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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 11 de junio de 2018

La Undécima de Rafael Nadal / por Juan Manuel Rodríguez



Para Rafa representar a España no es un trabajo, como lo fue durante años para Pep Guardiola, sino un emocionante orgullo, un orgullo de esos que deja sin aliento, de ahí justamente que él no sea sólo un deportista para nosotros sino mucho más y que todos queramos que siga ganando, acrecetando su leyenda, que ya golpea en el techo del monte Parnaso del deporte mundial.

La Undécima de Rafael Nadal

No sé si, como dijo Dominic Thiem nada más acabar el partido, se trata de la mayor hazaña jamás contada a lo largo de la historia del deporte, quizás no, lo que sí sé es que la conquista de La Undécima Copa de Roland Garros coloca a nuestro Rafael Nadal en la élite de los mejores deportistas de todos los tiempos y eleva al manacorí al número uno indiscutible del deporte español. Dudo mucho que, tal y como ironizó con bastante gracia la cuenta oficial de Twitter de Tennis Legend, Rafa, a punto de contraer matrimonio con Xisca, cierre con éxito a los 62 años su 40º torneo parisino. En 2048 Nadal será lo que quiera ser, ministro de Cultura y Deporte, presidente del Gobierno o Rey de España, pero seguro que no será tenista profesional.

Es cierto que Nadal y Roland Garros viven una maravillosa historia de amor desde hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo; a Thiem por ejemplo, que le ganó hace poco en Madrid, se lo merendó sin demasiadas contemplaciones en la Philippe- Chatrier en menos que canta un gallo y, por si fuera poco, con un dedo de la mano acalambrado, pero los años no pasan en balde y probablemente Rafa esté apurando ya los últimos como profesional del tenis. En la parrafada de Thiem posterior a la final, que fue muy elogiosa desde cualquier punto de vista, hubo algo que me hizo darme cuenta de que esto se está acabando y que Nadal será eterno pero no jugará eternamente al tenis, y fue cuando el austríaco dijo que cuando Rafa ganó su primer Roland Garros él tenía 11 años. En 2005 Nadal asaltó París con aquella pinta suya de indio cherokee que amenazaba con no dejar piedra sobre piedra en el geriátrico galo. Hoy Rafa es el veterano, la leyenda, el emblema. Carpe Diem.

Lo que me lleva a concluir que, como sucedió por ejemplo con Miguel Indurain, lo que debemos hacer los españoles de bien (porque también los hay de mal) es disfrutar del momento, disfrutar con cada una de las gestas de Rafael Nadal como si todo fuera a acabarse mañana. Porque, además, Rafa exporta una imagen nuestra tan potente, tan ilusionante, tan indestructible, que ningún podemita de tres al cuarto estará nunca en disposición siquiera de hacerla tiritar. Para Rafa representar a España no es un trabajo, como lo fue durante años para Pep Guardiola, sino un emocionante orgullo, un orgullo de esos que deja sin aliento, de ahí justamente que él no sea sólo un deportista para nosotros sino mucho más y que todos queramos que siga ganando, acrecetando su leyenda, que ya golpea en el techo del monte Parnaso del deporte mundial.

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