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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 23 de enero de 2025

Hughes. Real Madrid, 5; Salzburgo, 1. Los cien goles de Vinicius / por HUGHES

@realmadrid

'..Vinicius, crack de craques, al final del partido lo dijo: "Queremos marcar una época". Antes se pedían títulos o, todo lo más, una Copa de Europa. Esta generación busca épocas, lustros, décadas..'

Hughes
Pura Golosina Deportiva

Vinicius tenía varias formas de llegar al olimpo madridista, que es el que importa.

Una ya está conseguida: haber ganado dos Champions él, con goles suyos, llevando al equipo. Esto no lo han hecho muchos jugadores. Raúl, por ejemplo, sí marcó en dos finales.

Otra era el Balón de Oro, del que le han privado como a Raúl por un jugador de la Premier.

Y había otra, que ya apunta: acumular datos, trofeos, e ir subiendo puestos en la escala celestial madridista. Ya lleva 100 goles (de no saber hacerlos a hacer cien) y es probable que acabe la temporada detrás de Juanito en esa lista de máximos goleadores del Madrid. El otro día vi un vídeo y me reafirmo: Vinicius es Juanito en el cuerpo de Cunningham, pero más.

Ésta va a ser la cuarta temporada en la que consiga más de veinte goles y más de diez asistencias. Dobles figuras. No hay muchos jugadores así. Y ni con eso se consigue capturar su impacto en el juego porque eso no recoge su fútbol derivado, las preasistencias, los errores provocados, los penaltis, las amarillas a los rivales... Todo esto, por supuesto, debería ser mayor. Sus números deberían ser mayores si la Liga como ecosistema no hubiera penalizado su brillantez, pero de esto ya hemos hablado.

Vinicius y antes Bellingham se llevaban el foco de una noche que empezó con Rodrygo, que jamás es el protagonista. Es el gran secundario. Es Robert Duvall. Un genio del matiz un paso más atrás. Actor Secundario Goes.

El Madrid empezó blando, con Modric en el doble pivote, cual partido liguero en casa, ante un Salzburgo de jugadores sólo prometedores.

Tardaron unos minutos en arrancar. Lo más vivo era Mbappé, que mostraba su lugar favorito para arrancar, donde recoge, donde baja a por la pelota, como los animales de las montañas bajan al arroyo a beber agua. El punto es más o menos donde recibía Vinicius, pero más adentro, más interior. Se le dibujan al Madrid dos líneas paralelas, como cuando un coche compite con un avión en un anuncio. La velocidad de Mbappé parecía, fresca aún, superior a cualquier otra. Pero esto cambia con los minutos. Nos estamos haciendo expertos en la fibra y sus matices, en las formas de correr, en las velocidades tan distintas que tienen unos y otros.

El paso de Mbappé (al que igual llamo Kili en lo sucesivo) y pases exteriores de Modric, siempre con algo de displicencia antigua, gestos desmayados y antiguo régimen, como hablar en castellano antiguo o como cuando en las películas de época comienzan a decir vuesa merced.

Pero el Madrid miraba y no robaba. Los socialistas madridistas que estuvieran observando dirían: pero ¿qué les pasa? ¡Con lo fácil que es!

Hubo incluso una contra de cuatro contra dos del Salzburgo que presagiaba nubarrones e incluso se escuchó algún silbido.

Estos desórdenes acabaron pronto. Llegó el 1-0 en una conexión entre Bellingham, Kili y Vini, muy rápida, muy inmediata, que remató Rodrygo de primeras porque el control se le escapó a Mbappé, que tiene esta cosa de aparecer en el inicio y en el final de las jugadas, en distintos momentos de la misma, en diferentes tiempo-espacios xavianos.

El Madrid comenzó a correr. Los contragolpes estaban empujados por la velocidad de Mbappé. Se daba uno cuenta de que era imposible que el Madrid, el rival y el partido entero no se rompieran. El Madrid está condenado a la desproporción y a veces incluso a la incoherencia. El hilo del Madrid, de fibra óptica, partía de Ceballos (superior y titularísimo) y a través de Bellingham llegaba al ataque. Jude empezó siendo lanzador y luego fue adensando su mapa de calor, diríamos, creciendo en la mediapunta hasta provocar un par de éxtasis zidanescos. Esas expresiones tan características, "ah", pero incluso "agh", donde el ah coge un poco de sorpresa (matices incluso de consternación) y un poco de carcajada que no llega, que sólo se apunta; y ese ah, que es agh, también ¡oh! es nuestro mayor esteticismo y satisface y llena muy especialmente a un sector del madridismo más grecorromano, decadente incluso. Ese ah-agh-oh está entre el gruñido extático operístico y un proto-olé taurino, no muy lejos de las regiones del erotismo y el abandono.

Apareció, como una constante, el enlace entre Belingham y Mbappé, en ese punto del campo mencionado antes. Tanto juego había por la izquierda, tal era el cluster, el Silicon Valley (qué placer al escribirlo ahora), que por la derecha se acrecentaba Rodrygo, con aire de sorpresa y compensación, siempre adecuado, siempre asociado a un equilibrio.

Los contragolpes excitaban la avidez, la presión. El vértigo de correr y de rondar el gol aumentaban el deseo de robar. Se entraba en ese círculo virtuoso. Es la sensación madridista, eso es el Madrid y eso está quedando como su mejor fútbol, cuando al vértigo de correr por el puro gol le sigue el de robar. Ese el gegenpressing del Madrid.

En ese momento madridista se produjo otro instante de madridismo aún más reconcentrado. El Bernabéu (ErBnb, Erbienbí) selló su aceptación de Mbappé, y como le gusta, con algo de doma. Mbappé, que lo corría todo hacia delante, corrió una vez hacia atrás y ErBnb rompió en aplausos, acariciando su mayor proyecto: gravesenizar a Mbappé. Aunque sea un poquito.

Se gustaba el Madrid y se requetegustó en el 2-0, una pared de Rodrygo (por la izquierda) con Bellingham, que devolvió de tacón roscado, como en el billar; Rodrygo añadió rosca a la rosca y, de primeras otra vez, ajustó al palo con esa definición pulquérrima suya desde la izquierda (jugador condenado a posar siempre con su perfil malo).

Rodrygo, más goles en Champions que Ronaldinho, tiene la mala suerte del cuarto del Rat Pack. Está, pero nadie se acuerda de él.

Todos estallaban por la izquierda, entonces Vinicius parecía un poco desplazado.

En una jugada se pudo percibir algo de lo que ha cambiado. Le llegó el balón pero, nada más llegarle, no podía emprender su habitual 'monólogo', su planteamiento de carreras y regates, su tanteo y posterior ruptura con el lateral porque, un segundo después de haber recibido, Mbappé ya estaba delante de él con un movimiento rapidísimo y demandaba el pase, la asistencia, de modo que Vinicius debía archivar su jugada y, al menos, valorar esa opción. De alguna manera, la velocidad de Mbappé reduce su horizonte, urbaniza su pradera, aborta su primer impulso...

También le sacaron una amarilla que pudo evitar. Hay algo curioso en Vinicius... Al principio le costaba afinar el tiro a gol. Cuando sometió su disparo y su puntería, entonces se le fueron disparatando los nervios. Un poco. Como si por ahí le saliera el colosal autocontrol alcanzado. Ese "aprendizaje" del gol, que era un imposible del fútbol, ha tenido que suponer un esfuerzo enorme. Y una vez dominados sus reflejos y movimientos, su relación con la pelota y el gol (su control y a la vez su sumisión), su espacialidad y la coordinación ojo-pie más precisa, se le empieza a disparar el pronto, la reacción, el nervio, no sin motivos, pero de manera visible.

Se hizo sereno ante el gol, intransigente ante lo demás.

El pleno dominio de sí ante el gol, ganar esa serenidad técnica, exterior, le llevó a unas zonas de rabia e ira mayores. Totalmente justificadas porque su logro es único.

En el descanso, al festival que ya era el Madrid le faltaba Vinicius. Y eso llegó en la segunda parte.

Antes, llegó el gol de Mbappé, a puerta vacía tras un regalo del portero. Lo celebró como una travesura. Mbappé es un francés simpático. No estamos conformados para verlos simpáticos. Nos cuesta. Más que un prejuicio es una disposición natural.

Luego llegó el show de Vinicius. El 4-0, en un pase largo de Modric, una banana de las que hacía Michel pero raseada y desde atrás. Vinicius lo hizo todo violentamente: correr, parar, arrancar y chutar al 'palo largo'.

(Vinicius y Trump son las grandes fuentes de energía humana)

El 5-0 fue lanzado por Valverde, no con un pase sino con su galopar. Vinicius esta vez se enganchó a la jugada como Tom Cruise a un ferrocarril en marcha y resolvió con un swingueante juego de caderas, hacia un lado y hacia otro, por aquí, por allá, y gol.

La cintura de Vinicius, ese centro de gravedad único, que va a quebrar a una generación entera, uno a uno... Siento, mientras perpetro esto, que estos gestos técnicos de Vinicius ya tienen la suficiente constancia, tanta regularidad como para ser esperados, necesitados, amados incluso...

Luego pasaría algo en el Madrid. Minuto 60 y Ancelotti introdujo cambios por parejas. Ojo: Güler y Alaba, Brahim y Endrick y luego el debut de Jacobo Ramón (en quien cabe confiar).

El Madrid tiene un ataque colosal y luego, en el banquillo, un ataque de repuesto.

Aparecen centrales, poco a poco, y de Alaba se celebra tanto el defensa como lo que tiene de primer organizador.

El gol average importaba, pero el Madrid le dejó meter al Salzburgo el de la honrilla. Tampoco era cosa de estar ahora rebañando el plato...

Vinicius, crack de craques, al final del partido lo dijo: "Queremos marcar una época". Antes se pedían títulos o, todo lo más, una Copa de Europa. Esta generación busca épocas, lustros, décadas.

Los 100 goles de Vinicius son ya un tiempo juntos.

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