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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 25 de abril de 2021

El Toro: Conjunción armónica / por Pla Ventura


El toro bravo es una raza única en el mundo a la que, sus criadores o ganaderos, se esmeran durante cinco años para que dicho bicorne tenga una vida totalmente placentera para que, al salir a la plaza para ser lidiado tenga el ímpetu, la fuerza, la bravura y esa parte de terror tan necesaria para que el espectáculo esté revestido de esa emoción incalculable que, en honor a la verdad, tanto emociona a los espectadores.

Lo cuenta Pla Ventura: Conjunción armónica

Pla Ventura
Toros de Lidia / 24 abril, 2021
Si analizamos la tauromaquia como tal y nos adentramos en sus ancestros más hermosos, muy pronto comprenderemos la grandeza intrínseca que anida en este espectáculo, sencillamente porque en cada festejo, en toda lidia, se encuentran en la plaza dos seres extraños, uno racional y el otro irracional, incluso en muchas ocasiones con instinto asesino por parte del toro. Son el torero y el toro que, cada cual en su menester u obligación, tratan de ganar la batalla dentro del ruedo. Lo lógico es que gane la inteligencia del hombre ante la fuerza bruta del toro pero, como tantas veces se ha demostrado a lo largo de la historia, muchos han sido los toreros que han entregado su alma a Dios en el ejercicio de su arte.

No es tarea baladí este arte y, mucho menos, que dos seres antagónicos se enfrenten para dilucidar quién tiene la razón, el toro como un ser irracional, fiero, bravo y en ocasiones hasta asesino, o el torero que, pleno de arte y destreza quiere emocionar a sus correligionarios que no son otros que los aficionados que han acudido al recinto taurino para extasiarse con el arte de su ídolo. Hablar de toros, por tanto, es un ejercicio para el alma; una reconciliación con uno mismo tras admirar todo aquello que ha visto en el ruedo y con lo que ha quedado embelesado.

Convengamos que el toro no muere por ser asesinado; muere por defender cara su vida y porque, entre otras muchas razones, como todo animal, tiene que morir porque para ello es criado, como todos los brutos, eso sí, con la diferencia que la inmensa mayoría de los animales mueren de forma anónima, por momentos, hasta auspiciados por la crueldad de lo que representa ver morir a un cerdo antes de que nos comamos el rico jamón que tanto nos agrada en nuestro paladar.

El toro bravo es una raza única en el mundo a la que, sus criadores o ganaderos, se esmeran durante cinco años para que dicho bicorne tenga una vida totalmente placentera para que, al salir a la plaza para ser lidiado tenga el ímpetu, la fuerza, la bravura y esa parte de terror tan necesaria para que el espectáculo esté revestido de esa emoción incalculable que, en honor a la verdad, tanto emociona a los espectadores.

No hay acto de cobardía alguno en la lidia del toro; todo lo contrario, porque hay grandeza, valor, pureza, arrebato por parte del lidiador y, cuidado, sigo sosteniendo que todos los animales mueren de forma cobarde, menos el toro bravo que, antes de morir, hasta se le concede la oportunidad de ganar la batalla ante el torero y, algunos, por su nobleza, hasta se les perdona la vida para volver a las dehesas. ¿Qué otro animal en todo el globo terráqueo es criado para que, por su comportamiento que se le perdone la vida?

Entiendo, cosa lógica por aquello del respeto que profeso hacia todo el mundo, que existan personas que no les guste esta fiesta; para ellos mi respeto pero, a su vez, de ellos pido su comprensión ante los que, como yo, amamos este espectáculo que, desde siempre nos ha parecido muy emotivo. La llamada fiesta de los toros puede resultar bárbara para los ojos de los no aficionados, cosa que entiendo. Pero de igual modo entiendo que, más bárbaro que el boxeo no existe otro deporte en que dos seres humanos tratar de destrozarse uno contra el otro y muchos aficionados los siguen admirando; es cuestión del prisma de cada cual pero, por supuesto, que yo no firmaría documento alguno para que desapareciera el boxeo ni ninguna actividad donde el ser humano se sienta identificado.

El toro, como animal, es de una hermosura extraordinaria pero, esa belleza se torna todavía mucho mayor cuando entramos en las dehesas y vemos el ecosistema que producen los toros en las mismas. Es decir, sin el toro millones de hectáreas por todo el suelo español y en muchas partes del mundo, esos espacios serían puro matorral sin vida alguna porque, las ganaderías, además de criar toros, se cuida al medio ambiente, a los árboles que los hay por miles, a las plantas que allí hemos que crecen por millones; todo es pura fantasía gracias a la vida del toro que, sin pretenderlo es un auténtico cómplice de la naturaleza. Insisto que, sin este bello animal, esas fincas hermosas donde ahora pastan, de no existir el toro serían predios de secano que, en honor a la verdad, solo aportarían desdicha al medio ambiente.

Pese a todo, todavía seguimos siendo pasto de las críticas de los ignorantes, los que no respetan, los que no saben del medio ambiente, los que no razonan, los que por no saber, no saben que gracias al toro tenemos un ecosistema privilegiado que, insisto, de desaparecer el toro bravo de las dehesas, en ese mismo momento estaríamos firman nuestra sentencia de muerte en lo que la naturaleza compite.

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