Una vez más, cartel de no hay billetes, lo que hace la felicidad de la empresa. Sobre el papel, el cartel así lo demandaba. Había muchos claveles en los tendidos pero, al final ha triunfado la razón y no se ha desatado la locura colectiva para regalar orejas por doquier, salvo la que ha cortado Tomás Rufo en su primer enemigo que, el diestro ha estado muy bien, pero el toro carecía de la más mínima emoción.
Castella ha tenido como primer oponente un toro inservible, yo diría que el único malo del festejo; en honor a la verdad, el animal no tenía opción alguna por la falta de fuerzas. Cero patatero. En su segundo, un bicorne con mucho recorrido, con una suavidad aplastante; un toro noble donde los haya pero, sin el menor atisbo de trasmisión. El diestro francés ha estado muy bien por ambos pitones pero, Castella, como otros muchos diestros sin la emoción del toro con su casta y pujanza no es nadie. Lo triste de este tipo de corridas es la falta de trasmisión de los toros que, por supuesto, sin dicha virtud, todo queda en una parodia. Lo triste es que cuando entran en juego las figuras, la situación contaba es la que ocurre todos los días. Dios nos libre de los toros nobles y de los toreros cómodos.
Manzanares ha estado sin estar. Digamos que el alicantino ha tenido una tarde extraña y, el primer sorprendido seguro que ha sido él. Lo explico. En el primer toro de su lote, un animalito santificado, el de Alicante ha toreado con tremenda suavidad a su antagonista. Su faena por la derecha ha tenido momentos de mucha belleza. Por el lado izquierdo ha bajado un tanto su labor pero, cuando desde el pulpito televisivo sentenciaban el gran triunfo del diestro, tras matar de un pinchazo mortal en todo lo alto, la gente no ha dicho esta boca es mía. ¿Motivos? Estaba clarísimo. Esta faena de Manzanares no ha tenido eco alguno porque el toro apenas tenía fuerza, no ha trasmitido nada. Su labor, con un toro encastado hubiera sido todo un éxito. En su segundo, si se quiere, el bicorne tenía un poquito de más genio, un puntito de trasmisión pero eso es justamente de lo que huyen los toreros. Le ha dado cuatro naturales muy bellos pero, en su conjunto no ha logrado nada reseñable. Lo ha matado y ha reinado el silencio.
Tomás Rufo lleva mucho tiempo en estado de gracia y, sin ser Antonio Ordóñez funciona muy bien en las ferias, incluso en Madrid porque en su primero le han dado una oreja muy benévola. Ha empezado la faena rodilla en tierra y la gente se ha emocionado. Nadie discutirá la voluntad de Rufo, incluso sus buenas maneras pero, en honor a la verdad, el toro no tenía casta, aunque sí toda la nobleza del mundo. Hombre, muy tonto tendría que ser un torero para no torear con limpieza a un animal como el citado. Rufo ha sufrido una cogida pero, es ahí donde quiero hacer hincapié en los motivos por los cuales las figuras se parten el alma para torear este tipo de divisas. El toro se ha encontrado en su camino a Rufo y, sin querer, le ha volteado y cuando ya lo tenía a merced en la arena, el animal se ha marchado como haciendo un ademán para pedirle perdón al matador. Es cierto que, en el envite pudo haberle herido pero, todo ha quedado en un susto y, dicho sea de paso, ha tenido esa voltereta milagrosa que, al no estar herido, la situación se torna totalmente favorable de cara al diestro. Todo ha confabulado para que, tras matar de media lagartijera, la gente le ha pedido la dadivosa oreja.
En su segundo que tenía un poquito más de picante, la situación no ha sido la misma. Ha habido mucha voluntad, deseos inmensos por parte del torero que, en esta ocasión no ha matado correctamente. Palmas de consolación. Muchos decían que ha sido una tarde muy entretenida. Es cierto, para todo aquel que no valore al toro como eje central de la Fiesta, para ellos todo vale. Desde el otro prisma, los que amamos la entereza del toro con su casta y pujanza, si nos preguntaran diríamos todo lo contrario.
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