la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 21 de mayo de 2024

Cal y arena de los Victorinos en Osuna / por Francisca García

Curro Díaz

"..Los Victorinos ofrecieron una tarde interesante porque son toros que tienen nervio, viveza, y por lo general bastante que torear. Si salen nobles nunca pierden esa chispa, ese riesgo latente que nunca se puede obviar.."

Apuntes al natural: 
Cal y arena de los Victorinos en Osuna

Los toros de Victorino Martín constituyen siempre un desafío para los toreros. Su viveza, su expresión, lo imprevisible de su comportamiento, hace que sólo los espadas avezados puedan ponerse con garantía de triunfo ante sus pitones. Se diría que solo los curtidos en mil batallas pueden lidiarlos con éxito. A sabiendas de ello, y una vez que la empresa de la plaza de Osuna quería contar con la famosa ganadería en su feria de mayo, determinó que nadie mejor que tres toreros con más de veinticinco años de alternativa, fueran los ideales para formar la terna y hacer de la corrida un verdadero espectáculo. Y así fue: Rafaelillo, Antonio Ferrera y Curro Díaz hicieron el paseíllo ayer en el coso de la plaza de toros de Osuna. Los dos primeros, expertos en la lidia de corridas duras y comprometidas (Antonio Ferrera, por ejemplo lleva estoqueados 82 toros de Victorino) y su experiencia no se podía desaprovechar, y Curro Díaz es un torero que puede con cualquier ganadería y su actitud ante los retos propicia que no le asusten las embestidas imprevisibles de los fieros Victorinos a los que ha desorejado no pocas veces.

Con la experiencia como distintivo, arrancó la corrida. Los Victorinos salieron bien presentados, con trapío, musculados como es costumbre, pero con mayor peso de lo habitual, aunque algo escasos de cara.

Abrió plaza el murciano Rafaelillo que se las tuvo que entender con un astado feo, pobre de pitones, de embestida imprevisible, lento, gazapón y peligroso al que echando mano de su oficio, tras doblarse con él no pudo sacarle mas que dos tandas de derechazos y con problemas. A la hora suprema lo mató de mala manera. Al cuarto, un toro un poco más manejable, lo recibió Rafaelillo con unos lances muy asentados tras una larga cambiada. El burel se portó bien en varas y le permitió una faenita voluntariosa diseñada casi en exclusiva con pases con la derecha. Mató de pinchazo hondo y descabello, paseando una oreja.

Antonio Ferrera vio salir por el chiquero un torazo, un auténtico tío con el que apenas pudo desplegar su capote azul que, además era de seda y se lo llevaba el viento desbaratando su disposición para los lances. El toro era peligroso. Se cambió con un puyazo que se quedó corto, se volvió pegajoso y no consiguió nada con él, optando por un trasteo rápido preparándolo para la muerte, que consiguió con varios pinchazos, estocada corta y descabellos.

El quinto fue un hermoso ejemplar pero escaso de pitones, noble en la embestida con el que Ferrera se lució con el capote. Peleó bien en varas y permitió al diestro una faena que comenzó con la mano derecha. La banda de música comenzó a tocar pero al minuto el torero hizo un gesto al director con el fin de que detuviera la acompasada melodía. Para mi asombro solicitó que se interpretara el pasodoble Nerva. Ya me parece discutible que un torero demande música, pero que la solicite a la carta lo encuentro absolutamente fuera de lugar. La banda se plegó sumisa. Antonio Ferrera, ya feliz con “su” Nerva, compuso una faena meritoria con derechazos y naturales, algunos de buena factura. El toro respondía con nobleza sin cansarse de embestir. Pero las demandas de Antonio Ferrera hacia los tendidos no habían terminado. En otro gesto censurable instó a que al público reclamara el indulto. Victorino Martín, que estaba en barrera, le indicó que matara al animal, pero él siguió toreando, haciendo caso omiso, es más, animó con llamativos aspavientos a que el público perseverara. El presidente, no accedió y se llegó a escuchar el segundo aviso. A la vista de lo irremediable, Ferrera se vio forzado a entrar a matar. Quizá deseaba ahorrarse ese riesgo, pero finalmente fue hábil y lo despachó de una estocada. Dos orejas y rabo para el diestro y vuelta al ruedo para el bravo y noble animal.

El tercer matador de la terna era Curro Díaz. A tenor del genio y las malas intenciones de los dos bureles que le precedieron, se intuía otra decepción. De salida, Curro desplegó su capote y le administró unas meritorias verónicas. Aunque se presagiaban en el astado pocas intenciones de embestir por derecho, el de Linares brindó al público, lo que hizo pensar que algo vería en él. En efecto se hizo rápidamente con el toro y pese a las dificultades que ofrecía, no se amilanó y ofreció una faena inteligente, cerca de las tablas, con ese gusto y ese arte que tiene para ligar pases en tandas excelentes, bien rematadas y con unos naturales soberbios. No puedo ni quiero ocultar mi pasión por Curro Díaz, pero la corrida, al ser televisada, llegó sin dudarlo a muchos miles de espectadores y con ello me eximo de describir lo que, en su meritoria, aunque corta faena, hizo el maestro. Con poderío y sin arredrarse ante las inciertas embestidas del encastado Victorino, entusiasmó al público plasmando los lances de mayor gusto y arte de toda la tarde. Mató de una estocada y cortó dos orejas.

Su segundo y último de la corrida, sin fuerza, inválido y descoordinado, salió doblando las manos y cayéndose a cada pase. Curro lo despachó con prontitud, fuertemente contrariado al haberse quedado sin un toro. Terminado el festejo, Antonio Ferrera y Curro Díaz salieron a hombros.

Los Victorinos ofrecieron una tarde interesante porque son toros que tienen nervio, viveza, y por lo general bastante que torear. Si salen nobles nunca pierden esa chispa, ese riesgo latente que nunca se puede obviar. Es notable, y a veces apasionante, ver cómo los hombres que se les enfrentan, con esfuerzo, oficio y sangre fría los dominan llegando en ocasiones a construir una obra de arte. Aplaudo cuánto de estas cualidades derrocharon los diestros que hicieron el paseíllo en Osuna, y lamento tener que reprobar los gestos antes comentados, dirigidos a obtener los mayores galardones, en quien, por su trayectoria, no necesitaría de ardides tan poco… edificantes. Me quedo con la seriedad y la rectitud que muestran aquellos profesionales que van por derecho.

Francisca García
Toros de Lidia / 2o de Mayo de 2024

No hay comentarios:

Publicar un comentario