Recientes, muy recientes, aún los gravísimos percances de Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña en este mes de octubre, hoy podemos sentirnos satisfechos de ver a los dos toreros en franca recuperación tras su larga estancia en la UCI.
¿Médicos o magos?
Madrid, 27 Octubre 2019
Toda la profesión médica es digna de admirar, pero los cirujanos de las plazas de toros lo son aún mucho más.
Recientes, muy recientes, aún los gravísimos percances de Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña en este mes de octubre, hoy podemos sentirnos satisfechos de ver a los dos toreros en franca recuperación tras su larga estancia en la UCI.
En ambos casos se rozó la tragedia, pero por suerte para ellos se cruzaron en sus caminos dos de los cirujanos, junto con sus respectivos equipos, más expertos y avezados especialistas en estos avatares de la cirugía taurina: García Padrós y Val-Carreres, titulares de las enfermerías de Madrid y Zaragoza.
Sus prontas, y acertadas, decisiones quirúrgicas pudieron, es seguro, salvar la vida de los dos toreros. No eran nada fáciles las papeletas que les pusieron encima de las camillas de los quirófanos, pero la experiencia y la capacidad, hasta la intuición, les hicieron tomar el camino adecuado.
No sabemos si son médicos o son magos, lo que si sabemos es que son ángeles de la guarda para con todos aquellos que, desgraciadamente, caen en sus manos. No dan puntada sin hilo y cuanto tocan lo bordan.
Si el toreo es arte y hasta magia, lo que ellos hacen puede considerarse hasta milagroso. Como quiera que no todos creen en los milagros, en el camino de la salvación intermedian ellos con sus conocimientos, para que así parezca lo que es, un milagro.
En sus nombres, García Padrós y Val-Carreres, se afianza la cirugía taurina, pero no sería justo olvidar al resto de los cirujanos jefes y equipos que lideran las enfermerías del resto de las plazas de toros, capaces todos ellos de hacer ese tipo de milagros de vez en cuando.
Hoy he querido dedicar estas líneas a todos ellos, salvadores de vidas y apóstoles de la fe que les tienen los toreros. Labor que, además, hacen desde una vocación sin límites y una remuneración simbólica. Si muchas veces la profesión de médico se asocia a ganar mucho dinero, no es por ahí por donde se identifica a estos grandísimos profesionales.
Son médicos sí, pero también son capaces de hacer ‘magia’ donde solo hay desolación. Esa capacidad para resolver, en tan corto espacio de tiempo, aquello que el toro se ha encargado de destrozar de forma tan agresiva y brutal, da idea de que para ser cirujano taurino hay que ser todo un artista. Si el torero improvisa para crear arte, el cirujano improvisa también, pero para dotar de vida donde la muerte está cerca.
Ser cirujano taurino son palabras mayores, aquí no hay preoperatorio, ni pruebas y analíticas previas, aquí lo único que hay, previo a su actuación con el bisturí, es la siempre afilada navaja del pitón de un toro.
Gonzalo Caballero y Mariano de la Viña pueden dar gracias a Dios por haber puesto en su camino a los médicos/magos de esas plazas, donde nada más caer heridos ya se estaban diligenciando los derechos de autor de su siguiente milagro.
Foto: Torosdelidia.es
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