la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 8 de diciembre de 2014

La lluvia y el cante / por Joaquín Albaicín


Vicente Soto Sordera, cantaor de Jerez y Miguel Salado, guitarra

"...Así que fue un placer ser testigo de la obertura de Vicente –evocando la fragua de los Cagancho y las hazañas neblinosas de Curro Puya- por toná, debla y martinete, palos esenciales por los que, no sé por qué, a los cantaores de veinte años no escucho exponer nunca..."

La lluvia y el cante



Joaquín Albaicín
Foto: José Luis Chaín
Flamenco es en propiedad, para mí, quien vive y respira de acuerdo con el sentir y las formas de una cierta tradición. Todo eso de enseñar el flamenco en los colegios no me parece más que una de las tantas herramientas al servicio de la eventual extensión del pesebrismo funcionarial y un modo de sacar el dinero a la gente, con el agravante de que, a no mucho tardar, esos pobres engañados pretenderán erigirse en maestros (y en maestros, además, de quienes son flamencos de cuna y crianza). Ya lo advertían los antiguos egipcios, por lo menos desde los tiempos el gran arquitecto Imhotep: “No le enseñes, pues te odiará”. Espero, pues, que no prosperen las iniciativas de ese corte.

Dicho esto, se entenderá que Vicente Soto Sordera encarne para mí un buen prototipo de flamenco de verdad: canta lo que ha escuchado, lo que ha vivido, lo que ha recibido de sus mayores, lo mismo que hicieron éstos, y lo labra con ese eco de acentos y metales propios por los que a menudo se distinguen las prosapias cantaoras. Tuve la suerte de escuchar varias veces a su padre, que poseía un corazón esencialmente modulado para el cante y una garganta viril que redondeaba los bordes de la soleá, la siguiriya, la soleá por bulerías y los fandangos con temple de gran orfebre. Esos son también, junto con los tangos, los palos más característicos de Vicente, con los que se ha burilado un nombre de peso y valía.

A pesar de la tupida y tozuda lluvia dostoievskyana que asaeteaba Madrid, no quise faltar a su noche en la García Lorca de Casa Patas, única sala de la capital –y no sé si de España- que está programando con regularidad veladas de cante protagonizadas por nombres en verdad de relevancia. Y no quise porque hacía bastante que no tenía la ocasión y también porque, lo mismo que a cualquier aficionado a los toros le gustaría poder ver hoy un muletazo en redondo de Antonio Bienvenida o un lance de recibo de Rafael Vega de los Reyes, a mí me gusta escuchar a los cantaores que conservan con mimo el depósito flamenco. Las casas cantaoras cargan sobre sus hombros con esa responsabilidad de no sólo recibir sino, además, transmitir el legado, lo mismo que aquella mujer que, en el cuento de Bertolt Brecht, pone toda la carne en el asador para rescatar, alimentar y sacar adelante al bebé abandonado entre las llamas y desmanes de la Guerra de los Treinta Años.

Así que fue un placer ser testigo de la obertura de Vicente –evocando la fragua de los Cagancho y las hazañas neblinosas de Curro Puya- por toná, debla y martinete, palos esenciales por los que, no sé por qué, a los cantaores de veinte años no escucho exponer nunca. Y un placer asimismo –acompañado ya por la guitarra joven, limpia y entonada de Miguel Salado, otro jerezano que está ya haciéndose su cartel entre los habituales de la sala- su deleitoso decir, rico en matices, por siguiriyas, soleá y soleá por bulerías, así como su recreación de los tangos del Titi, que popularizara Camarón al grabarlos. Hubo verdad y hubo aroma, como no podía ser de otro modo, y ahí quedaron los sonoros olés de la concurrencia para corroborarlo.

Y, como tampoco podía ser de otro modo, cuando nos plantamos en la calle para echar el primer pitillo después del recital, la lluvia había amainado. Ya no hacía frío, sino fresco. Entramos arrecidos y salimos confortados. Es una de las virtudes redentoras del Evangelio del cante: no sólo dar de beber al sediento, sino calentar a quien tiembla.


Extracto de un cante por fragua del gran cantaor jerezano Vicente Soto "Sordera", en la noche de Casa Patas. Sábado 19 de Octubre de 2013

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