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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 10 de junio de 2025

Los jóvenes morantistas / por HUGHES


'..Esos jóvenes le estaban abriendo la puerta grande a su ídolo y decidían que eso era historia. Repetían la palabra… Hacer historia. Lo llevaban Alcalá arriba hasta hacerse sepia, blanco y negro, libro, afiche, cartel, memoria… Veían la historia, testigos por fin, y entraban en ella. Se afirmaban curiosamente: no en lo rompedor sino en lo evocador, continuador..'

Los jóvenes morantistas

HUGHES
Los jóvenes morantistas en la Plaza de las Ventas han recibido las críticas habituales por ser jóvenes, taurinos y clásicos en el vestir.

Es verdad que en ellos había algo antiguo que se actualizaba, pero de otro modo. Era como ver esos vídeos de hace décadas en los que escuchamos a gente hablar y nos sorprenden sus formas, la propiedad, ingenuidad y claridad de sus palabras. Hablaban esos jóvenes con pasión de cosas veneradas, mostrando humildad e idolatría.

No sé de toros, y creo que algunos aficionados veteranos consideran exageradas las muestras de fervor morantista, pero la cosa va más allá de lo taurino. Esos jóvenes le estaban abriendo la puerta grande a su ídolo y decidían que eso era historia. Repetían la palabra… Hacer historia. Lo llevaban Alcalá arriba hasta hacerse sepia, blanco y negro, libro, afiche, cartel, memoria… Veían la historia, testigos por fin, y entraban en ella. Se afirmaban curiosamente: no en lo rompedor sino en lo evocador, continuador.

Por un momento, los jóvenes tomaban la iniciativa, dictaban las normas, prescribían («que se estudie en la EBAU»,) acuñaban según su gusto, y al hacerlo se vinculaban a algo anterior y más grande.

Con el triunfo de Morante ellos ligaban sus pases también.

No había allí ocasión para acordarse de los famosos boomers, para el resquemor generacional, porque lo generacional fluía, fluía incluso demasiado, como si a Morante se lo hubieran quedado los jóvenes para abrirse ellos la puerta grande.

¿Cuántas veces los jóvenes participan así? Por eso había algo extraño en el vídeo. Era por la falta de costumbre de ver a casi niños haciendo juicios maduros, o mucho más: proclamando, llevando en volandas a su ídolo, portando la antorcha taurómaca.

¿Ha sido Morante el que mirando a la España de siempre, recreada, más alta, les ha enseñado cómo dar ese paso en la suya?

Coger ese toro, traerlo de muy lejos hasta verlo pasar totémico y puntual ante nosotros…

Ellos tuvieron que sentir en un instante eufórico y común que, de todo el mundo, ese punto exacto de Madrid, y en ese punto, en esa plaza, todos los tiempos concitados.

No esperaban su momento esos jóvenes como el que ha de heredar; no protestaban iconoclastas, ni demoraban su turno, no criticaban, ni se agazapaban, ni se infantilizaban. No se arrugaban y muy al contrario se echaban p’alante, como espontáneos generacionales.

-¡Salta, que nos toca!

En el trance de la epifanía taurina (que en mi ignorancia total imagino como unos goles sucesivos intimados y estetizados, hechos recuerdo mientras se ven, alegría que se descifra…) y por exagerada que sea su proclamación, estaban cogiendo su lugar en la Fiesta. Ellos también tienen su figura histórica, su torero de época.

Decidían que su época, que no tiene ná, eso al menos lo iba a tener. ¿No estaban así haciéndola suya?

Lo que no les deja España, lo hacía la fiesta de los toros.

Corrieron ahí las ruedecillas del reloj de España, que parecían paradas para siempre.

¿No podemos aprender de ellos? ¿No son ya dignos de respeto y capaces de más cosas estos jóvenes morantistas?

Al hablar con tanta pasión e ingenuidad de lo que otros quieren moribundo, lo estaban vivificando y de repente, querían sonar ellos a hombres de los años 30, de los 60, de otro tiempo… se hacían graciosamente extemporáneos. ¡Se ríen de esos niños y eran polifonías de españolidad!

La puerta grande de Morante era un acto de afirmación en el ídolo para ligarse, con él, a lo anterior. Para continuar… Por esa puerta histórica pasaban ellos.

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