la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 24 de octubre de 2010

Antonio Mejías "Bienvenida", y El Pocero / Por Aquilino Sánchez Nodal

      ANTONIO MEJÍAS, “BIENVENIDA” Y  EL POCERO


                                “Traigo los campos andaos
                                 de Salamanca y Sevilla.
                                 Traigo los campos andaos
                                 y naide norte m´ha dao
                                  de mi hijo el maletilla”.

Por4 Aquilino Sánchez Nodal

     1.975 año terrible. En España no falta trabajo para el que quiere trabajar. Los mejores pagados son los menos deseados y más peligrosos. Entre las gentes del toro de Madrid es popular un contratista llamado, Pedro Cánovas. Buen aficionado dispuesto a echar una mano a los toreros que necesitan algunas perras para seguir en el toro y poder comer. No es empresario taurino, sus faenas se realizan en los subterráneos de la ciudad, a veces a cuarenta metros de profundidad. La lidia en los pozos es sacrificada y nauseabunda.
-         ¡Si viera “usté” lo que hay abajo! Es otro Madrid, con sus calles, sus rótulos, sus
“animalitos” y sus gases. ¡”Mú” peligroso “to”!. Pero pegan más los toros que los “posos”. Allí abajo nunca “ma pasao na”. Aquí arriba, llevo tres cicatrices de tres “cornás mu” gordas y una lesión de cervicales.
-         José, “Pepín” Maguilla, torero de Morón de la Frontera.
-         ¿Por qué quiere usted ser torero?.
-         Lo primero porque me gusta. Y a luego por dar un respiro a mi madre, que ha
“pasao” mucho “pa” sacar adelante a mis dos hermanos, a mí y a una chiquilla que la hemos acogido como si fuera una “hermanilla” más.
-         ¿De donde le viene la fiebre taurina?
-         De muchacho me coloqué para ayudar al mayoral, en la finca del Conde de la Maza.
Allí entré a “currelar” porque hay que hacer algo en la vida y para torear. Aunque no cobraba “na”. A los 12 años me tiré de espontáneo en la plaza de mi pueblo. Como era “mu” chico, no me pasó “na”. Repetí el asunto dos años después. Me trincaron los civiles, me dieron un par de sopapos y me enchiqueraron unos días. En cualquier lío de toros que había en algún pueblo, me recorrí toda Andalucía, allí estaba “El Vaquerito”, apodo que me pusieron mis conocidos. Fiesta, capeo, tienta o herradero no perdía uno. Toreaba por lo que fuera, incluso un mendrugo. Me especialicé en revolcones, puntazos, hematomas y mocerios inciviles. Nada me dolía, estaba acostumbrado. El aprendizaje había sido en la finca del conde, un semental me dio una paliza de muerte al intentar torearlo de muleta. Toreaba a un carnero “enseñao”, ¡más bravo que la mar!. Todos los que se ponían delante iban por los aires. Yo me lo pasaba por la faja y no me tocó ni un pelo. Me vine a Madrid para desahogar un poco a mi madre. Aquí me coloqué en la “pocería” de mi amigo Pedro Cánovas, como otros muchos “torerillos” incipientes y banderilleros “desocupaos”. Los primeros cuartos que gané me los gasté en trastos de torear. ¡Llegué a comprarme dos vestidos y sus capotes de paseo a juego!. Entonces me alquile una vivienda en la Corrala de Mesón de Paredes y la calle Tribulete, junto al Molino Rojo. Un mal día, cuando llegué a casa después de torear una “novillá”, me encontré la puerta abierta de par en par y “to desvalijao”. Lo que más sentí es que se llevaran los dos capotes de paseo, ¡con el sacrificio que había hecho para comprarlos!.
-         Es usted un poco “tarrita” para esto, ¿No?.
-         Tengo 27 “castañas”. Manolo Benítez y Domingo Ortega tampoco eran dos críos
cuando triunfaron. He “tardao” un poco más porque he “andao” a mi aire hasta que me “colocó” don José Luis Berrocal. Actué en el festival de la Policía Municipal junto a los matadores, Juan José y Gregorio Tévar, “El Inclusero”, me vio y me contrató para mi debut formal en Las Ventas con una de Arribas, el día de la Virgen 15 de Agosto. Corté una oreja con toreo del “güeno”. Desde entonces me apodera Raúl de los Ríos. Las “espás” me las sirve un “gitanito”, Pantoja, por amistad, ni cobra ni na, cuando falta el “parné”.
     Al poco tiempo, tienta en la ganadería de don Atanasio Fernández. Antonio Mejías, “Bienvenida” se gusta con las vacas que salen por la puerta. Haciendo tapia, “El Vaquerito”, “Bienvenida” es su ídolo. Con un gesto, el matador hace una señal para que baje el muchacho a dar fiesta a una “vaquilla  encastá”. “Pepín” la “enjareta” cinco, seis, siete muletazos con sabor. Don Antonio elogia el estilo y la valentía de “torerito”:
-         Eres un gallo de pelea – le dice - ¿De donde eres?.
-         De Morón, maestro.
-         Pues desde hoy te anunciarás en los carteles, “El Gallo de Morón”.
Esa fue la profecía y el autor del apodo de José Maguilla. No consiguió,
con el nuevo alias, hacerse figura pero sí que le reconozca toda la gente del toro.
     Unos días después, en otro tentadero, ocurrió el inesperado accidente que segó la vida del torero más valiente y honrado de su tiempo.
     Que en Gloria esté junto a los suyos.

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