Enrique Ponce ha tirado el guante
Domingo Delgado de la Cámara
17 Enero 2010
En estos últimos años estamos asistiendo a un fenómeno insólito en la historia del toreo. Y es que los dos matadores más interesantes no torean juntos en las principales plazas. Creo que solo existe un único precedente: me parece que Antonio Ordóñez y el Cordobés jamás torearon juntos. Toda la afición suspira por un mano a mano entre Enrique Ponce y José Tomás y no hay manera de que se lleve a efecto. Para no confundir churras con merinas, repasemos someramente la trayectoria de ambos toreros.
Ponce, a pesar del desprecio y vituperio de los “entendidos”, lleva veinte años compareciendo en todas las ferias importantes, toreando con todos sin plantear problemas. Tomás, aun contando con el beneplácito y los ditirambos de los “entendidos”, ha llevado una carrera absolutamente irregular, llena de años sabáticos, incomparecencias clamorosas y caprichos injustificables. ¿Por qué se lo han consentido?
Porque los neoaficionados actuales están más pendientes de estéticas delicuescentes y purezas incomprensibles que de exigir lo que toda la vida han exigido los auténticos aficionados: poderío, destreza y responsabilidad profesional. Hace un siglo esta actitud de Tomás no se hubiera tolerado. La afición toda exigía a los más grandes que se enfrentaran en el mismo cartel. Y el torero tenía que estar demostrando permanentemente su categoría frente a sus rivales. ¿Qué hubiera dicho la gente si Belmonte no hubiera toreado con Joselito? Por aquellos tiempos no se toleraba esta clase de alivios. Juan toreó junto a José doscientas cincuenta y siete (¡257!) tardes, nada más y nada menos. Y ambos, derrochando torería y pundonor, llenaron la Edad de Oro del toreo.
Por cierto, para aquellos que dicen que las figuras del toreo siempre han toreado muy poco, les recuerdo que José y Juan toreaban unas cien tardes todos los años, con aquellos medios de transporte, aquellos toros pavorosos y aquella afición agria que no pasaba ni una. Esto sí que es ejemplar y no los subproductos que últimamente nos quieren vender. Y una docenita de tardes en Madrid, y cuatro o cinco en Sevilla, y cinco o seis en Bilbao... cada año. José y Juan se prodigaban muchísimo y no se quemaban porque lo auténticamente bueno nunca caduca. Es bueno recordar todo esto para centrar el tema, porque últimamente no se oyen más que estupideces y a cualquier chorrada llaman gesta...
En estas Enrique Ponce dice que sí a un mano a mano con José Tomás, pero con televisión. Le deja escoger la plaza, incluso Madrid o Barcelona, ambas dos tomasistas y antiponcistas. Para que no haya problemas de dinero, dice que el festejo sea televisado en abierto y que sea benéfico. Por tanto, el argumento de no hay que dejarse televisar para no enriquecer ni a Molés ni a la patronal taurina, queda descartado. Por supuesto que se televise en abierto es indispensable para que todo el mundo pueda ver el enfrentamiento entre las dos primeras figuras. Enrique Ponce ha tirado el guante. ¿Lo recogerá José Tomás? ¡Ojalá me equivoque! Pero creo que hará oídos sordos (aun recordamos cuando se cayó del cartel en Pamplona y en Bilbao estando anunciado con Ponce).
El de Galapagar sabe muy bien que en la pequeña pantalla los enganchones y los latigazos rechinan mucho más que en directo. Sabe también que en el momento en que se dejara televisar entraría en la dinámica del resto de los toreros, exigencias incluidas. Cuando todo el mundo se acostumbrara a su presencia, empezaría a exigirle como a los demás y se rompería la esfera de cristal que envuelve al personaje. Por último y, aunque en Méjico le ponga verde, José Tomás sabe mejor que nadie la capacidad que tiene Enrique Ponce. Capacidad que brilla especialmente cuando los toros salen malos: si pintan bastos y los toros salen complicados, Ponce le puede bañar. Y a esto José Tomás no va a exponerse. Y ya que hablamos de baños, este verano todos los toreros jóvenes que han toreado con José Tomás han salido especialmente motivados y han hablado de tú a tú al de Galapagar. Aunque sus panegiristas han preferido mirar hacia otro lado, así ha sido.
Observando su última temporada, se puede afirmar que desde un punto de vista estético, José Tomás está toreando como nunca de bien, con una cadencia y una compostura que hasta ahora no había logrado. Y eso es lo que él quiere: torear con perfección. La lucha por el mando del toreo le trae al fresco, a pesar de lo que digan sus partidarios. Empujado a ser gladiador, lo que José Tomás quiere ser es un artista. Y no quiere guerras ni otros toros que no sean los de Núñez del Cuvillo.
Fuente: Blog De toros en libertad
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