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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 1 de noviembre de 2009

LOS TOROS ¿DÓNDE ESTÁ LA AUTORIDAD? / Por Juan Lamarca

Los presidentes de Las Ventas con el "7"
- Fotogragía sin desperdicio -
Los toros: ¿dónde está la autoridad?
Juan Lamarca

Madrid, 1 Noviembre 2009
Ni está ni se le espera, recurriendo a la cursilada de moda, por esos palcos de presidencia en las plazas de toros. Si acaso se buscara por almonedas cual antigualla arrumbada, podríamos encontrarnos con algún tendero sorprendido: Eso ya no se despacha, de eso ya no queda nada.

Compartiendo la preocupante inquietud del estridente vocinglero de Las Ventas, sobre el paradero de la autoridad, no cesan las pesquisas para su búsqueda y localización; aquel, desde su tendido “borroko”, sí que sabía entonces dónde se hallaba, dónde radicaba la autoridad, a la que trataba de “usurpar” en sus funciones.

La, no tan ardua, labor de análisis y valoración de la traslación paulatina de las decisiones de la presidencia a la voluntad populachera y demagógica del, tristemente conocido, grupo maniobrero dentro y fuera de la Plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, y que se atribuye la exclusividad de legítima afición, la única y verdadera, concluye con la constatación de un colofón anunciado en forma de entreguismo, al comparecer dos presidentes festejos taurinos de Madrid, uno que lo fue y otro que lo es, en el cubil de tan selecta especie.

“Estamos abiertos al diálogo y a la cercanía con los aficionados”, dicen ante el comité estos dos directivos de la recién creada Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros de España (ANPTE), en su presentación oficial ante “la afición”, que no hay otra, claro está, la única y verdadera, amén.

Así que ...“el alguacil alguacilado”. Es lo propio en esta época zapateril.
No se sabe si los presidentes policías acudieron junto a estos hombres de paz con bandera blanca "gallardamente" enarbolada, o con grilletes en las muñecas, derecha con derecha, al igual de los detenidos por corrupción cuando se tratan de políticos opositores al régimen democrático popular.

En tan estrecha cercanía popular, estos presidentes, cada vez más presuntos, recordarían con alborozo cómo los históricos luchadores por las libertades venteñas, durante las reivindicativas tardes de toros proferían injurias, procurando escarnio y vejación hacia el palco presidencial, contra ellos mismos y sus compañeros, tratando de influir en el desarrollo y resultado del espectáculo, a modo de piquete informativo, sobre lidiadores y dependencias, espectadores y presidencia. ¡Pelillos a la mar… ¡

Tan fraternal reunión les daría la oportunidad de condenar la represiva acción de la autoridad, en otro tiempo, por sancionar a integrantes de “la afición”, única y verdadera, por infracciones reglamentarias cometidas, o emprendieran acciones para que fueran condenados por los tribunales penales de justicia, como así ocurriera en el caso del anfitrión de este glorioso encuentro en la cumbre.

Estos rutilantes usías anuncian como un objetivo primordial de su asociación, el de acabar con el oscurantismo que rodea a la labor presidencial: Fuera retrógrados de la presidencia.

Por ello, sería de agradecer se mostraran con claridad meridiana en su labor tanto en los corrales como el palco. De valor incalculable para la institución se estimaría todo esfuerzo para alejar la más mínima duda sobre un posible chivatazo policial a “la afición”, única y verdadera, de dictámenes veterinarios sobre las reses a lidiar, y otras decisiones en las operaciones reglamentarias previas al espectáculo.

Los maliciosos e infundados rumores de cesión de autoridad ante determinadas presiones, aceptación de recomendaciones, o adopción de favoritismos en los reconocimientos facultativos, así como en la concesión de trofeos, serian neutralizados por los efectos de la lógica, sencilla y responsable aplicación de la norma legal, que obliga al presidente a cumplirla y hacerla cumplir.

Hay que alejar toda duda del concepto de oscurantismo que tengan los presidentes, sí señor, y hacer creer que este no se identifique con la toma de decisiones condicionadas por cuestiones ajenas al mandato legal, o en connivencia con “la afición, única y verdadera, o con personas y colectivos que aparecen como partes interesadas. Hasta ahí podríamos llegar, por favor…

Lo tienen fácil, nada más opuesto al oscurantismo que la claridad de acción; nada más cercano a los aficionados y espectadores que el velar por sus auténticos intereses.

No obstante, también hay que comprender que el actual ambiente degenerado no es el más propicio para la aplicación de la legalidad en cualquier materia. La adopción de criterio “políticamente correcto” no debiera ser contemplado como norma de obligado cumplimiento y que, además, ello suponga aliarse con la sin razón.
La única alianza posible debiera ser con la Ley. A nadie se le obliga a presidir corridas de toros, ni los palcos son de titularidad privada, ni la función a desempeñar es aleatoria.

Hay que recordar que un presidente de festejos taurinos los es por designación oficial, con los requisitos exigibles en virtud de una norma con rango de Ley.
Que el presidente es la autoridad que decide en los reconocimientos facultativos, y dirige el espectáculo.
Que la integridad de las reses, y la rectitud y equidad de sus decisiones sobre deben garantizar la defensa de los intereses de los espectadores, y de todos cuantos intervienen en él.

Por ello no habrá que poner en duda que la apertura de diálogo ofrecida por los presidentes en su encuentro con “la afición”, única y verdadera, no obedecerá a las secuelas de un hipotético “síndrome de Estocolmo”, sino a la perentoria necesidad de hacerles saber la incuestionable prioridad de cumplir con su deber reglamentario, y que la anunciada cercanía con los aficionados estará motivada por su defensa, también en calidad de consumidores de un producto anunciado por el que pagan, preservándolos de toda posibilidad de fraude, y quedando bien claro que la defensa de los intereses de profesionales recaerá sobre los legítimos, y no sobre los ilegítimos. ¡Faltaría más….!

A todo ello, se presume que el espíritu redentorista de estos presidentes les lleva a mostrar una ingenua e ilusoria capacidad normativa para la reforma de las múltiples reglamentaciones taurinas existentes en este reino de taifas. Apriétese los machos el legislador…

¿No sería más plausible cumplir la vigente? Si se supone que son conscientes de que la clave del buen presidir no reside en la norma, sino en su correcta, decidida, y equilibrada aplicación, y, además, siendo comprensible y disculpable el error ¿por qué crear la duda sobre su adecuado ejercicio?

Hay que erradicar toda sospecha alimentada por la búsqueda de apoyos “contra natura”, y del “pasteleo” generalizado. El aficionado fetén, el buen público de toros, se ignora si la Administración también, gusta de gozar de la realidad de una presidencia con independencia de criterio, como autoridad de ánimo firme. De esta forma sería posible obtener el mejor resultado del precepto más defectuoso cuando se ejerce con rigor, al tiempo que razonable y razonado, con constancia y con mesura, consciente de que refugiarse en la denuncia de la norma, y propugnar su modificación, puede ser tan rentable de cara al público como en la plaza suelen serlo los “brindis al sol”.

Hala, todo arreglado, reunión en la cumbre, Consummatum est y sin mesías en medio.

El histriónico chillón, desde el tendido “borroko”, no volverá romper el silencio de los corderos, lanzando aquello de ¿dónde está la autoridad? ya no hará falta, ¿habrá cambiado de tendido?

Largos son los hilos del guiñol venteño….

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