Se nos van, se nos han ido muchos toreros en estos inicios del año. Quizá no encontremos un comienzo de año en el que los paseíllos celestiales hayan sido tan masivos.
Jaime Ostos, Calatraveño, Joaquín Bernadó, Gabriel de la Casa y, el más reciente, Manuel Amador. Todos toreros muy queridos por la afición, dado el valor que atesoraban y sus virtudes toreras.
Seguramente ninguno ocupará las páginas de oro de la Tauromaquia, pero sí llenaron hondamente el corazón de los aficionados de una de las épocas más fecundas del toreo.
El final de los años cincuenta, y mucho más la de los sesenta, del pasado siglo, se vivieron muchas alternativas de toreros muy capaces. Por la vía del arrojo o tocados por la varita de la magia, surgieron toreros que llenaron una de las épocas más brillantes del toreo.
Y podían nacer en la clásica Andalucía, pero también en Cataluña o Castilla la Mancha, no había rincón de España que no fuera capaz de parir un torero.
Con todos ellos compartí mis inicios de aficionado, en ellos admiré la pureza, el valor o, sencillamente, la torería. Todos me impregnaron los fundamentos y valores de los que se nutrió debidamente mi afición, llegando a contar con mi admiración.
Hoy, cuando todos ellos nos han dicho adiós, me siento afortunado de haberles podido ver torear en muchas ocasiones y, en algún caso, haber podido compartir tribuna para hablar de nuestra pasión por los toros.
Vayan desde aquí estas letras de agradecimiento a cuanto nos dieron, a cuanto me dieron como aficionado, un homenaje sincero y debido Sus formas toreras, su forma de entender y defender la Fiesta, enfrentándose a todo tipo de toros y encastes, obsequiándonos con sus mejores cualidades, quedarán para siempre en mi recuerdo, en nuestro recuerdo.
Allá en el cielo compartirán paseíllos y tertulias que, sin duda, podrán enriquecer aún más sus brillantes carreras. Los aficionados, seguro, no les vamos a olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario