@realmadrid
'..Ancelotti no sacó a Endrick en todo el año y el fútbol, divino, lo ha colocado en el sitio. Lo que ha hecho Ancelotti es un crimen deportivo, y ahora aparece el cadáver, nos lo devuelve el océano del calendario..'
Hughes. Real Madrid, 5- Celta, 2.
La Copa nos devuelve a Endrick
Hughes
Pura Golosina Deportiva
Pasaba la ya deportiva y radiofónica hora cero, el partido iniciaba la segunda parte de la prórroga (en la primera, el Madrid no había dado pie con bola) y ya no estaban Vinicius ni Mbappé en el campo. Se estaba jugando la Copa el Madrid con Güler y Endrick. El primero pasó la pelota al segundo que al borde del área giró y de fuerte zurdazo la clavó junto al palo, ("¡gol de Tchouamení!", gritó Rivero), como si tuviera las dimensiones de la portería metidas dentro de la cabeza. Esa es una sensación que despiertan algunos delanteros: la portería como extensión íntima, fijación.
Endrick había estado mal en los pocos minutos anteriores, y antes, en el banquillo, al ser enfocado, pareció un ser deprimido, hundido en su anorak. Un inuit más que un brasileño. Pero le dio al Madrid la eliminatoria y aun marcó el segundo de tacón. Le cuesta más no marcar que marcar.
Ancelotti no sacó a Endrick en todo el año y el fútbol, divino, lo ha colocado en el sitio. Lo que ha hecho Ancelotti es un crimen deportivo, y ahora aparece el cadáver, nos lo devuelve el océano del calendario. Endrick llegó con las constelaciones de su parte, con los astros en pompa para él, y eso lo veía cualquiera... Bueno, quizás cualquiera no, que venimos de cuestionar a Mbappé.
Aunque es comprensible lo de Ancelotti. Tiene un equipo sin centrales y con Endrick, Vinicius, Mbappé y Bellingham... y añadiríamos a Güler, que acabó abrazado a Endrick y marcó otro gol anulado por un fuera de juego capilar.
El partido había empezado sin ellos, dos horas antes. El Bernabéu pitaba a Tchouameni, el escogido, por débil, para volcar la frustración. El jugador estuvo de mediocentro y puede que robara una docena de balones o alguno más.
El Madrid jugaba mal. Eso que se llama el balance defensivo era horrible. El Madrid borda todos los balances menos ése.
El juego, a veces, era Modric buscando a Lucas. No había el juego ligado que se suele asociar al disfrute. Los jugadores se lo pensaban mucho antes de hacer cosas tediosas y Lucas, en particular, provocaba una gran irritación. La presidencia del Madrid no es nada forofa porque ningún aficionado aguantaría eso. Lo primero que haría cualquiera, en ese cargo, sería comprar un lateral. Todos endeudaríamos al Madrid para no tener que verlo apoyado en Fran García y Lucas Vázquez. Florentino es el gran presidente que es porque no siente la necesidad futbolística e incluso física de acabar con eso.
A la media hora el Madrid ya había mejorado. El gran recurso era Mbappé, que estaba finísimo, tan rápido que partía del 10 y de la lucidez del 10. En el 37 marcó un gol estrepitoso. La cogió en el mediocampo, corrió la banda izquierda, superó al defensa con una bicicleta y marcó con tiro zurdo y ajustadísimo, como si entre el poste y la sien del portero solo cupiese esa bala. La jugada venía precedida de un posible penalti de Lunin. Fue plásticamente penalti.
Mbappé estaba de dulce, y desesperaba un poco que no pudieran buscarlo más, que costara tanto meterle algún balón a la carrera...
Era al revés. Era imperio generador, que diría un buenista. El 2-0 partió de él: balón al espacio recorrible por Brahim, que asistió a Vinicius, goleador.
Vini, en cierto modo subordinado al superior brillo de Mbappé, pudo luego marcar de vaselina, y también Brahim fue entrando en el partido. Cuando caía en el césped levantaba los brazos como alguien ahogándose. Tchouameni, tras evitar un gol, era aceptado, o más bien volvía a la silenciosa indiferencia anterior.
En esos minutos el Madrid pudo haber sentenciado, pero faltó el pase esclarecedor. Lo podía dar Güler, que al poco de entrar marcó un gol (anulado) que le daba Vinicius en otra jugada nacida en Mbappé.
Empezaron los cambios. Los nuevos notaban frialdad, falta de acomodo. Enero es ingrato para el Madrid.
Bamba marcó el 2-1 tras error de Camavinga, que estuvo de fusible chamuscado en un fallo sistémico. Había torrija general, silbidos del estadio soberano. Se intuía algo y pasados los 90 minutos, Asencio, que había enardecido al clorofórmico público con algunos tacklings o segadas, se fue a por Bamba en el área con torpe exceso de energía. El penalti lo marcó Alonso, cuya elegancia nos hizo mirar de nuevo dos veces a Fran García.
El 2-2 no se lo creía el Celta, que tuvo algún ramalazo obstructivo y abrazó la prórroga con demasiado nihilismo. El Madrid en ella fue también de la nada al todo.
En unos minutos, muy concentrados al final, llegaron los goles de Endrick y otro tomahawk por la escuadra de Valverde, que iba a descansar las fibras, por fin, y acabó otra vez galopando unas transiciones mongólicas por las estepas madridistas, equilibrando sus balances postergados.
Madrid, 17 Enero 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario