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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 14 de octubre de 2019

El torero Gonzalo Caballero, sedado tras la segunda operación por su grave cornada


El toro cornea a Caballero ayer en Las Ventas. En vídeo, la cogida.
 FOTO: FRANCISCO GUERRA (EP) / VÍDEO: 'PLAZA 1'

El diestro madrileño sufrió el sábado una cogida en Las Ventas que le seccionó la vena femoral


El torero Gonzalo Caballero, sedado tras la segunda operación por su grave cornada

ANTONIO LORCA
EL PAÍS, Madrid 13 OCT 2019
El torero madrileño (Madrid, 1991) es un caso único; desde que tomó la alternativa el 3 de octubre de 2015 en la Feria de Otoño, ha pasado más tiempo vestido con el pijama verde de hospital que enfundado en el traje de luces.

Valga la exageración para explicar que su trayectoria taurina se mueve peligrosamente entre la mala suerte y el atropello de la razón, de modo que su cuerpo es carne de cañón y su figura huele a hule.

En este momento, se encuentra en la UCI de un hospital madrileño, sedado y conectado a ventilación mecánica después de la muy grave cogida que sufrió el sábado en la plaza de Las Ventas a manos de un toro astifino de la ganadería de Valdefresno. Al entrar a matar, fue dramáticamente volteado y sufrió una herida en el muslo izquierdo con dos trayectorias, de 30 y 25 centímetros que secciona la vena femoral y las ramas colaterales. Intervenido en la enfermería de la plaza, fue trasladado al hospital San Francisco de Asís, donde volvió a ser operado de madrugada para una exploración más profunda de la herida y analizar posibles consecuencias en el nervio ciático y los riñones.

En fin, que Gonzalo Caballero está vivo de milagro, gracias a la profesionalidad del excelente equipo médico de la plaza de Madrid, que tuvo que utilizar hasta seis bolsas de sangre en la cura de urgencia, y que ahora espera que la larga rehabilitación no deje secuelas físicas en el torero.

De cualquier modo, Caballero es un caso extremadamente singular. Sobrado de valor, dotado de una fuerte personalidad en el ruedo y poseedor de un emocionante concepto del toreo, pertenece a ese reducido y peligroso grupo de toreros que desprende la permanente sensación de estar a merced del toro y, por tanto, cercano a la voltereta. Su corta trayectoria en festejos así lo demuestra.

Tras tomar la alternativa en Madrid en el otoño de 2015, sufrió una cogida grave en el muslo izquierdo en San Isidro del año siguiente; se salvó en 2017, pero volvió a caer herido en 2018 en la misma pierna y en el mismo ciclo ferial. Y en mayo de este año, otra vez en Madrid, un toro de de El Pilar lo mandó a la enfermería, también al entrar a matar, con una herida de 25 centímetros en el muslo izquierdo.

Reaparecía este sábado con la ilusión por las nubes y el sueño de salir por la Puerta Grande; de hecho, ese fue el deseo que le transmitió el cirujano de la enfermería, Máximo García-Padrós, en el brindis con el que el torero le agradeció las atenciones recibidas tras la cogida de San Isidro.

Pero le faltó tiempo a Caballero para verle la cara otra vez al médico, con el mismo traje de luces del pasado mayo, grana y oro, manchado de la mucha sangre que manaba a borbotones de su pierna.

Una pierna, el muslo izquierdo, que la tiene hecho un cristo, acribillada por las repetidas heridas que ha sufrido en la misma zona; una pierna que parece abonada a los astifinos pitones de los toros que Caballero suele lidiar cada vez que hace el paseíllo en Madrid.

Volverá, y ojalá que sea pronto, a los ruedos este torero que hasta ahora no ha tenido la compañía de la suerte; y que ha sido conocido por su estrecha amistad con la hija de la Infanta Elena, Victoria Federica, con quien se le ha atribuido un presunto noviazgo que no ha pasado de la rumorología popular.

La verdad es que son buenos amigos. Un conocido común le presentó un día a Felipe Juan Froilán, el primogénito de la hija del Rey emérito, con quien hubo química desde el principio, y, a continuación, apareció en escena Victoria. La simpatía inicial ha madurado en un afecto mutuo, cimentado, además, por la conocida afición taurina de los nietos de don Juan Carlos, que han heredado de su abuelo y su madre. Los dos hermanos, y especialmente, la joven Victoria, son fieles seguidores del torero y sufren desde el tendido cada vez que su amigo se viste de luces.

De todos modos, poco se habla últimamente de esta relación y no hay prueba gráfica de que Victoria Eugenia hubiera estado presente el sábado en la plaza de Las Ventas.

Sea como fuere, el que sí estuvo fue Gonzalo Caballero, que volvió de nuevo al lecho del dolor, y lucha para salir adelante y recuperar una carrera en la que ha puesto toda su ilusión, pero que, hasta el momento, no le ha ofrecido facilidades.

Ha toreado poco desde 2015, —no llega a los 30 festejos—, pero sigue mantenido el mismo sueño del primer día. Le persigue, no obstante, la mala suerte o atropella la razón en demasía, que no está claro.

Lo cierto es que es un torero valeroso e interesante para el aficionado; un torero que deberá replantearse su tauromaquia para dejar de ser carne de cañón. Oler a hule nunca ha sido un buen pasaporte para ser figura.

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