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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 21 de diciembre de 2013

NECESITAMOS UNA NAVIDAD / Por Antolín Castro



Se ve: sacan al equino, alejan al astado y acercan los borreguitos a las figuras

NECESITAMOS UNA NAVIDAD

Antolín Castro
En el mundo del toro, quizá más que en ningún otro, necesitamos una Navidad. Muchos aspectos de la fiesta que agrupa ese mundo necesita urgentemente de una Navidad, de la Navidad misma.

Se necesita que venga el Mesías, no exactamente el llamado José Tomás, a redimirnos de todos los pecados. Un Mesías que con categoría de Rey ponga orden en todo, que sea la luz que oriente nuestro camino y nos de ejemplo todos los días y no solo una vez al año.

Si Jesús tras la Navidad real, llegó a vivir treinta y tres años, con una vida intensa encaminada a dejar testimonio de su paso por la tierra, en el mundo del toro llevamos más de treinta y tres donde los testimonios se producen con cuentagotas, o incluso parecen protagonizados por Satanás.

Hasta el espíritu de la Navidad falta últimamente, puesto mayormente de manifiesto en Sevilla, entre unos dos y otros cinco. Casualmente sus dígitos marcan el 25.

Son más las malas obras que las buenas; los ejemplos de los más profetas (figuras en el argot taurino) parece que en lugar de ir captando discípulos con su ejemplo los echan de su camino. Los panes y los peces en lugar de multiplicarse se los quedan ellos todos y no come nadie más que ellos. Una historia a la inversa de la que protagonizó Jesús.

Y ahí radica uno de sus principales males. Como lo quieren todo egoístamente para ellos, estos discípulos viven en la opulencia sin esfuerzo alguno, mientras dejan sin pan, hambrientos, a tantos que les gustaría ver la verdad y seguir al Mesías. Es más, cuando alguno por alguna razón escala posición, sigue su mismo ejemplo, quedándose con el pan y pidiéndose los mismos peces, pequeños, para digerirlos mejor.

Se necesita que nazca el que venga a salvar nuestra fiesta, el que purifique su rito, convirtiéndole en un sacrificio a favor de todos y no en beneficio propio. Y si es necesario morir en la cruz (en el ruedo) para redimir la propia existencia del rito y la de los discípulos, lo haga a mayor gloria propia y en beneficio de todos.

Pero del mismo modo que nadie, en su sano juicio, querría hoy que hubiera muerto Jesús, tampoco queremos que muera nadie por causa alguna, pero el simple hecho de estar dispuesto a pasar el calvario con la cruz a cuestas ya serviría para redimirnos a todos. 

Nacer para salvarnos es la señal. Ojalá lo podamos cantar y alabar en un futuro muy próximo. Mientras tanto, adoramos en el portal a un niño que es solo una figura y ante él colocados, en una muy mala posición, el caballo de picar y el astado. 

No es esa la forma de Mesías que esperamos, cómodo en su portal taurino, envuelto entre algodones, adorado por muchos y con los animales postrados a sus pies. Eso siempre se ha llamado adorar al becerro de oro, sin ánimo de ofender. Necesitamos un Mesías de verdad y con verdad. Necesitamos, nos urge, en el mundo del toro una Navidad.

Y esa Navidad es la que pronto me gustaría anunciarles y con ella poder felicitarles en plan taurino… pero con futuro.
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