"...Con sus tres campanadas de hoy, Borja Jiménez ha dado un golpe de mano en el toreo en este final de temporada para contradecir a aquellos que siempre se meten con los «ogros» de Madrid a los que se amansa como corderos cuando se presenta ante ellos la verdad descarnada y la sinceridad del toreo, sin trampas y ejecutado ante toros de respeto..."
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
¡Vaya Feria de Otoño que se nos ha quedado! Tras la charlotada de Julián arrastrándose a por su Puerta Grande de metacrilato, de la que nadie echa cuentas, ahí tenemos los dos mansos de anteayer, los de Ureña y Castella, y hoy otra gran tarde de toros de la mano de Victorino (siempre Victorino) y de Borja Jiménez, que se ha metido a Madrid en el bolsillo, demostrando lo fácil que es poner a todos de acuerdo sin tejemanejes, argucias y triquiñuelas.
Victorino nos puso las cosas en su sitio en la última Corrida de la Prensa, junio de este año, otra vez más trayendo a Madrid seis toros de lidia que no regalaban nada y que dictaron sus temas de manera explícita apelando a la seriedad, las dificultades y el trapío. Ya es bien sabido que el hijo del paleto, señor con estudios y buena educación, tiene alrededor a algún tropel de aficionados que le miran con lupa y le escrutan con ojo de entomólogo, con la finalidad de acabar diciendo que éste no es como el padre y que la ganadería se va, poco a poco, al perdedero. Evidentemente Victorino Martín, criado a los pechos del mejor ganadero de bravo que hemos conocido en nuestra vida de afición, mantiene la ganadería en la mano y cuando reseña para Madrid, su Plaza fetiche en la que se ha creado y cimentado su leyenda, no da puntada sin hilo. Baste el corridón de junio al que nos referíamos más arriba para que se vea claramente que él calla bocas cuando quiere, porque puede.
Viene esto a cuento de que algunos de sus toros, una corrida in crescendo, recibieron ciertos silbos y muestras de desaprobación, especialmente el primero, que tampoco era un Hércules en su fortaleza, pero que a la primera de cambio que vio descubierto a Román le soltó una cornada de aúpa, que ahí estaba el hombre con la pierna derecha chorreando sangre mientras el toro le lanzaba otro gañafón de idéntica factura e intención que el primero, sólo que éste no prendió. El Victorino no le perdonó, y eso es lo que tienen los toros cuando son toros.
La corrida estuvo protagonizada, por la parte taurina, por Gardacho, Paquecreas, Gallareto, Patero, Plazuelo y Venadito, con los números 57, 46, 75, 47, 22 y 48, y por la parte torera por Borja Jiménez, con 31 años de ansia de triunfo. Y antes de seguir digamos que para muchos, en los que me incluyo, la parte más cansina de esta corrida era la que representaba Borja Jiménez, con lo cual se demuestra una vez más que, en los toros, los prejuicios los puedes dejar en un cajón de tu casa antes de bajar a la Plaza, porque las cosas que ocurren durante la corrida pueden dar la vuelta como un guante a la opinión más cimentada o a la más estúpida (en este caso la mía).
Desde la salida de su primero se pudieron apreciar bien claramente las ganas con las que venía a Las Ventas el de Espartinas, que comenzó bregando a Paqueveas hacia los medios con gran seguridad y maestría, rematando con una airosa media verónica que le granjeó sinceros aplausos. No nos extasiaremos en el tercio de varas, que no fue de los de contar a los nietos, y vámonos directamente a la faena de muleta que el torero comienza con la derecha, basto, espatarrado y muy convencido aguantando las incertidumbres del Victorino, que entraba con energía a los cites y que enviaba presagios funestos, ante los que Jiménez no se arredró, bien al contrario buscó de manera ostensible la rectitud frente al toro y, con un uso de la franela basado en el oficio, fue haciéndose con el toro, que sólo hallaba muleta, muleta y muleta ante él. A lo largo de todos estos muletazos a más con la derecha se iba viendo cómo Jiménez iba creciendo y cuando se pasa la muleta a la izquierda pone a la Plaza en pie con naturales magníficos propuestos desde la más ortodoxa rectitud, cruzando al pitón contrario y resolviéndolos con trazo largo y gran torería, enroscándose al toro alrededor, templando de manera excelente la embestida de Paquecreas y sometiendo su embestida con arte y oficio. El toro se le entrega y tras unos adornos para levantar el ambiente después de ir a por el estoque cobra una media estocada tendida que sirve para que la Plaza pida la oreja, que don Víctor Oliver concede.
Al hilo de esto hoy llamó mucho la atención lo que rompe el ritmo de una faena tan intensa y tan compacta eso de tener que abandonar en medio de la pista a la pareja de baile para ir al ambigú (esto es de don Antonio Díaz Cañabate, no mío) y volver al rato a rematar la cosa. Hoy se echó de menos que el diestro portase el acero de verdad y hubiera rematado su faena en el sitio que la había armado, sin solución de continuidad. En cualquier caso el acuerdo sobre la actuación del torero fue unánime, para demostrar que Madrid se entrega al que viene de frente.
Su segundo es Patero, que habría sido el segundo de Román, quien no sale de la enfermería con el fuerte tabaco que lleva. De nuevo ahí se planta Borja Jiménez con su capote a pararle y a salirse con él a los medios bregando al toro por bajo con enorme mando y buen uso del percal. El toro, de esos negros ibarreños que a veces suelta la casa, era de los que meten miedo por su mirada hueca, su armadura y su presencia, y luego el comportamiento reservón, rebrincado y pegajoso, sin dar una sola facilidad, pero Jiménez entiende al toro y le aleja de sí con poderosa muleta, para que no se le eche encima (como le había pasado a Valadez con su primero) y así abrir espacio en el que poder plantear el cite. El toro no regala ni media embestida y todo tiene que hacerlo el de Espartinas, que basa el inicio de su faena en la izquierda, tirando del toro, dibujando el trazo curvilíneo hecho por el torero a base de mando. De nuevo emoción a raudales por la colocación y la verdad que pone Borja Jiménez, para cuajarlo después con la derecha en toreo a más y rematar con cuatro naturales, dos de ellos extraordinarios, mirando al tendido que le ovacionaba puesto en pie. Un aviso, una nueva media estocada tendida, idéntica a la que cobró con su primero, y un certero descabello le valen la petición de la oreja que don Víctor Oliver acepta con la exhibición del trapo ése, más o menos blanco, que tienen en la Presidencia.
Ya tiene Jiménez abierta la Puerta Grande de Madrid y, pese a eso, decide irse a porta gayola a recibir a Plazuelo, que siendo el quinto se lidia en sexto lugar al haberse corrido turno. Ahí frente a chiqueros se marcó una media verónica digna de Ruano Llopis y una revolera inspirada y leve. El toro es el que más netamente cumplió en varas, siendo picado por Juan Francisco Peña con buenas mañas. Luego comienza Jiménez su faena con ayudados y con la pierna flexionada, en los que se hace con el toro y de nuevo se encuentra, en plenitud, con la magia de que todo lo que intenta le sale. El toro es el mejor para la muleta, lo cual no quiere decir que fuera la perra amaestrada nuestra de cada día, y Jiménez vuelve de nuevo a colocar sus ganas en otro trasteo emocionante en el que vuelve a reiterar su lección de colocación, comenzando con la derecha y elevando el diapasón en las tandas con la zurda, con tres naturales excelsos, de nuevo de óptima colocación, muy jaleados. Luego, vuelta a la derecha, con la Plaza entregada a él y como final unos mandones ayudados por bajo antes de cobrar su tercera media estocada tendida.
Con sus tres campanadas de hoy, Borja Jiménez ha dado un golpe de mano en el toreo en este final de temporada para contradecir a aquellos que siempre se meten con los «ogros» de Madrid a los que se amansa como corderos cuando se presenta ante ellos la verdad descarnada y la sinceridad del toreo, sin trampas y ejecutado ante toros de respeto. Con tres buenas estocadas estaríamos hablando de una tarde “histórica” como les gusta decir a las gentes por ahí. Lo indudable es que Borja Jiménez ha irrumpido como un vendaval en esta gerontocracia taurina llena de viejunos que se resisten a retirarse, aunque ya nada tengan que ofrecer más que su decadencia, y que lo ha hecho basándose en lo que son los cimientos del toreo inmortal: la verdad en el cite, el toreo de arriba hacia abajo y de delante hacia atrás, el mando, la torería, el oficio al servicio del buen toreo… El jueves, si Dios quiere, le veremos en Zaragoza.
Leo Valadez se dio cuenta esta tarde de que no es lo mismo los Fuente Ymbro de mayo que estos Victorinos de octubre. Estuvo como pudo y baste esto. Román intentó acabar su faena con la cornada en la pierna, valerosamente, y cobró su estocada antes de que le sacasen en brazos camino de la enfermería.
Borja Jiménez
ANDREW MOORE
Lo de Román
FIN
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