerlo de abalorios insulsos. En saber que estamos en el mundo; pero el mundo puede estar en nosotros mismos. El torero es un ser fascinante que se mueve en un aura mágica. En una suerte –recordando a Antonio Mairena- de razón incorpórea. En un universo intransferible. Un sueño visible. O mejor dicho: se puede soñar dentro de un sueño. “Soñar que se sueña” como apunta Ramón J. Sender. De modo que, José Salguero, más que escribir la vida de un torero, escribe la vida de un sueño que sobrecamina, a pasos seguros, hacia la glorificación, Por los sueños no discurre nunca el tiempo. Y el tiempo avisa que, David Galván, es un torero para soñar. Porque él mismo es un sueño que se viste de luces. De tal manera, que cada vez tiene más cerca –este año así lo canta- de abrir de par en par la Puerta Grande que da a la Gloria Grande.

Para concluir, siempre la llegada de un nuevo libro es motivo de echar las campanas al vuelo. En estos tiempos, en que la tecnología punta, es una galerna que se lo lleva todo por delante. Viene a bien, la socorrida metáfora, que no es José Salguero, quien va a salir a hombros por la puerta triunfal, sino este libro con sabor a mar isleño y brisa de la Bahía de Algeciras.

El maestro Pape Luis Vázquez (del que tengo el inmenso honor que me prologue un libro, Juan Belmonte, la huella de un retrato), le oigo decir una vez, en su barrio de san Bernardo: “Hay dos clases de silencios, uno, el de respeto y el otro, el de la indiferencia en las tardes malas ¡Qué cosa más mala! Prefiere uno mejor, esa es la verdad, la bronca…” Al rumor de estas palabras se figura un nocturno sevillano, encendido por el verso de Heine: “que las estrellas son inquietos pensamientos de oro que tiene la noche”.

David Galván, esencia humana y torera, este flamante libro de José Salguero, siempre es recibido con silencio respetuoso. De admiración hacia una persona de vuelo libre que se expresa–sin recovecos, ni gramática parda-, como el alma le grita por dentro.

Lo escrito siempre permanece. De modo que, amigo José, permíteme que entre en escena o dentro del cuadro, y me prestes tu sombrero, para quitármelo ante ti a guisa de brindis, muy toreramente.

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