Nada más conocer lo sucedido en el transcurso del Cádiz-Valencia entre el futbolista cadista y Diakhaby, nuestro particular Charles Bronson se echó al monte y aseguró que la reacción del futbolista valencianista no era normal y que por lo tanto ahí había pasado algo. No es de esperar tranquilamente Javier Tebas, no. Tebas es más de disparar primero y preguntar después, y eso es lo que hizo precisamente con Cala. A estas alturas, y cuando ya han pasado 72 horas desde aquello, la Liga sigue apurando la investigación y al parecer ha enviado los sonidos del partido a una empresa especializada para que los aísle al máximo, potenciando así el supuesto insulto que profirió Cala. Un campo sin público en el que se escucha hasta el vuelo de una mosca, cámaras por todos los rincones, jugadores alrededor de ambos protagonistas pero, más de tres días después, la Liga ha tenido que recurrir al CSI de Miami, ha tenido que llamar a Horatio Caine y sus chicos, para ver si el insulto, ese hipotético "negro de mierda", aparece al fin.
También ha disparado la Federación, tan preocupada o más que el propio Tebas en salvaguardar su propia imagen. En realidad no es más que una carrera para ver quién queda mejor y, para ello, el objetivo es dejar a Cala a la altura del betún, si se me permite la expresión, que quizás ya tampoco se me permita. Si Tebas recurre al CSI de Miami, la Federación monta otro circo y abre expediente informativo extraordinario al futbolista del Cádiz a través de su Comité de Competición y tras recibir otro informe previo del Comité de Integridad. Cuántos Comités, ¿verdad? Por cierto, y abro un paréntesis: Ana Muñoz, que era vicepresidenta de dicho Comité, dimitió del mismo tras votar en contra de que la Federación Española llevase la Supercopa de España a Arabia Saudí. Mientras Muñoz, que ni siquiera viajó hasta aquella final, recogía sus objetos personales del despacho, Luis Rubiales trataba de convencernos a todos de que la presencia de la federación en aquel país iba a suponer un antes y un después en lo que se refería a la defensa de los derechos humanos. Y hubo incluso quien se lo creyó. Y hubo también quien no se lo creyó pero como la federación le filtraba información, y le sigue filtrando, vendió que efectivamente era así y que Rubiales era un justo y merecido candidato al Nobel de la Paz de ese año.
Perdón por la digresión. Volviendo al asunto de Cala: tras el informe del Comité de Ética de una Federación que se llevó la Supercopa de España a Arabia Saudí, el Comité de Competición abre expediente a Cala para dilucidar si al final sancionan o no al futbolista: ¿Con qué pruebas? ¿En aras de qué?
No importa la verdad, nunca ha importado; lo que importa es la apariencia de que todo el mundo está preocupadísimo con este asunto. Importa que la gente crea que la Liga y la federación están manos a la obra, pero todo eso importa (insisto) a costa de Juan Cala, que sigue insistiendo en su inocencia, apoyada hasta ahora por la inexistencia de prueba alguna. En vista de la situación, que es kafkiana, el Cádiz, claro, se ha venido arriba. Aplaude en un comunicado la decisión de la Federación de abrir una investigación pero no a propósito de unos insultos que ellos niegan que se hayan producido sino acerca de los ataques que sí ha recibido su jugador. Y estos sí son públicos y notorios.
Porque ahora, y en una interesantísima vuelta de tuerca, lo que dice el equipo andaluz es que si la investigación acaba como ellos están convencidos de que va a acabar, es decir sin sonido, imagen o prueba alguna que sustenten lo dicho por Dhiakaby, lo que exigen es que aquellos que hayan acusado sin pruebas sean finalmente expedientados. Esto es, el Cádiz estaría reclamando que se castigara al Valencia Club de Fútbol, al presidente del Valencia e incluso al futbolista del Valencia entre otros. Si la carrera fuera de verdad por erradicar el racismo de los campos de fútbol, la tarea sería muy noble. Pero no lo es. La carrera es por la apariencia, por el marketing. De lo que se trata es de encargarle a una empresa especializada que cribe el sonido ambiente hasta localizar el insulto y que se sepa, o estudiar un expediente informativo acerca de la nada más absoluta para que nadie piense que no mueven ni un dedo. Y en medio, Cala, a quien se ha acusado, y aún hoy se sigue acusando, de ser un peligroso racista. Y es que no le dan a uno el Nobel de la Paz sin menear un poquito el traserete, ¿a que sí?
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