Echar mano de “las circunstancias sociales” para negarse radicalmente a celebrar “de momento” corridas de toros en La Monumental es una bajeza y una cobardía. Porque la Ley está de su parte y los aficionados, que son muchos miles, reclaman su derecho a ver toros.
Balañá hasta las trancas
Decía una vieja canción de mi infancia, que los niños de ambos sexos coreábamos en las calles y plazuelas donde jugábamos al atardecer, hasta que nos llamaban de casa para la cena; “Mambrú se va a la guerra/ qué dolor qué dolor qué pena/ Mambrú se va a la guerra, no sé si volverá...”. El Mambrú de ahora –Balañá Mombrú-, ¿qué más da la “o” o la “u” si lo que importa no es la anécdota sino la categoría?, nos ha salido pacifista y ha dejado claro que no abrirá la Plaza Monumental de Barcelona, que es de su propiedad. Y es que en ocasiones, Dios -sólo Él conoce la razón de sus planes- les suele dar sarna a quienes no saben o no se la quieren rascar. Lo dije hace tiempo: el dinero es muy cobarde y el señor Balañá Mombrú tiene mucho. Por eso está hasta las trancas.
Son demasiados los intereses que le inclinan a no incomodar a los antitaurinos por antiespañoles. Olvida descaradamente que es hijo de un padre que levantó una fortuna -de la que él y sus hijos gozan ahora- gracias a su categoría de empresario taurino. Y no sólo en las dos plazas de Barcelona -Las Arenas y La Monumental- sino también en Zaragoza, Linares, Sevilla –de cuya empresa formó parte- y en otras muchas. Aquel viejo Balañá fue un gran empresario y está en la historia del toreo con todo merecimiento. Estoy seguro de que si levantara la cabeza repudiaría el proceder de sus descendientes en cuanto a su nula calidad como empresarios taurinos.
Esa joya de la arquitectura que se levanta orgullosa, pero con la cabeza inclinada por vergüenza ajena, en la calle de Marina, esquina Gran Vía de Barcelona, fue construida para celebrar espectáculos taurinos al rebufo de la gran demanda que originó en toda Cataluña el trabajo y la inteligencia como empresario de Don Pedro Balañá Espinós. Echar mano de “las circunstancias sociales” para negarse radicalmente a celebrar “de momento” corridas de toros en La Monumental es una bajeza y una cobardía. Porque la Ley está de su parte y los aficionados, que son muchos miles, reclaman su derecho a ver toros.
Pero lo más sangrante es que el señor Balañá Mombrú cierre la puerta a la posibilidad de sacar a concurso de adjudicación el derecho a celebrar espectáculos taurinos en la Monumental, a otros que tengan el valor del que él carece. Eso le hace cómplice de los enemigos del toreo por ser enemigos de España. Los Balañá de hoy ofenden con su actitud la memoria del gran Balañá que supo hacer de su plaza la primera del mundo en espectáculos celebrados. Pero es más que sabido que en cualquier estercolero puede nacer una flor, y que en cualquier jardín puede brotar una mala hierba.
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