Los jandillas de El Parralejo, cinqueños, hechos, de respetable romana, 584 kilos promedio, dos por encima de 600. Parecieron salir a confirmar, después del petardo de sus parientes en la reciente feria de Sevilla, que no es el año de la familia. Su docilidad a duras penas puedo ser transportada de mala gana por la carencia de fuerza. Que como es cosa manida los hacía, intermitentes, defensivos, cabeceadores y aburridos. Sobre todo aburridos. Lástima el empaque, lástima la fiesta, lástima la expectativa que casi revienta la catedral. Mucha chulapa y chulapo, mucha alegría inicial y mucho desencanto final.
Pero no solo fueron culpables los toros, que como casi siempre salen inculpados, fácil, la contraparte se lleva gran porción de culpa. Todo toro tiene su lidia y la unidad ética y estética del toreo no es la suerte, ni la tanda, ni el tercio. Es la faena. De principio a fin, que tiene como finalidad única, el honorable sacrificio del animal sagrado. Y esta tarde del patrono, estuvo llena de plausibles suertes sueltas, incluso de algunas tandas de ovación, pero de ninguna faena completa, porque a todos los toros se les dio una muerte indigna. Cinco bajonazos. Solo el tercero se salvó, de ver sus bajos heridos, pues como en previsión se tiró al suelo con dos pinchazos. ¿Culpa de ellos?
Como de costumbre el público no fue unánime. Entre los petardeadores de oficio y los aplaudidores vocacionales la democrática mayoría navegó la tarde con respetuosa desilusión, a veces rota en aplausos más esperanzados que emocionados.
Los mejores momentos los propició Miguel Ángel Perera, en sus dos turnos. Poquitos con la capa. Dos verónicas y media al segundo y cuatro y dos medias al cuarto. Qué tampoco es que fueran reminiscencias de Curro Puya. Y no fueron más, no porque los toros no se dejasen, como se acostumbra decir y escribir, sino porque no quiso o no pudo. No es posible ignorar la honrosa historia del extremeño, veinte años de matador y en figura, ahí y allá. Ni tampoco que ha sido uno de los recios herederos de la quietud (con todas sus implicaciones), del ojedismo digamos mejor. Y algo de eso pintó en sus dos bregas. Potenciando la nobleza insulsa. En una, por naturales y dos forzados semicirculares promediando, y en la otra, que había iniciado de rodillas en los medios con seis en redondo, uno de pecho y otro ya en pie, cuando en respuesta a los trinos que exigían además de mando y ligazón, más cruce, se plantó en el pitón contrario para cinco naturales y uno de pecho que fueron como una catilinaria. Sonó el aviso sin haber igualado y lo ignoró con tres buenas derechas y el remate lucido. Pero como hemos venido diciendo, su segundo bajonazo de la tarde lo puso en manos de sus malquerientes. Sin excusas.
Paco Ureña, no estuvo a la altura de sí mismo. Nunca miente. Pero sus duras y tristes verdades que conmocionan la gente tampoco afloraron hoy en el mar de espesa inexpresividad de su lote. Todo pareció trabajoso, e inconcluso. Quizá dos contundentes pases de pecho tras de ocho naturales en tres partes fueron la excepción y como ya dijimos el tercero se le rindió sin estoquearlo y el quinto pues murió bajamente.
El confirmante cacereño Alejandro Fermín, gozó de la benevolencia acostumbrada en Madrid con los modestos, y lo era comparado con sus alternantes. El de la ceremonia “Escultor” número 76, negro de 591 kilos, opuso toda su renuencia y desgano para aguarle la efeméride. De a tres, de a dos, de a uno le fue pasando hasta llegar al trágico epílogo. Pinchazo fuera de sitio, estocada baja inocua, un aviso y un descabello certero. Lo mejor. El sexto fue una mole, 628 kilos, a la cual después de larga porfía derecha, le descubrió un obediente pitón izquierdo, con el que se hubiese podido volver rico, pero al que apenas logró ligar cinco veces algo precavidas y al momento de cobrar se le cayó. Como para no desentonar con sus padrinos, cerró la fiesta sacra, poniendo el acero por debajo de la línea de flotación, que hundió al torete como el torpedo inglés al acorazado Bismark frente a la costa francesa.
FICHA DEL FESTEJO
Madrid. Miércoles 15 de mayo 2024. Plaza de Las Ventas. 5ª de San Isidro. Nubes. Casi lleno. Seis toros de Parralejo, cinqueños 584 kilos promedio, bien presentados y sosos
Miguel Ángel Perera, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Paco Ureña, silencio y silencio.
Alejandro Fermín (confirma), silencio y silencio tras aviso.
Incidencias: Saludaron Fini y Vicente Herrera tras parear el 4º. El toro de la confirmación fue “Escultor”, número 76, negro cinqueño de 591 kilos.
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