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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 10 de febrero de 2022

MÉXICO. RECORDANDO A MANZANARES


Sinfonía torera del diestro alicantino en el toro de su despedida en La México, al que cortó la única oreja de aquella tarde de la que se cumplen veinticinco años.

Alfonso Ávila
AplausoS / 06 Febrero 2022

Con tres cuartos de entrada se efectuó la decimoséptima corrida de la Temporada Grande 96-97 en la Monumental Plaza México. Tarde nublada con ráfagas de viento que molestó a los toreros. Toros de Vicky de la Mora, desiguales de presentación y que acusaron debilidad en términos generales y un sobrero de regalo para Capetillo de De Santiago, de escasa presentación y manso. José María Manzanares cortó la única oreja de la tarde al toro de su despedida, mientras las faenas de los diestros mexicanos Guillermo Capetillo y Miguel Espinosa “Armillita” fueron silenciadas. El diestro alicantino  y Miguel Espinosa “Armillita” fueron ovacionados al término del paseíllo.

José María Manzanares no se acomodó con el capote en su débil primero, que tomó un solo puyazo. Atinada labor del subalterno español Luciano Núñez, que con un solo capotazo colocó al toro para después correrlo a una mano. José María Manzanares despachó pronto al animal, que no humillaba, destacando una tanda por el pitón derecho y bellos pases de pecho.

En el cuarto, el de su despedida de este coso, que atendía al nombre de Coquilla y que salía con las manos por delante y echando la cara arriba del capote del maestro, sobresalió una verónica enorme por el izquierdo y una media, un auténtico cartel de toros que caló hondo en este sensible público. Según contó Lily Colín para Aplausos:

“Manzanares brindó al diestro valenciano Enrique Ponce, presente en una barrera. Tras el suave y bello doblón inicial el astado se echó y el de Alicante dio cátedra de bien torear, qué tersura por ambos lados a la distancia justa que requería su enemigo y el tiempo que imprimió a las suertes y con qué solera, un trincherazo extraordinario llevándolo con la panza de la muleta, todo ello al son de las típicas golondrinas”.

Faena inspirada a un noble ejemplar, al que instrumentó una tanda de profundos y suaves derechazos; también una serie de acompasados naturales y ambas series, rematadas con magistrales pases de pecho. Finiquitó al ejemplar con una media ligeramente caída. El burel fue despedido con pitos, mientras que el alicantino fue premiado con una oreja y una paloma blanca que Manzanares lanzó al aire.

¡Adiós, maestro!

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