Sistemáticamente, la tauromaquia es la que da vida y mata a los jóvenes entusiastas que buscan un hueco en el escalafón, y también la que da gloria a algunos pese a que no la merezcan. Como diría Quevedo: “Es hielo abrasador, es fuego helado”, una pelea de titanes con el respeto ganado a priori, pues remar a contracorriente día tras día es la fe en uno mismo sin influencias negativas de ningún tipo por convicción propia, porque el camino a seguir no está libre de piedras y hasta de minas.
¡FUERZA, JÓVENES!
Por Quesillo y Pablo Pinesa
Toros de Lidia / 6 julio, 2020
Te levantas, vas al baño y notas el frío del agua en tu faz. Bajas y tomas café. Y de nuevo emprendes el rumbo a la libertad. La pesadez se halla en nuestro entorno social pestilente, que achanta a cualquier persona con más valentía que el mediocre de turno. Por eso, estudiar y querer saber es el rumbo a la libertad, porque es la antítesis a la pernicie ambiental de nuestros tiempos de iletrados por doquier. Una libertad que, para desgracia de todos, cada vez es menor porque aunque muchos digan lo contrario, las convenciones sociales de hoy en día, los poderes “visibles” del mundo y (por supuesto) la mano negra que representan los diferentes grupos con aires sectarios, totalitarios y dictatoriales (de los cuales no está exento el toreo) que constituyen los famosos lobbies, han creado un mundo en el que la libertad cada vez es más limitada y, si bien se ha impuesto que uno es libre en su mente, lo cierto es que sin la libertad física, de movimientos, de expresión a viva voz, cultural… Por mucho que piense alguien, no será libre.
Esfuerzo para conseguir la libertad con la responsabilidad de la mano. Sin embargo, te topas con un muro de imposibilidades construido de forma sistemática entre el convenio de ciertas personas que te niegan no sólo la cultura y el conocimiento sino, lo que es aún más ruin, el pan. Ese muro es la vida misma, que no regala nada, pero seguro que quien labra bien sus tierras recogerá frutos, pese a que hoy en día las tierras son cada vez menos fértiles.
EBAU, PAU, EvAU… Muchas caras de una misma moneda. En definitiva, esta selectividad atípica que nos toca vivir, será la prueba de fuego de quienes persiguen con torería un oficio para entregar su vida hasta el último aliento.
Sistemáticamente, la tauromaquia es la que da vida y mata a los jóvenes entusiastas que buscan un hueco en el escalafón, y también la que da gloria a algunos pese a que no la merezcan. Como diría Quevedo: “Es hielo abrasador, es fuego helado”, una pelea de titanes con el respeto ganado a priori, pues remar a contracorriente día tras día es la fe en uno mismo sin influencias negativas de ningún tipo por convicción propia, porque el camino a seguir no está libre de piedras y hasta de minas. El camino pedregoso, en gran parte, ha pasado a ser la escuela taurina. Enemiga del torero vocacional, que busca en cada lance la diferencia ante un amaneramiento ventajista general por parte de todo aquel que entre en el circuito novilleril. Enemiga de la creación auténtica, ya que se ha convertido en una factoría de “pegapases” sin ton ni son. Desde nuestro humilde pensar, animamos a todos los que sueñan con el bordado en oro sellado a su cuerpo en un futuro, a que saquen su lado más personal y creador en contraposición al despropósito actual de querer adoctrinar un canon erróneo por parte de las escuelas.
Es esa “herida que duele y no se siente” en el aficionado, es el hecho de que en un pueblo con escuela taurina anuncien a toreros por compadreo, que a nuestro juicio deberían estar retirados por su edad, y para colmo no se dignen a dar una novillada. ¡Y mejor no hablar de los precios! Cosas de la nueva anormalidad, cosas que no han de extrañarnos a partir de ahora porque (como es sabido por todos) en las adversidades los honrados perecen y aquellos que se salen de la ley, en este caso leyes morales y del honor, perduran.
Los jóvenes, tenemos el poder de cambio, eso es innegable, la cuestión está en sí aún quedan jóvenes con la necesaria grandeza de espíritu para acometer ese cambio. En estos días se decidirá parte de nuestro futuro, cuando no ello Quesillo y Pablo Pineda entero. Elegir entre la sumisión o la libertad, entre la creación o la imitación, el arte o la mecanización. Elegir entre una vida llena de vanidad, ligereza mental y cansancio social o una vida de lucha, de pelea por lo que es legítimo de cada uno y por restablecer la cordura en el mundo. En definitiva, elegir, y no perder la cabeza.
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