Mano a mano de Arjona premiado por el Club Allard
PONCE AGAIN
I
De la interesante conferencia que impartió el otro día el doctor, radiofonista y ‘compañero’ de la Andanada 9, Rafael Cabrera, titulada Joselito en Bilbao, la culminación del mérito, tan sólo vamos a resaltar un detalle con el fin de traerlo a la actualidad, para ver si sirve de algo.Volemos al año 1915 en el que ocurre lo siguiente (lo tomo tal cual del buen resumen que publica El rincón de Ordóñez):-
1915. El apoderado de Juan Belmonte, Don Juan Manuel Rodríguez, cierra muy pronto el contrato con la Junta Administrativa. La Junta pensaba contratar cuatro tardes primero a Juan Belmonte y otras cuatro a Joselito y cuatro a Rafael [El Gallo] toreando dos corridas duras y dos más blandas. Joselito pide para ir a Bilbao las mismas corridas que El Pasmo de Triana y un mano a mano en la corrida de Miura. Cuatro corridas compartiendo cartel con Belmonte. Don Juan Manuel Rodríguez dice que como ya está firmado hay que cumplirlo. Joselito no torea este año en Vista Alegre.
II
Ahora volvamos a 2010. Volvamos sobre el reiterativo, afamado y virtual mano a mano que puso en pie el agit prop de Tomás.
Dice Ponce la otra noche en el Club Allard:
-No voy a retar a nadie, no va conmigo. Nunca he sido un torero polémico y no lo quiero ser ahora, es una cosa que ni va conmigo ni la necesito; mi planteamiento desde el primer instante es muy claro, creo que una corrida de esa magnitud y con esa trascendencia debe ser televisada para que la vea todo el mundo y más después del morbo que se ha suscitado. Un festejo así debe ser televisado para que llegue a todos los aficionados que no puedan estar presentes en la plaza. No quiero retar a nadie, porque no va conmigo. No retransmitir una corrida así es como dejar sin televisión un R.Madrid-Barcelona, por ejemplo.
Independientemente del símil futbolístico, tan poco grato para los que ni entendemos ni nos importa el balompié, estorba bastante esa pastueña condición del torero. Estorba al aficionado, a la Fiesta y al propio torero el que Enrique Ponce no tenga los redaños necesarios para decir, como un tío:
-El Real Madrid-Barcelona no se puede jugar en el campo del Leganés, ni con un balón de playa, por lo que yo reto al Señor de los Cuvillos en Las Ventas con Miuras.
El de Chiva y los que le inducen cifran la clave de su estrategia, muy erradamente, en la Televisión. No se dan cuenta de que su gran baza es, ya se ha señalado, la gran superioridad técnica del valenciano y de que la mejor forma de medirla es, precisamente, con el toro difícil.
El ambiente que rodea a Ponce debería saber que corridas basadas en cuvillejos o en ‘eliminando lo anterior compra un lote de vacas de Juan Pedro’ las tiene perdidas de antemano, con o sin televisión, porque ahí podría el Señor de los Cuvillos hacer sus monerías, que provocan desmayos a los espíritus sensibles, pero… ¿y con toros?
Ponce, sin ser un ‘especialista en corridas duras’, que para eso es figura, sí que sabe lo que son toros, las estadísticas de sus largos año de alternativa lo acreditan. Tomás apenas los ha visto ni en su primera ni en su segunda venida.
¿Por qué el de Chiva traza entonces una estrategia tan torpe?
¿Qué piensa él que le daría a ganar la presencia de las cámaras ante una manada de Idílicos?
III
El torero hasta no hace tanto tiempo fue siempre un héroe popular. Eso a lo que Ponce llama ‘ser una figura polémica’ debería ser consustancial a una actividad pública en la que, a veces, hay que hacer alardes. Nadie pedirá al jefe de la Real Academia o al de la Matritense que sean polémicos, pero en una actividad que tiene como parte esencial el desplante y la chulería, no parece que ser polémico pueda ser tomado como una nota desfavorable. Se puede ser como Luis Miguel, como Antonio Bienvenida o como El Cordobés, personalidades totalmente distintas, que jamás dejaron de polemizar o de decir lo oportuno de acuerdo a sus intereses, con chulería, con señorío, con desparpajo, nunca ocultándose tras este absurdo polite speaking tan acorde con los tiempos que vivimos.
IV
Y es que me parece a mí que, en este nuevo siglo, los únicos que ponemos pasión en esto de los toros somos los aficionados.
Anímese, Ponce. Denos una alegría.
Fuente: Salmonetes ya no nos quedan
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