"Cartel taurino y pintura en Sevilla".
Diario ABC
Andrés Amorós
Andrés Amorós
Domingo , 17-01-10
Asus innumerables atractivos, Sevilla añade, para los aficionados a la Fiesta, uno muy claro: en sus calles se sigue respirando hoy un aire taurino como en ningún otro lugar. Por ello, cualquier noticia del mundo de la Tauromaquia suscita allí muchísimos comentarios. Y, por supuesto, polémicas.
Hace poco, la Real Maestranza de Caballería de Sevilla ha presentado el cartel taurino para la temporada -no para el año, aunque así reza en su base-, encargado esta vez a Luis Gordillo, reconocido pintor sevillano no figurativo.
Es un collage basado en distintas fotografías de una faena de Manuel Jesús «El Cid», vestido de goyesco, en la Plaza de Antequera: un conjunto de imágenes verticales fragmentadas, como un puzzle. En las calles sevillanas, la polémica está servida.
No es justo identificar la pintura taurina con la línea tradicional o figurativa: ésa ha sido la tendencia predominante pero no la única. Baste con recordar nombres tan ilustres como Pablo Picasso, Van Gogh, Magritte, Max Ernst o Francis Bacon para demostrarlo.
Nuestras vanguardias también se han acercado al mundo taurino: en el surrealismo, Salvador Dalí, Joan Miró, Oscar Domínguez o José Caballero; en el expresionismo, Benjamín Palencia, Antonio Saura o Juan Barjola; en lo abstracto, Tapies, Millares o Guinovart; en una línea poética, Rafael Alberti y Paco Nieva...
Entre los más recientes, Pérez Villalta, Dimitri, Barceló, Chema Cobo, Padorno, Suárez, Bonifacio, Lamazares, Arranz Bravo y Bartolozzi, Badosa, Eduardo Arroyo, Cortijo... Y dos maestros hispanoamericanos, buenos aficionados, como Botero y Oswaldo Viteri.
No es cuestión, pues, de tradición o modernidad. Antonio Burgos lo ha «clavado», como de costumbre: se trata de «la coartada de siempre», para que no nos llamen rancios o casposos.
Añado yo algo que es de sentido común: un cartel taurino posee una función comunicadora, además de estética. Los primeros, de autor anónimo, tipográficos, son del siglo XVIII. Luego, como ha estudiado Rafael Zaldívar, llegan a ser verdaderas obras de arte, con maestros como Ruano Llopis, Roberto Domingo, Martínez de León, Antonio Casero...
La Real Maestranza pretende, sin duda, ir formando con sus encargos un museo de arte taurino contemporáneo. Pero no hay que olvidar que este cartel se va a colocar en las calles y plazas sevillanas -junto a los Venerables, por ejemplo-.
¿Animará a alguien que pase por allí a que disfrute del espectáculo único de una tarde en la Maestranza? La respuesta es obvia.
Ha declarado el artista que su primera idea fue «pintar un hombre con cuernos pero hubiera sido impopular». ¡Imagínense la punta que le hubiera sacado a esto la guasa sevillana!...
El complejo de «progres»sigue infectando muchos aspectos de la vida nacional, no sólo en los toros. Para lograr un buen cartel bastaría con recurrir a uno de los clásicos o encargarlo a un grafista de hoy, sin necesidad de que sea un pintor abstracto de categoría.
¡Quiera Dios que la Feria de Abril de este año sea mejor que la del anterior!: si no, los sevillanos le echarán la culpa al cartel y habrá que resucitar -¡quién pudiera!- al gran Jaime Campmany para que nos diera un remedio contra el mal fario.
Asus innumerables atractivos, Sevilla añade, para los aficionados a la Fiesta, uno muy claro: en sus calles se sigue respirando hoy un aire taurino como en ningún otro lugar. Por ello, cualquier noticia del mundo de la Tauromaquia suscita allí muchísimos comentarios. Y, por supuesto, polémicas.
Hace poco, la Real Maestranza de Caballería de Sevilla ha presentado el cartel taurino para la temporada -no para el año, aunque así reza en su base-, encargado esta vez a Luis Gordillo, reconocido pintor sevillano no figurativo.
Es un collage basado en distintas fotografías de una faena de Manuel Jesús «El Cid», vestido de goyesco, en la Plaza de Antequera: un conjunto de imágenes verticales fragmentadas, como un puzzle. En las calles sevillanas, la polémica está servida.
No es justo identificar la pintura taurina con la línea tradicional o figurativa: ésa ha sido la tendencia predominante pero no la única. Baste con recordar nombres tan ilustres como Pablo Picasso, Van Gogh, Magritte, Max Ernst o Francis Bacon para demostrarlo.
Nuestras vanguardias también se han acercado al mundo taurino: en el surrealismo, Salvador Dalí, Joan Miró, Oscar Domínguez o José Caballero; en el expresionismo, Benjamín Palencia, Antonio Saura o Juan Barjola; en lo abstracto, Tapies, Millares o Guinovart; en una línea poética, Rafael Alberti y Paco Nieva...
Entre los más recientes, Pérez Villalta, Dimitri, Barceló, Chema Cobo, Padorno, Suárez, Bonifacio, Lamazares, Arranz Bravo y Bartolozzi, Badosa, Eduardo Arroyo, Cortijo... Y dos maestros hispanoamericanos, buenos aficionados, como Botero y Oswaldo Viteri.
No es cuestión, pues, de tradición o modernidad. Antonio Burgos lo ha «clavado», como de costumbre: se trata de «la coartada de siempre», para que no nos llamen rancios o casposos.
Añado yo algo que es de sentido común: un cartel taurino posee una función comunicadora, además de estética. Los primeros, de autor anónimo, tipográficos, son del siglo XVIII. Luego, como ha estudiado Rafael Zaldívar, llegan a ser verdaderas obras de arte, con maestros como Ruano Llopis, Roberto Domingo, Martínez de León, Antonio Casero...
La Real Maestranza pretende, sin duda, ir formando con sus encargos un museo de arte taurino contemporáneo. Pero no hay que olvidar que este cartel se va a colocar en las calles y plazas sevillanas -junto a los Venerables, por ejemplo-.
¿Animará a alguien que pase por allí a que disfrute del espectáculo único de una tarde en la Maestranza? La respuesta es obvia.
Ha declarado el artista que su primera idea fue «pintar un hombre con cuernos pero hubiera sido impopular». ¡Imagínense la punta que le hubiera sacado a esto la guasa sevillana!...
El complejo de «progres»sigue infectando muchos aspectos de la vida nacional, no sólo en los toros. Para lograr un buen cartel bastaría con recurrir a uno de los clásicos o encargarlo a un grafista de hoy, sin necesidad de que sea un pintor abstracto de categoría.
¡Quiera Dios que la Feria de Abril de este año sea mejor que la del anterior!: si no, los sevillanos le echarán la culpa al cartel y habrá que resucitar -¡quién pudiera!- al gran Jaime Campmany para que nos diera un remedio contra el mal fario.
Fuente: Diario ABC
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