¿Cuál será la razón de que estos de Plaza1 programen un año sí y otro también una corrida de toros de El Parralejo en el día de San Isidro? La explicación primera que se viene a la cabeza es que de esa manera es como ellos, en su saber y entender, quieren homenajear a los bueyes que araban y realizaban la labor mientras San Isidro oraba y por eso, en vez de seleccionar alguna ganadería indómita, de esos toros que venden cara su vida...
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
¿Cuál será la razón de que estos de Plaza1 programen un año sí y otro también una corrida de toros de El Parralejo en el día de San Isidro? La explicación primera que se viene a la cabeza es que de esa manera es como ellos, en su saber y entender, quieren homenajear a los bueyes que araban y realizaban la labor mientras San Isidro oraba y por eso, en vez de seleccionar alguna ganadería indómita, de esos toros que venden cara su vida, prefieren buscar estos de medio pelo que, dentro de la llamada «cabaña brava», se aproximan más a los que desarrollan su vida laboral uncidos por el yugo. Hay una buena nueva y ésta es que en el año presente la corrida ha pasado entera y no ha sido necesario remendarla con lo que hubiera por ahí, como ocurrió el año pasado, cosa que contentará a su ganadero, que es la Corporación Andaluza de Desarrollo e Inversiones, S.L. Ese ateneo envió a Madrid cinco animales herrados en el 18 y uno del 19 de diversas formas y hechuras siendo el más desagradable a la vista una especie de vaco que salió en segundo lugar, Hostelero, número 27, que vino a demostrar que en esto de los toros también ha llegado la moda ésa del género fluido. El encierro o bandada de Parralejos vino con diversidad de carnes, que oscilaron entre los 542 kilos del más chico y los 628 del más grande, pesos de la báscula ojimetril venteña, lo que quiere decir que cuando los montaron al camión para traerlos a Madrid desde Huelva hubo que fijarse bien en el orden y colocación dentro de los cajones para equilibrar la estiba del vehículo y evitar inconvenientes desplazamientos de la carga durante el transporte.
Y si en lo de los kilos los de El Parralejo eran una montaña rusa, en lo de la presencia no te digo: uno de lomo recto, otro sin remate, otro de arriba hacia abajo, otro que lo mismo, otro atacadito de kilos, otro grande y degollado… lo que se dice una heterogénea variedad de aspectos que no tendían a lo armónico ni a lo afinado sino más bien a lo estridente y a lo destemplado. Y del comportamiento con la cosa equina lo mismo, porque los únicos que medio cumplieron fueron el grandullón del sexto, al que Santiago Chamorro agarró bien y no le castigó en demasía, y el flan Dhul del segundo, pero ahí estaban al quite sus cuatro hermanos para demostrar a base de arreones, escapatorias a la carrera y otras señas inequívocas su descaste y su mansedumbre. Y ya, si hablamos de la cosa de las fuerzas, tampoco es que fueran unos Hércules, que el primero de Ureña, Hostelero, número 27, se pegó una costalada tan largo como era que parecía que estaba a echarse la siesta. En conjunto, no merece la pena demorarse más con las señas que se han dado, para concluir que lo que nos ha echado la Corporación Andaluza ha sido una gran birria.
¿Cuál será la razón de que estos de Plaza1 programen un año sí y otro también a Miguel Ángel Perera en el día de San Isidro? Revisando las diversas hagiografías del Santo labrador, desde el Códice de San Isidro hasta la Vida de San Isidro Labrador de Alonso de Villegas, pasando por la Vida y milagros del glorioso San Isidro el Labrador de Jaime Bleda no hallamos milagro del santo relacionado con asuntos de fastidio o matraca, por lo que se nos escapa cuál pueda ser el motivo de fondo que relacione al Santo con el torero de La Puebla del Prior, cuyo santo Patrón es San Esteban. Algún motivo habrá, digo yo; y como no puede faltar, siempre que se anuncia uno con veinte años de alternativa a cuestas, hay que traer carne joven para el fastidio de matar al primero de la tarde. Como esas prostitutas viejas que se dedican a reclutar jovencitas para su inicuo comercio, ahí vamos viendo cómo buscan por doquier a alguno que pueda ir por delante, echándole de manera vil a la trituradora de carne y de ilusiones. Hoy ese triste papel le correspondió al cacereño Alejandro Fermín, con el bagaje de un tabaco gordo y cuatro festejos el año pasado, que esto es lo que hay y no hay más cera que la que arde.
Entremedias de ese arco estaba, dieciocho años de alternativa, Paco Ureña, sobre el que conviene detenerse un poco, pues es harto incomprensible que un hombre con la calidad del toreo que atesora, con la seriedad de los compromisos que ha ido aceptando en su carrera, con el prólogo magistral de sus faenas de hace tan poco tiempo en Sevilla y en Valencia siga siendo una especie de «apestado» para la crónica taurina y para las empresas. Ureña, en eso recuerda a El Cid, se tiene que ganar los contratos en cada corrida, una a una, reivindicarse en cada una de sus actuaciones y empujar cada tarde su piedra cuesta arriba por la montaña para que, antes de llegar a la cima, vuelva a rodar hacia abajo una y otra vez.
Hasta el más descuidado lector se habrá dado cuenta a estas alturas que toda la cháchara de ahí arriba sirve, principalmente, para ir componiendo el folio, dado que los avatares de la tarde no dan para llenar, como diría el inolvidable Manolo Gallarín (qDg) «una página del Cossío».
Miguel Ángel Perera volvió a darnos otra nueva vuelta de tuerca de su tauromaquia plúmbea. ¿Qué queda de aquél Perera de 2008? ¿No es capaz este hombre de rebobinar su vida taurina y mirarse a sí mismo en sus orígenes, en aquella frescura y aquella profundidad incuestionables? ¿Cómo ha devenido su toreo en este Día de la Marmota? Nadie duda de su solvencia técnica, de su oficio. El que quiera disfrutar de eso, ahí tiene la faena a su primero de la tarde, tan pulcra como falta de emoción, trayendo al toro de acá para allá lo suficientemente por las afueras como para no pasar sustos. En el antiguo Museo de Ciencias de Londres se exhibía una maqueta de la manera en que funciona un motor de explosión: moviendo una palanca se veía subir y bajar los cilindros, la compresión la expansión, el pistón, la admisión… la perfección técnica de ese artilugio. Pues Perera es lo mismo: como si te sientas a ver durante un buen rato el motorcito aquél que nunca fallaba, pero que no conseguía provocar emoción alguna. Luego, con la espada, se ha acercado de manera al reverso tenebroso del julipié. En su segundo, lo mismo del motorcito, sólo que como al toro le falló el suyo propio, todo el tinglado basado en hacer ir y venir al bicho se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras.
Alejandro Fermín se medio entendió con el de la confirmación, sin llegar a componer una llamada de atención convincente, adoleciendo de la falta de rodaje propia de sus pocos ajustes. En su segundo no vio la distancia que el toro le pedía y ahogó la cansina embestida del morlaco, que le enganchó muchas veces la muleta.
Paco Ureña compuso un torero saludo a su primero, antes de la costalada. Luego la cosa se convirtió en un agónico esperar a que pasase el tiempo y terminase el trasteo, cosa que sucedió cuando el toro se echó, guarecido junto al burladero del 6 y harto de su innecesaria vida, con algo menos de media estocada. La vida pública de su segundo vino marcada por su exasperante descaste ante el que no sirvió nada de lo que Ureña intentó. A éste lo mató de un infame bajonazo.
Acaso lo más torero que se vio esta tarde fueron las excelentes bregas de Daniel Duarte, de la cuadrilla de Miguel Ángel Perera, y de Jesús Talaván, de la de Alejandro Fermín.
Otra cosa digna de reseñarse es lo de los avisos, que si no me fallan las cuentas que acabo de echar, llevamos 19 avisos en cuatro corridas de toros y una novillada. 19 avisos para 30 toros lidiados es una media bastante alta. Y si hablamos de las formas de matar y de la calidad de las estocadas habría que empezar otro folio, y ya no son horas.
ANDREW MOORE
FIN
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