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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 9 de octubre de 2013

La faena de Gavira en la calle del Príncipe





Francisco Piñero Gavira (1873-1898)

"...Gavira se arrojó sobre el inspector Blanco agarrándose ambos a brazo partido, cayendo al suelo el uno sobre el otro; levantóse inmediatamente el diestro, que había conseguido arrebatar su bastón al Sr. Blanco, y comenzó a descargar una lluvia de palos sobre el inspector. Huyó el representante de la autoridad en dirección a la pla zade Santa Ana, sin dejar Gavira de darle bastonazos y, frente al número 18, volviéndose el acometido hizo un disparo de arma corta sobre Gavira, que fue a desplomarse en el suelo junto al Teatro de la Comedia. .."

Francisco Piñero Gavira nació en Carmona el día 17 de noviembre de 1873. Durante sus primeros años pudo acudir a la escuela, pues su familia gozaba de cierto desahogo como para costear la educación del muchacho, pero determinados quebrantos de fortuna en la economía familiar le llevaron a tener que afincarse en Sevilla y ponerse de aprendiz de fundidor. Allí le sorprendió la muerte de su padre, contando Francisco la edad de 16 años. Ante esa circunstancia, viendo que el oficio que había tomado era de larga preparación y necesitado de ayudar a su madre, Gracia Gavira Cabeza, abandona aquella vocación y principia su iniciación como aprendiz de zapatero.
En aquellos momentos comenzaba también a nacer en él la afición a los toros y, por ello, no era infrecuente verle por el matadero, con una manta, sujetando a las reses bravas. Es en esa eminente «Universidad Taurina» del barrio de San Bernardo donde se fija en él su paisano Miguel Almendro, banderillero de Guerrita, un día que el joven Gavira, con gran habilidad y premura, se hizo con un toro de seis ó siete años de la ganadería de Don Valentín Collantes que traía amedrentados a algunos que tenían más costumbre que el mozo de verse ante los cuernos. La protección que, a raíz de aquel incidente, le brindó el banderillero le decidió a empezar a frecuentar con asiduidad capeas y tentaderos, desoyendo los ruegos de su madre, a quien nunca satisfizo que su hijo entrase en las cosas de la tauromaquia.
Es en una de aquellas capeas donde le vio torear un aficionado sevillano llamado Federico Escobar, que desde ese mismo día se declaró protector del torero, protección que no cesó hasta conseguir llevar al torero a su presentación en Madrid, que tuvo lugar el día 30 de agosto de 1891, cuando Francisco Piñero se anunció junto a Cándido Martínez Mancheguito y al también sevillano Manuel Pineda Morenito, igualmente nuevo en esta Plaza, para dar cuenta de seis novillos de D. Manuel Montes, de San Sebastián de los Reyes, divisa encarnada, dorada y blanca.
La encomiástica reseña de Juan de Invierno en El Toreo resumiendo la labor de Gavira de aquella tarde dice así:

«Gavira fue el héroe. Si no desmaya y ante toros de más respeto de los que ayer toreó, hace faenas como las de la corrida que reseñamos, Sevilla contará otro torero en la lista de los buenos»

Gavira entrando a matar a un Veragua

Desde esa corrida de presentación Gavira cosechó grandes simpatías en Madrid donde se apreciaron su maestría y su conocimiento de las condiciones de las reses, en aquellas épocas en que aquello era importante, así como su dominio con capa y muleta, reseñándose como su principal defecto su falta de eficacia con el estoque.
Llegó a tomar la alternativa en Murcia, el día 7 de septiembre de 1895, con toros de Palha, de manos de Juan Ruiz Lagartija, con Mazzantini de testigo, cosechando un gran éxito y saliendo a hombros de la plaza, pero en seguida decidió renunciar a ella. Ese mismo día habían tomado también la alternativa, en otras plazas, Antonio de Dios Conejito y Mancheguito. A raíz de esta coincidencia se creó una polémica sobre la preeminencia de los unos sobre los otros que lleva a Gavira a enviar, el día 15 de diciembre de ese mismo año, una carta al director de El Toreo en la que expresa su determinación a renunciar a su alternativa:

«[...] hasta tanto que se aclare lo que procede en cuanto a validez de alternativas, he resuelto, a pesar de haberme otorgado en Murcia la suprema investidura el matador de toros Juan Ruiz (Lagartija), en la tarde del 7 de Septiembre último, no considerarme como tal matador hasta tanto que reciba la alternativa en Madrid, a cuyo público debo tantas atenciones, y hasta el nombre que he alcanzado lidiando reses bravas [...] Por lo tanto continúo siendo tal matador de novillos [...]»
Sin embargo la auténtica faena de Gavira no tuvo lugar en una plaza de toros, sino en plena calle; ocurrió a las 5 de la madrugada del jueves 20 de enero de 1898, en la madrileña calle del Príncipe.

La cosa empezó en un palco del Teatro de la Comedia de donde al terminar la tercera función, en compañía de algunos amigos, partió Gavira en dirección al Teatro de La Zarzuela a la representación de “La Guardia Amarilla”[1]. Finalizada la función partieron en dirección al establecimiento de vinos de Antonio Bolado El Montañés, que se hallaba en la calle dela Visitación nº 4 (actual Manuel Fernández y González), donde llegaron sobre la una. Allí estuvo Gavira cenando y bebiendo en compañía de dos amigos Martín García Martín y Natalio Díaz, y de dos mujeres, Marina y Carmen. Sobre las cinco de la madrugada salieron todos ellos de la casa del Montañés. A esa hora todas las tabernas de la calle del Príncipe aún estaban abiertas. Marchaba Gavira, visiblemente ebrio, por detrás de sus acompañantes, tomando por la calle del Príncipe en dirección hacia la carrera de San Jerónimo. En dirección contraria iba el inspector de policía del distrito de Congreso, Don Salvador Roig, con quien tropezó el torero, encarándose con él. Sostuvieron una disputa, vinieron a las manos, y se golpearon mutuamente hasta que Roig hizo sonar su silbato y al punto acudieron al lugar de la trifulca dos guardias de orden público y el sereno de la calle, que consiguieron separar a los contendientes y detener a Gavira. En ese momento, estando ya detenido el torero y sujeto por uno de los guardias, aparece corriendo el inspector del distrito de Congreso Don Luis Blanco Núñez que, dándose a conocer, ordena al guardia que sujetaba a Gavira que lo suelte y comienza a golpear a Francisco Piñero con su bastón.

"... comenzó a golpear a Gavira con un bastón..."

A esas mismas horas, poco después de las cinco de la madrugada, siete jóvenes de la buena sociedad, médicos y abogados, individuos de familias respetables, entre ellos un hijo del General Arsenio Martínez Campos, salían de la chocolatería de la calle de la Visitación donde habían tomado unos vasos de leche después de haber estado jugando al tresillo. Al llegar a la calle del Príncipe, junto a la Platería de Meneses, se encontraron a un amigo que estaba allí parado en compañía de otros sujetos. Este les invitó a tomar alguna cosa, invitación que rechazaron, y cuando estaban despidiéndose vieron, a pocos pasos de ellos, a dos individuos dándose de bofetadas con gran furor. Se acercaron hacia el lugar de la contienda en el momento en que llegaba el sereno y una pareja de orden público. Reconocieron en uno de los contendientes a Gavira. El otro contendiente, un desconocido para los jóvenes testigos, dijo a los agentes que bajo su responsabilidad trasladasen al torero a la prevención. Fue entonces cuando vieron irrumpir en la escena al inspector, D. Luis Blanco, que se acercó a Gavira con palabras insultantes, pegándole algunos golpes con el bastón. No están claros los motivos de la inquina del inspector con el torero, pero en la vista oral el testigo D. Natalio Díaz manifestó que había oído que entre Gavira y Blanco mediaban resentimientos por causa de una mujer, y el testigo D. Ricardo Isla declaró que durante el transcurso de la reyerta Blanco le llamó «mal torero» y «chulo».
Ante los golpes recibidos, Gavira se arrojó sobre el inspector Blanco agarrándose ambos a brazo partido, cayendo al suelo el uno sobre el otro; levantóse inmediatamente el diestro, que había conseguido arrebatar su bastón al Sr. Blanco, y comenzó a descargar una lluvia de palos sobre el inspector. Huyó el representante de la autoridad en dirección a la pla zade Santa Ana, sin dejar Gavira de darle bastonazos y, frente al número 18, volviéndose el acometido hizo un disparo de arma corta sobre Gavira, que fue a desplomarse en el suelo junto al Teatro de la Comedia. 

"...hizo un disparo de arma corta sobre Gavira..."

Tan pronto como sonó la detonación y Gavira cayó al suelo desaparecen de la escena los diversos agentes de la autoridad involucrados en el suceso. El torero herido es conducido a la casa de socorro del distrito de Congreso entre el banderillero Francisco Ballesteros El Brea, un dependiente de una taberna de la calle del Príncipe y los antedichos jóvenes. Según declaración de D. Arsenio Martínez Campos, Gavira en la casa de socorro, visiblemente embriagado no cesaba de repetir:

-Es más bonita que una onza de oro.

Ignorando el testigo a quién se refería concretamente el torero.
Tras practicar al herido una primera cura, este fue enviado al hospital provincial. El estado del torero es gravísimo. El sábado día 22 se le hace una radiografía que revela que el proyectil se encuentra alojado en el vientre y que confirma el riesgo que entraña el intentar extraerlo. Contra la opinión de los médicos del hospital provincial, el torero decide que le trasladen al instituto del Dr. Federico Rubio y Gali en La Moncloa para intentar allí la delicada intervención; antes contrae matrimonio con Aurora Iniesta, con la que convivía y con quien tenía un hijo.


A las 7 de la mañana del lunes día 24 se presentan en el hospital los banderilleros de la cuadrilla de Gavira Emilio Rodríguez, Guitarra, y Antonio Álvarez Ariza, El Comerciante, el picador Rafael Aguilar y el apoderado del torero, D. Eustasio Vázquez. Disponen al herido en una camilla cubierta, en el mismo colchón que tenía en la cama del hospital para evitar peligrosos movimientos y, a las ocho de la mañana se pone en marcha la comitiva que sube por la calle de Santa Isabel, Atocha y Carretas, llegando a la Puerta del Sol, donde Gavira dice:

- ¡Comerciante, qué fatiga, yo me ahogo!

Luego siguen por la calle de Preciados y la Plaza de Santo Domingo, y al llegar a la calle de Leganitos, sobre las nueve menos cuarto, al hacer un alto y reconocer cómo se encontraba el torero, los acompañantes observaron que el desgraciado Gavira era ya cadáver. Entonces tomaron la determinación de trasladar el cuerpo hasta su casa, en la calle del Prado, número 14 piso tercero.

Calle del Prado número 14 en la actualidad

En La Tomasa, Setmanari Catalá, se da cuenta en unos deplorables versitos firmados por un tal L. Riusech, de la muerte de Francisco Piñero:

«[...]¡Si, senyors! L’asumpto gran
lo succes de la setmana
lo fet, qu’ha fet extremir
á la villa coronada
ha estat la agonía y mort
d’un torero, un personatje
dit Gavira; conegut
per sa vida y sos miracles
com un diestro dels de cór
¡com un matón del diable! [..]»
_________________________
En beneficio de la familia de Gavira se dieron dos corridas. La de Madrid, con Valenciano, Félix Velasco y Eduardo Albasanz, Bonifa, y toros de Palha y la de Barcelona con Costillares, Francisco Cayuela, el Rolo, y Pulguita y toros de D. Máximo Hernán. De la primera no tenemos el dato. De la segunda, descontados los gastos, con un ingreso en taquilla de 10.653,50 pesetas, se obtuvo el magro beneficio de 222,19 pesetas, que allí pasó gastos hasta el apuntador, como sigue siendo habitual en nuestros días.
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Tras celebrarse el juicio, el día 7 de abril de 1899, un jurado dictó sentencia condenatoria contra D. Luis Blanco en la que se apreciaron las circunstancias atenuantes de arrebato y obcecación y la de no haber tenido la intención de provocar un mal tan grande, imponiéndole la Sala al procesado la pena de ocho años y un día de reclusión mayor con las accesorias de las costas e indemnización de 5.000 pesetas a la familia del infortunado Gavira.

[1] Zarzuela cómica en un acto. Libreto de Carlos Arniches y Celso Lucio. Música de Gerónimo Jiménez. Representada por primera vez en el Teatro de la Zarzuela la noche del 31 de diciembre de 1897.
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