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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 28 de mayo de 2024

Dios nos libre de un toro bravo / por Pla Ventura

 

"..nadie puede saber lo que se suda frente a un toro bravo y encastado; tanto en el cuerpo como en el alma. En el cuerpo por el esfuerzo titánico que tiene que hacer  el diestro cuando ocurre semejante circunstancia y, en alma, al pesar que tienes enfrente al toro que siempre soñaste y no puede irse sin torearlo como Dios manda.." (Juan Belmonte)

Dios nos libre de un toro bravo

Pla Ventura
Toros de Lidia/27 mayo, 2024
La sentencia, como sabemos, era de Juan Belmonte y, como se adivina, el trianero sabía lo que decía, mejor que nadie porque era protagonista auténtico entre la torería y, para su suerte, le cayeron en fortuna algunos toros bravos y, como él confesara, nadie puede saber lo que se suda frente a un toro bravo y encastado; tanto en el cuerpo como en el alma. En el cuerpo por el esfuerzo titánico que tiene que hacer  el diestro cuando ocurre semejante circunstancia y, en alma, al pesar que tienes enfrente al toro que siempre soñaste y no puede irse sin torearlo como Dios manda.

Claro, aplicando el aserto de Juan Belmonte es cuando comprendo de dónde viene el asunto puesto que, toros, a diario, salen de distinta condición y, en muchas ocasiones, ese bicorne que no proporciona triunfo alguno, especialmente a las figuras, es algo que les viene como anillo al dedo; no hay motivos para juzgarles con saña porque si el toro no ha valido, poco más puede hacer el espada de turno. Incluso, muchos toros, sin ser el paradigma de lo  soñado, se les puede torear y triunfar en mayor o menor medida pero, de vez en cuando sale ese toro de bandera y, es ahí donde todo el mundo quiere ver la capacidad del torero.

Cuidado que, cuando le damos el calificativo de un toro de bandera a un animal lidiado en una determinada plaza, no estamos diciendo que sea un toro de carril, ni tampoco malo; es, como digo, el toro soñado que te ofrece unas embestidas encastadísimas para las que hay que estar preparado, yo diría que más que en el cuerpo, mejor en el alma. Pero amigo, la casta suele ser traicionera, de eso saben mucho las figuras del toreo, razón por la que huyen despavoridos ante todas aquellas ganaderías que se les supone un punto de casta que hace que el diestro tenga que esforzarse más de lo debido. Evita la ocasión y evitarás el peligro, es el eslogan que ellos se aplican y todos tan contentos.

El púbico de toros, ante todo, con más o menos sabiduría, lo que si sabe es respetar al torero y, si el toro resulta ilidiable se guarda un silencio sepulcral y todos contentos. Ya no hay broncas como las de antaño; primero porque a los toreros humildes le sale un tipo de toro por los chiqueros que, hasta el más tonto del lugar sabe que el hombre se está jugando la vida. Y respecto al toro digamos de apariencia normal, lo que lidian siempre las figuras, si sale el animalito santificado se le hace la faena bonita y mañana más; si por el contrario no vale, el torero lo intenta, la gente lo comprende y no hay motivo para la bronca. Claro que, las broncas, en este caso, tendrían que empezar en el paseíllo a sabiendas de que, los poderosos se enfrentarán a las divisas de costumbre que, rara vez pondrán en aprieto alguno al protagonista vestido de luces.

Cierto es que, como el destino suele ser cruel y caprichoso, de vez en cuando, algún torero humilde se encuentra con la salvedad antes dicha del toro bravo y encastado y, de repente, sin que nadie lo perciba, empiezan los problemas. Es el caso de Francisco de Manuel que, para su infelicidad, ante una corrida ilidiable de Baltasar Ibán, salió el toro que soñamos todos los aficionados. ¿Qué pasó entonces? Lo que suele ocurrir en estos casos. De Manuel seguirá maldiciendo aquella corrida que, de haber salido los seis toros complicadísimos como fueron todos a excepción del aludido, el chaval hubiera quedado en el mismo lugar que ocupaba, pero, reitero, el destino fue cruel con él, incluso con una saña desmedida.

Lo digo porque, para su desdicha, le tocó otro Bastonito, como el que lidiara César Rincón en Madrid en los años noventa, un toro que terminó de consolidar al colombiano como la auténtica figura del toreo que ya era, tras haber salido cuatro veces por la puerta grande de Madrid en una sola temporada.

Como dije en la crónica, negar que De Manuel toreó muy bien sería faltar a la verdad, pero algo falló para que, aquel animal que llevaba un cortijo en cada pitón se marchó al otro mundo dejando a Francisco de Manuel en peor lugar del que se encontraba antes del paseíllo. Es cierto que, la estocada fue defectuosa, incluso un par de descabellos pero, de haber sido la faena soñada, el premio hubiera sido otro, por ejemplo, una aclamadísima vuelta al ruedo que, como se comprobó nadie pidió y, lo que es peor, tras arrastrar al toro apenas sonaron unas leves palmas. Estoy convencido de que a la faena le faltó el canto de un papel de fumar para convertirse en grandiosa pero, se esfumó el papel y la faena. Hay que empezar de nuevo, el problema será encontrar otra plaza para hacerlo.

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