En las plazas de primer orden, pese al que le pese, siempre tendría que salir el toro como elemento definitorio que sirviera para examinar a los toreros y, a su vez, que palpásemos todos la diferencia que debe haber entre una plaza de primer rango y otras de menor nivel. Tarea baladí la nuestra al respecto de nuestro pensamiento. En Sevilla, una vez más, hemos visto la clase de toros que se han lidiado puesto que, salvo las dos corridas toristas, lo demás han sido puros esperpentos que, en ocasiones, como conté, eran novillos de Madrid. Pero en La Maestranza, aunque este año han avanzado un poquito, allí cabe todo, hasta varias puertas del Príncipe de auténtica broma. Y, como dije, si me pronuncio respecto a los toros que se lidiaron en Valencia, se me quitan las ganas de ir a los toros para siempre.
Ha bastado una sola corrida en Madrid, la del pasado dos de mayo con tintes goyescos para, en el peor de los casos, pudiésemos ver la autenticidad del toro, juego dado en la arena al margen de lo que digo. Es cierto que, los toros de Valdefresno en su conjunto no dieron el juego deseado aunque, no faltemos a la verdad y digamos que, un par de ejemplares eran de triunfo. Pero yo donde me quiero referir y enfatizar, todo a la vez, es en la presencia del toro puesto que, solo en Madrid se lidia el animal de primer rango y, los toros de la dehesa citada han sido el ejemplo de la más absoluta belleza y trapío si de un animal bravo hablamos. Como antes dije, si alguien se atreviera a comparar estos bicornes lidiados en Madrid con todo lo que se ha corrido en Sevilla, la guasa sería de escándalo. Por eso me enfada que califiquen como plazas a primera a cosos como el de Sevilla que, como es notorio, salvo las excepciones toristas que todos sabemos, allí se lidia el medio toro; vamos que, en Alicante salen las corridas con más trapío que en la capital hispalense.
No es menos cierto que, el toro auténtico por su trapío, pitones, comportamiento y demás secuencias de la lidia, no asusta por su tamaño que suele ser grande; lo que en verdad se les teme a dichos toros son las ideas que llevan dentro puesto que, los mismos, en Madrid, han dejado clara la retirada de Uceda Leal y, al mismo tiempo, que Fernando Robleño es merecedor de grandes y mejores oportunidades. Justamente frente a dichos animales se percibía desde muy lejos que un hombre se estaba jugando la vida de verdad, sin mácula, sin trampa ni cartón. Con esos bovinos hubiera querido yo ver los arrimones de Roca Rey que tanto alaban los revisteros actuales.
Y, cuidado, los toros a los que aludo, por mucho trapío que tengan, tanto como pitones, pueden embestir o todo lo contrario. ¿Qué pasa entonces? Muy sencillo. Que cuando un toro auténtico embiste puede proporcionarte un triunfo de escándalo y, si sale malo, ahí quiero ver yo a sus lidiadores. Esta es la diferencia de unos animales a otros puesto que, mientras el toro llamado comercial, el aborregado y pastueño, puede que no embista y te amargue la tarde como le sucedió días pasados a Juan Ortega en Sevilla, pero no dieron ninguna muestra de peligro. En la otra cara de la moneda, como explico, los tres toros de Robleño tuvieron muchas complicaciones y mucho que torear pero, el primero del diestro madrileño le pidió su credencial como torero, algo que el torero mostró con denodado orgullo.
--Nuestro «Alberto Korda» particular, el admirado Andrew Moore, con sus bellas imágenes nos muestra la auténtica verdad de lo explicado en este ensayo en el que dicen más las imágenes, que todas nuestras palabras.
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