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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 19 de marzo de 2022

La alegría de la huerta / por Paco Delgado

 Caricatura de Vicente Ruis "El Soro"

El sorismo, surgido en la huerta, se expandía como mancha de aceite por todo el orbe taurino. Y tras Valencia, rendida incondicionalmente desde el primer día, muchas fueron las plazas conquistadas por esta revolución, que, a base de un entusiasmo contagioso, se hizo fuerte y terminó convertida en religión para muchos.

La alegría de la huerta

Paco Delgado
Burladero / 18 de marzo de 2022
El día 14 de marzo se cumplieron cuarenta años de la alternativa de Vicente Ruiz. El Soro, que supuso una revolución para la plaza de Valencia, cuatro décadas después sigue siendo algo muy importante para la afición valenciana.

Terminaba la década de los setenta del pasado siglo -años decisivos e importantísimos para España- con grandes esperanzas y no pocos temores ante lo que la historia iba a deparar a este país que transitaba de la dictadura a la democracia.

En Valencia, y en el aspecto meramente taurino, el panorama era sombrío y desalentador. El público, desencantado y aburrido, había dado la espalda a la plaza y pocos eran los nombres atractivos o que despertasen grandes entusiasmos.

Hasta que en una desencajonada -era el año 1978- la actuación de un chaval que salió como sobresaliente, corrió de boca en boca. No es que lo hecho por aquel muchacho, regordete y achaparrado, fuese el no va más del toreo, pero sí que tuvo la virtud de despertar a una afición por entonces aletargada.

Poco después se le repetía y de nuevo lo hecho por aquel muchacho de Foyos tuvo la virtud de entusiasmar no sólo a los muchísimos seguidores que le acompañaban desde su pueblo y alrededores, sino a todos cuantos abarrotaban los tendidos de un coso de Monleón que se aprestaba a revivir tiempos gloriosos.

A sangre y fuego -su técnica no era precisamente depurada ni su calidad prodigiosa- se esforzó por hacerse valer y casi cuatro años después de aquella desencajonada, El Soro se convertía en matador de toros. Atrás quedaba un auténtico calvario de golpes, porrazos y cornadas. Pero por delante el horizonte no era fácil. Sin embargo había algo a su favor: su confianza inquebrantable en sí mismo y la simpatía que despertaba en toda clase de públicos.

El sorismo, surgido en la huerta, se expandía como mancha de aceite por todo el orbe taurino. Y tras Valencia, rendida incondicionalmente desde el primer día, muchas fueron las plazas conquistadas por esta revolución, que, a base de un entusiasmo contagioso, se hizo fuerte y terminó convertida en religión para muchos.

Cuarenta años más tarde, y con el torero alejado de los ruedos durante casi veinte -una maldita lesión de rodilla le apartó del toreo cuando había madurado, asentado su estilo y reposado sus maneras- no sólo en Foyos se ve por los ojos de El Soro, un torero que llegó a tener más de cien peñas a su nombre por todo el mundo.

También, no obstante, fueron  muchos los que le discutieron sus formas, criticaron su desparpajo y pitaron sus modos -quien no tenga detractores no puede considerarse un triunfador-, pero esas opiniones en contra, lejos de hacer mella en su ánimo, le sirvieron para ir puliendo defectos y corrigiendo fallos.

Vivo y vistoso como una falla, hizo del tercio de banderillas santo y seña, dejando para la historia varias patentes -el molinillo, la moviola...-, recorriendo España y América con el cartel de los matadores banderilleros, lo que le dio no sólo fama y dinero sino oficio y sitio, logrando a lo largo de su carrera cortar más de mil orejas en los casi ochocientos -setecientos ochenta y dos- festejos mayores en los que intervino, lo que da una proporción de más de una oreja por función y habla de su popularidad y tirón en el público.

Ahora, cuarenta años después añade un plus a su historial: su ejercicio de superación, fe y sacrificio que le permitió hacer realidad su sueño: volver a torear en público y vestido de luces. Y hacerlo de nuevo en Valencia. Fueron sólo cinco festejos repartidos en tres temporadas -2014, 2015 y 2016- pero que agrandan de manera notable su dimensión.

Cuatro décadas más tarde, el sorismo sigue vivo. Y desde el norte de la ciudad de Valencia se deja sentir aun la alegría de la huerta.

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