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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 19 de octubre de 2019

Por qué quiere el PSOE desenterrar a Franco / por Jesús Laínz



Lo que pretende el PSOE es borrar su culpa como principal responsable del hundimiento de la República y del estallido de la Guerra Civil y transferírsela a Franco.

Por qué quiere el PSOE desenterrar a Franco

Madrid,16 de octubre de 2019 

Salvador de Madariaga, embajador y ministro de la Segunda República:

– El alzamiento de 1934 es imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la CEDA era inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo (…) ¿Con qué fe vamos a aceptar como heroicos defensores de la República de 1931 contra sus enemigos más o menos ilusorios de la derecha a aquellos mismos que para defenderla la destruían? (...) Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936.

Claudio Sánchez-Albornoz, presidente del Gobierno de la Segunda República en el exilio:

– La revolución socialista de octubre de 1934, lo he dicho y lo he escrito muchas veces, acabó con la República.

Indalecio Prieto, presidente del PSOE, diputado y ministro de la Segunda República:

– Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento.

Ángel Galarza, diputado del PSOE, fiscal general, director general de Seguridad y ministro de la Segunda República:

– Pensando en su Señoría [Calvo Sotelo], encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida.

– A mí el asesinato de Calvo Sotelo me produjo un sentimiento. El sentimiento de no haber participado en la ejecución.

Clara Campoamor, diputada del Partido Republicano Radical:

– La división, tan sencilla como falaz, hecha por el gobierno entre fascistas y demócratas, para estimular al pueblo, no se corresponde con la verdad. La heterogénea composición de los grupos que constituyen cada uno de los bandos (...) demuestra que hay al menos tantos elementos liberales entre los alzados como antidemócratas en el bando gubernamental.

José Ortega y Gasset, diputado de la Agrupación al Servicio de la República:

– Mientras en Madrid los comunistas y sus afines obligaban a escritores y profesores, bajo las más graves amenazas, a firmar manifiestos, a hablar por radio, etc., cómodamente sentados en sus despachos o en sus clubs, exentos de toda presión, algunos de los principales escritores ingleses firmaban otro manifiesto donde se garantizaba que esos comunistas y sus afines eran los defensores de la libertad. Evitemos los aspavientos y las frases, pero déjeseme invitar al lector inglés a que imagine cuál pudo ser mi primer movimiento ante hecho semejante, que oscila entre lo grotesco y lo trágico. Porque no es fácil encontrarse con mayor incongruencia.

Gregorio Marañón, diputado de la Agrupación al Servicio de la República:

– Con el pretexto del triunfo de las derechas en las elecciones, intentaron un golpe de mano revolucionario y netamente comunista para ocupar el poder en octubre de 1934. Esto no lo recuerdan en el extranjero, donde no tienen por qué saber la historia de España al detalle, aun siendo tan reciente. Pero los españoles, que no lo han podido olvidar, se ríen del súbito puritanismo con que los mismos que entonces hicieron la revolución contra algo tan legal como unas elecciones se cubren hoy el rostro con la toga porque una parte del pueblo y el ejército se sublevó, a su vez, dos años más tarde, ante las violencias del poder, algunas de la magnitud del asesinato del jefe de la oposición por la propia fuerza pública (…) La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un intento en regla de ejecución del plan comunista de conquistar España (…) El movimiento comunista de Asturias fracasó por puro milagro. Pero dos años después tuvo su segundo y formidable intento.

– No hay que esforzarse mucho, amigos míos. Escuchen ustedes este argumento: el 88% del profesorado de Madrid, Valencia y Barcelona ha tenido que huir al extranjero, abandonar España, escapar a quien más pueda. ¿Y saben ustedes por qué? Sencillamente porque temían ser asesinados por los rojos, a pesar de que muchos de los intelectuales amenazados eran tenidos por hombres de izquierda. ¿Comprenden ustedes ahora, queridos amigos?

– Sólo una cosa importa: que España, Europa y la Humanidad se vean liberados de un régimen sanguinario, de una institución de asesinos de cuyo advenimiento, por un trágico error, nos confesamos culpables.

– Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España. Sin quererlo siento que estoy lleno de resquicios por donde me entra el odio, que nunca conocí. Y aún es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos; y por haber creído en ellos. ¡No merecemos que nos perdonen! Consolémonos con que los hijos parecen ya a salvo de peligro y con que ellos no se han contaminado con la revolución de Caco y caca.

– Yo creo que en el espíritu nacionalista, que ha nacido, hay muchas cosas buenas, algunas admirables. Por lo pronto, allí está España. Franco se ha conducido con serenidad, con nobleza. Con pulcritud, con espíritu español.

Ramón Pérez de Ayala, diputado de la Agrupación al Servicio de la República:

– El respeto y el amor por la verdad moral me empujan a confesar que la República Española ha constituido un fracaso trágico. Sus hijos son reos de matricidio. No es menos cierto que ya no hay republicanos en uno u otro lado. Desde el comienzo del movimiento nacionalista, he asentido a él explícitamente y he profesado al general Franco mi adhesión, tan invariable como indefectible. Me enorgullece y honra tener a mis dos únicos hijos sirviendo como simples soldados en la primera línea del ejército nacional. Por su fe, sentido del deber y espíritu de sacrificio, la juventud nacionalista está haciendo España y el mundo vivideros para el porvenir.

– Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a los pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco. Inspecciono mi ficha histórica y, en puridad, no hallo ocasión para el remordimiento de haber creído jamás en ellos. Siempre los tuve por tontos de babero y brutos estructurales. Por ejemplo, nunca admití que Prieto tuviese inteligencia; sí, sólo pillería cazurra, que es su mimetismo. Prieto es brutísimo. Pero en un principio yo presumía, o me hacía la ilusión, de que percibían una vaga vislumbre de su bobería innata y su brutalidad incorregible, por donde se mostrarían dóciles, relativamente, al buen parecer de los demás entendidos. No tardé en desengañarme. Lo que nunca pude concebir es que hubiesen sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza.

– De Franco siempre he tenido la mejor opinión, lo cual vale bien poco, pues la opinión es sobremanera falible, singularmente la mía. Pero he tenido fe en él; y esto vale mucho más. Opinión o no opinión, fe o no fe, parece archievidente que España, Franco y España, esto es, libre, son una cosa misma.

Miguel de Unamuno, diputado de la conjunción republicano-socialista:

– Porque el gobierno de Madrid y todo lo que representa se ha vuelto loco, literalmente lunático. Esta lucha no es contra una República liberal, es una lucha por la civilización. Lo que representa Madrid no es socialismo, no es democracia, ni siquiera comunismo. Es la anarquía, con todos los atributos que esta palabra temible supone. Alegre anarquismo, lleno de cráneos y huesos de tibias y destrucción.

– No hay gobierno en Madrid; hay solamente bandas armadas, que cometen todas las atrocidades imaginables. El poder está en manos de presidiarios que fueron liberados y se pasean blandiendo sus pistolas. Azaña nada representa (…) Él es el gran responsable de lo que acontece. Cuando el movimiento surgió, creyó que se trataba de un simple pronunciamiento. No comprendió que había un pueblo dispuesto a unirse al ejército (…) Los comunistas nunca tuvieron una noción de política constructiva. Los anarquistas no fueron rozados por tal idea. Esos hombres están atacados de delirio furioso. Tal vez se trate de una crisis de desesperación. Las iglesias que saquean e incendian, los cristos que decapitan, los esqueletos que exhuman, acaso sean sólo gestos de desesperación; pero en todo esto debe de haber otra cosa de origen patológico (…) Felizmente, el ejército ha dado pruebas de gran prudencia. Franco y Mola tuvieron el supremo cuidado de no pronunciarse contra la República. Son dos hombres sensatos y reflexivos. Franco ha tenido la oportunidad de forjarse en Marruecos como un líder de primer orden. Militarmente, por lo menos, este soldado puede salvar a España.

Alejandro Lerroux, presidente del Gobierno de la Segunda República:

– No se trata de un pronunciamiento militar, sino de un alzamiento nacional tan sagrado, tan legítimo, como el de la independencia en 1808. Mucho más sagrado todavía, puesto que no se trata sólo de la independencia política, sino también de la organización social y económica, del hogar, de la propiedad, de la cultura, de la conciencia, de la vida, en fin, de toda una civilización y toda una historia.

– La posteridad hará justicia al gesto heroico del general Franco y al impulso patriótico del ejército. Los espíritus apegados a las apariencias de la legalidad, como los fariseos a la letra de su doctrina, pueden tranquilizarse. Ni Franco ni el ejército se salieron de la ley, ni se alzaron contra una democracia legal, normal y en funciones. Ni hicieron más que sustituirla en el hueco que dejó cuando se disolvió en la anarquía de sangre, fango y lágrimas.

Julián Besteiro, presidente del PSOE y de la UGT, diputado y presidente de las Cortes de la Segunda República:

– La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas. Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos. La política internacional rusa, en manos de Stalin y tal vez como reacción contra un estado de fracaso interior, se ha convertido en un crimen monstruoso que supera en mucho las más macabras concepciones de Dostoievski y de Tolstoi. La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representan genuinamente, sean los que quieran sus defectos, los nacionalistas que se han batido en la gran cruzada anticomintern.

José Manuel Otero Novas, diputado y ministro de UCD:

– La noche del 30 de abril al 1 de mayo de 1976 le pedimos a Felipe González y otros dirigentes socialistas que suprimieran de un libro en ciernes una reivindicación orgullosa de su golpe de Estado de 1934. Les argumentamos que no era un buen comienzo de la democracia defender un ataque violento a las instituciones democráticas. Y se negaron. Salió la reivindicación. Y en 1984, el PSOE ya en el poder celebró en muchos puntos de España el cincuentenario del golpe, después de haber erigido estatuas a Prieto y a Largo Caballero, junto a la de Franco, al pie de los Nuevos Ministerios.

Por todo lo anterior, y por mucho más que no cabe aquí, el PSOE lleva ochenta años intentando reescribir la Historia. Porque, ocultando la verdad y construyendo –según la certera expresión de Besteiro– un Himalaya de mentiras, lo que pretende el PSOE es borrar su culpa como principal responsable del hundimiento de la República y del estallido de la Guerra Civil y transferírsela a Franco. De este modo se blanquea su pasado y se legitima su presente y su futuro.

Etapas de este plan han sido las condenas parlamentarias al 18 de Julio, la Ley de Memoria Histórica, las incesantes campañas de derribo de estatuas y cambios de calles, la continua agitación de rencores ideológicos e históricos en los medios de comunicación, etc. Y el último paso, de sin igual carga simbólica, está siendo la exhumación de Franco, lo que conducirá a otros pasos que se seguirán dando con el Valle de los Caídos, la Constitución de 1978, la Monarquía y la propia existencia de España como nación.

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