Nadie debería considerar que la propuesta de vida consista en que quienes trabajan están sometidos a un régimen fiscal organizado para confiscar aquello que proviene de los bienes productivos, para entregarlo graciosamente a quienes no sólo no producen, sino que quieren acabar con el sistema productivo. Y por supuesto no te atrevas ni a insinuar siquiera, que el trabajo es salud y que quien quiera vivir ha de trabajar duro, porque como mínimo te llamarán fascista y te demostrarán como hasta el Papa está en tu contra, ya que nos han planteado un modus vivendi en el que los gandules serán los corderos del matadero, y por extensión correrán la misma suerte aquellos que osen salirse del redil globalizado, por lo que no nos debe extrañar que en los toros nos anden enredando con lo mismo.
¡Enhorabuena!, esta es la primera palabra que escucha un torero al regresar entrebarreras tras la faena. Enhorabuena venga o no venga a cuento, enhorabuena, aunque haya pegado el petardo del siglo, lo mismo que si ha roto la plaza triunfando de manera incontestable.
Quienes monopolizan el tratamiento informativo de carácter taurino, han organizado un argumentario de excusas y pretextos que lo mismo valen para una faena inolvidable -muy escasas, lógicamente-, como para el tostón habitual de cada tarde, porque ahora no se concibe calificar como mala a ninguna tarde de toros. Y quietecito callado, no vayas a ser tú el antitaurino protestón.
La distorsión llega a tal punto que han conseguido que la gente que acude a los tendidos -nuevos aficionados los llaman- asimilen el posible triunfo con el hecho de que suene la música, sin comprender lo que pueda estar sucediendo en el ruedo, o que consideren imposible la oreja si ha sonado un aviso, y que deben estallar de gozo con el mero hecho de ver enterrada la estocada tras el volapié. Sin necesidad de analizar su colocación, porque para los prevaricadores comentaristas taurinos de nueva planta, cualquier estoque enterrado es un “ehtocononazo”. Digo prevaricadores, porque estos saben de toros y opinan torticeramente a sabiendas.
Los estudiantes deben plantearse por qué no se les exige brillantez en sus resultados y los trabajadores oponerse a que proliferen tantas paguitas para gandules, porque de entrada aquí todo el mundo tiene que trabajar como única posibilidad posible. Suerte para aquellos que puedan vivir de rentas obtenidas legítimamente y mala para esos otros impedidos para el trabajo que deben ser socorridos por el Estado. Envidia sana hacia los primeros y solidaridad con lo segundos, pero el resto a currar se ha dicho, y esforzándonos en hacerlo lo mejor posible.
Mucho más cuando hablamos de toros, porque no podemos obviar que los valores que han sustentando a la Tauromaquia comprenden el respeto por lo que uno hace y eso no debe permitir la falta de compromiso, el control de la mente para ir hacia adelante cuando todo nos empuja hacia atrás, la superación personal y ajena, pudiendo primeramente con uno mismo y yendo con los cánones sin importar lo que piensen los demás, una estricta disciplina para estar permanentemente enfocado en tus objetivos, abrazando el presente, pensar en el hoy porque veremos si estaré mañana, poniéndolo todo en esta tarde porque es la que verdaderamente importa y siendo generoso con la práctica de actos de bondad, todo ello manteniendo en equilibrio el valor y la inteligencia.
Cuando detectamos que no nos exigen no podemos tener paz hasta que comprendamos el por qué, y en ese momento todavía habremos de sentir menos paz hasta que exijamos que se nos exija. En beneficio de todos.
José Luis Barrachina Susarte
Puesto que nuestro compañero nos habla de esfuerzo para ser premiado, si de toros hablamos, mucho esfuerzo hay que hacer -el que no se hace- si se quiere triunfar con los toros encastados como el que mostramos en la imagen. Sobran las palabras.
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