
'..Ir a ver torear a Morante se ha convertido en un voto de fe desde sus últimas y magistrales actuaciones. Y lo prueba la agitación o sacudida, un verdadero maremoto, en las taquillas cada vez que aparece su nombre anunciado en los carteles..'

GRANADA - 2° FERIA DEL CORPUS
MORANTE, ROCA Y AGUADO, GRAN SUCESO EN GRANADA
Por Juan Miguel Núñez Batlles
Ir a ver torear a Morante se ha convertido en un voto de fe desde sus últimas y magistrales actuaciones. Y lo prueba la agitación o sacudida, un verdadero maremoto, en las taquillas cada vez que aparece su nombre anunciado en los carteles.
En Granada, también reventón. Porque nadie quiere perdérselo. Públicos ávidos por verle, quizás que nunca fueron simpatizantes ni seguidores de lo taurino, y los aficionados desertores que un día se alejaron de las plazas y ahora han vuelto reconvertidos gracias a él. Todo se mueve, y conmueve, por "Morante".
Torero, este "¡José-Antonio!" "¡Morante-de-la-Puebla!", según los gritos a coro de la muchedumbre que hace unos días le sacó a hombros en Madrid, un jaleo ya de moda, que se ha escuchado también en Granada y se repite en todas las plazas donde viene actuando. Torero tan fantástico y fabuloso para la turba, que empieza a estar en la frontera de lo mitológico.

Algo que esta vez se ha vuelto a dar en su mejor versión. Así llegó a Granada, así le recibieron, y tal fue la respuesta del genio.
Antes de seguir con el de la Puebla, una anotación al margen: la empresa redondeó con él un cartel de verdadero relumbrón, en el que el peruano Roca jugaba también un papel preponderante, y con ellos, Pablo Aguado, que en absoluto desentonaba.
No se entendería sin ellos el llenazo y la paciencia del público para aguantar la lluvia, y en consecuencia una larga e incómoda espera. Para mayor despropósito, el ruedo había quedado muy perjudicado pese al titánico esfuerzo de la brigada de operarios en recuperarlo, traducido en una pista de patinaje en la que acabarían lesionándose los primeros toros -devueltos primero y tercero por esta razón, y hasta los sobreros que los reemplazaron- y el segundo, que permaneció en el ruedo por acertada decisión del presidente. Pues la corrida, hay que advertir, tenía muy buen fondo como luego se demostró una vez arreglado el piso.
Volviendo a Morante, todo se dio por bien empleado. Un primer toro con una pata rota y tampoco hubo nada que hacer con el sobrero, completamente inválido. Morante, impotente, taurinamente hablando. Lo mató y punto. Se aplazaron las esperanzas para el cuarto.
Y efectivamente volvió la confianza y se encendió la luz de la ilusión con la salida de ese segundo toro de su lote, al que Morante enjaretó un manojo de bellos lances y arrebujadas chicuelinas que pusieron por un momento ambiente de gran acontecimiento. Efectivamente, ya no pararía de crujir la plaza con los olés de contento gracias a un iluminado Morante que "se rompió" en un solemne toreo a derechas de su peculiar envergadura, de juncal cintura y frágiles muñecas. Tres series con intermedios de molinetes y otra tanda más por el mismo pitón. Faena sin ventajas, al contrario, en pasos adelante para estrechar más y mas el circulo entre toro y torero. Faena de progresivo aumento en todos las facetas del artístico toreo morantista. Como colofón, una buena estocada, y las dos orejas sin discusión. Granada, que tanto y tan pacientemente le había esperado, se lo merecía.
El día anterior fue Talavante, y ahora "lo" de Morante. Vivan los toreros buenos.

A Roca Rey también hubo que darle un compás de espera por el defecto de su primer astado, constantemente en el suelo.
Muy motivado por el triunfo de Morante en el cuarto, salió Roca arreando en el quinto con unos lances de mucha quietud y verticalidad que pusieron música de fondo. Y de ahí para adelante, su lío de siempre con la muleta, rodillazos y cambiados por detrás en la apertura, y un grueso de faena de traca y frenesí con pases de todas las marcas y en cadena. Formidable la respuesta del toro por fijeza, humillación, nobleza y recorrido. Un trasteo vibrante y largo hasta el punto de sonar el aviso antes de montar la espada, que entraría en el segundo envite. Dos orejas, también por aclamación.

El panorama de toros aparentemente inútiles no cesaba en el tercero, primero de Aguado, que salió al ruedo gateando, perdiendo las manos. Aquí el presidente trató de frenar el escándalo. Pañuelo verde y segundo sobrero. Otro toro que acabaría afianzándose, más fuerte de remos. Suficiente para un trasteo liviano y elegante de pases y detalles sueltos, sin profundizar, de muchos molinetes, cambios por delante, cuatro trincheras y "cositas" sobre la marcha; en resumidas cuentas, sin estructura de faena. Pero la gente, muy agradecida y complaciente, al meter la espada a la primera, y pese a la mala colocación, pidió la oreja, concedida.
Y no quiso Aguado quedarse fuera de la foto de la salida a hombros. Para ello, ya en el sexto, otro animal de excelente condición, se empleó más a fondo con otro trasteo más hondo, de mayor apuesta y mejor compostura. Cortó la oreja que le llevaría a la Puerta Grande. Y todos tan contentos.
FICHA DE LA CORRIDA
Cuatro toros de Hermanos García Jiménez, primero y tercero como sobreros. Corrida con muy buen fondo, que, a pesar de todo, no pudo lucir hasta el tercer toro dado el mal estado del ruedo. Los tres últimos, sobre todo el quinto, de una clase extraordinaria.
José Antonio "Morante de la Puebla": dos pinchazos y estocada (silencio); y estocada fulminante (dos orejas).
Roca Rey: estocada (silencio); y pinchazo y estocada (aviso y dos orejas).
Pablo Aguado: estocada trasera y caída, y descabello (aviso y oreja); y pinchazo, estocada y larga agonía del toro (aviso y oreja).
La plaza registró el habitual lleno de "no hay billetes" de las tardes de "Morante", y ello pese a la lluvia, que retrasó el comienzo del festejo hasta cincuenta minutos. En consecuencia, luz artificial en los tres últimos toros.
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