Pla Ventura
Toros de Lidia / 4 febrero, 2022
Aquellos eran otros tiempos en que, la gente, como única diversión tenía los toros pero, amigo, pasaron los años, cambiaron los tiempos a velocidad de vértigo y lo que era un baluarte intocable ahora apenas es nada. Y no lo es porque hay decenas de espectáculos donde la gente puede divertirse y, lo más sangrante de la cuestión es que la fiesta ha quedado anquilosada en los tiempos y, mientras todo aquello que antes servía, ahora es una tarea inútil, hasta el punto de que, por ejemplo la televisión, que podría ser el medio salvador de la fiesta, muchos imbéciles de sus protagonistas se niegan a ello.
La fiesta necesita promoción, pero mucho más que nunca porque tenemos que luchar contra demasiados elementos y, no hacerlo es un fracaso estrepitoso. Uno de los capítulos más importantes como inversión debería de ser la promoción del espectáculo porque, recordemos que no vivimos en 1920, si no en el 2022 y, como dije y es notorio, los tiempos han cambiado de una manera brutal. La divulgación debería ser la norma para que las gentes conocieran este espectáculo bellísimo puesto que, para colmo, tenemos que luchar, no ya contra los demás espectáculos que puedan competir con los toros, lo que es peor, esa lucha la tenemos contra los políticos que quieren destruir la fiesta, los de Pacma, lo necios que niegan hasta la existencia de Dios y, apoyándose en la causa animal, todos quieren acabar con la fiesta.
Y mientras todo eso ocurre, los taurinos miran hacia otro lado, hasta el punto de que, como ejemplo, se sienten ufanos de que en estos días llenarán las figuras del toreo la plaza de toros de Valdemorillo con apenas cuatro mil localidades. ¿A eso le llaman un logro? Está claro que se conforman con muy poco, es decir, en nada. Es más, los hay tan tontos que hasta se esconden por aquello de ser toreros. Lo explico. Me contaba un amigo el otro día que, estando en un tentadero, un torerito de nueva ola se negó a que le hicieran fotos para difundir su efigie porque según el chico, debía de preservar su imagen para no quemarla puesto que, según él, solo debe ser visto en los ruedos.
El chaval, si entrenara, todavía podía ser más tonto. Lo digo porque, en aquellos años veinte, Joselito se paseaba por Madrid y, sin medios, sin apenas fotógrafos, ni televisión, ni Internet ni nada que se le pareciera, todo el mundo le acosaba para pedirle autógrafos; es decir, hasta Dios sabía que, aquel que tomaba café en El Gijón era Joselito El Gallo. Era la grandeza de la tauromaquia y de sus personajes y, ahora que la fiesta necesita de más promoción que nunca, algunos hasta quieren preservar su imagen fuera de los ruedos cuando, como se sabe, el éxito sería que los toreros fueran reconocidos en la mismísima calle. Vivir para ver.
Publicidad, esa es la solución para la difusión de la fiesta, y mucho más ahora que tenemos miles de formas para publicitar nuestra incomparable fiesta. Claro que, eso requiere trabajo, por ello invertir en la causa efecto más importante para los toros, todo el mundo le da de lado. ¿Culpables? Como dije, todos los que no secundamos la forma arcaica y obsoleta de los taurinos, los que miramos el espectáculo con objetividad sabedores de todos los males que tiene la fiesta y, por lógica, quisiéramos que se arreglaran. Solo por eso ya somos culpables.
Claro que, al margen de la promoción que hablamos, el gran problema es que han desertado de las plazas de toros aquellos que se han convencido del fraude al que se nos somete. Una hecatombe al más alto nivel que nadie quiere ver y mucho menos reconocer. El aficionado se ha cansado y hastiado de ver siempre lo mismo, de que no aparezca el toro con toda su integridad, que los toreros se alivien sabedores del animal que tienen enfrente y, como prueba, ahí mostramos una foto de los toros que ha lidiado Morante en México, exactamente lo mismo que en España, por dicha razón, en el país azteca tampoco se llena plaza alguna.
Leo por ahí declaraciones de algunos toreros adulando a los aficionados diciendo que no son tontos; por supuesto que no lo son, por eso han dejado de ir a las plazas de toros porque la parodia no les subyuga para nada. Empecemos por lidiar toros como Dios manda, continuemos con la promoción a todos los niveles, difundamos la fiesta con la expansión que se merece y, de forma humilde, reconozcamos que estamos en una auténtica minoría, por ello, retornar a los tiempos de antaño no lo lograremos nunca, pero si es preciso luchar para no perder lo poco que nos queda.
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