“Hace meses una concejal del Ayuntamiento de Madrid planteó quitar la inscripción que figura en el monumento que se conserva en la plaza de Castilla: “España a Calvo Sotelo”. Hoy, cuando se cumplen ochenta años de su asesinato, creo que no está de más recordar”
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Alfonso Bullòn de Mendoza
Director del instituto CEU de Estudios Históricos
Diario ABC / Julio 2016
A las dos y media de la madrugada del 13 de julio de 1936 una camioneta de la Guardia de Asalto se detuvo delante del número 89 de la madrileña calle de Velázquez. De su interior descendieron una veintena de individuos, de los que sólo una tercera parte llevaban uniforme. El resto eran en su mayoría miembros de la Motorizada, grupo armado del PSOE que se ocupaba de la protección de Indalecio Prieto. Su instructor, el capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, mandaba tan heterogéneo grupo, al que había seguido en su marcha un Fiat de la Guardia de Asalto ocupado por varios oficiales.
Tras darse a conocer como agentes de la autoridad a los guardias de seguridad situados delante de la puerta, Condés y una docena de hombres penetraron en la casa y al grito de «¡abran a la Policía!» golpearon la puerta del piso en que habitaba el diputado monárquico José Calvo Sotelo. Una vez franqueada, y tras un simulacro de registro, le obligaron a acompañarles mientras por la escalera resonaban los gritos de angustia de su mujer: «¡No te vayas, Pepe, por favor, no te vayas!». La camioneta emprendió su marcha y al llegar al cruce de Velázquez con Ayala resonó un disparo. Calvo Sotelo se desplomó a la derecha de su asiento. Acto seguido, Luis Cuenca, escolta de confianza de Prieto, le remató con un nuevo disparo. La camioneta enfiló entonces hacia el cementerio del Este, en cuyas tapias se abandonó el cadáver.
El Gobierno obligó a celebrar el funeral en el interior del recinto, y cuando algunos centenares de asistentes trataron de manifestarse en señal de protesta fueron tiroteados por la Guardia de Asalto, con un saldo de cinco muertos y treinta y cuatro heridos.
José Calvo Sotelo era, en julio de 1936, una de las personalidades más emblemáticas de la política española, pues había denunciado frecuentemente desde su escaño la situación de desorden público en que vivía el país. El diputado monárquico hacía especial hincapié en la falta de imparcialidad del Gobierno, que reprimía la violencia de la Falange, pero no la protagonizada por los militantes de las formaciones que integraban el Frente Popular. Para él era necesario que se reprimiese «la de un lado y la de otro», si se quería evitar una guerra civil.
El 16 de junio, en medio de un tenso debate, el presidente del Gobierno le hizo «responsable ante el país» de cuanto pudiera ocurrir, lo que Calvo Sotelo consideró una amenaza de muerte: «Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: “Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis”. Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio». Pero la amenaza más directa fue la recibida el 1 de julio, cuando el diputado socialista Ángel Galarza dijo en medio de las Cortes: «Pensando en S. S. encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida».
El asesinato de Calvo Sotelo, perpetrado por militantes del PSOE bajo el amparo de las fuerzas de seguridad del Estado, es la mejor prueba de hasta qué punto habían llegado la violencia política y el desorden en 1936. Su muerte no fue la causa de la guerra civil, pues hacía ya varios meses que estaba en marcha una conspiración militar. Pero tuvo importancia a la hora de decidir a los indecisos como el general Franco, que afirmó que «no se podía esperar más» al tener noticia de su muerte.
Calvo Sotelo fue inicialmente objeto de amplio reconocimiento en la España nacional, pero poco a poco fue quedando en el olvido, pues resultaba incómodo por su monarquismo. A la muerte del Generalísimo el revanchismo de quienes habían perdido la contienda condenó al ostracismo su figura, pues su asesinato era incómodo de recordar, y las placas con su nombre fueron retiradas de casi todas las plazas y calles que se le habían dedicado.
Pero Calvo Sotelo fue mucho más que un diputado monárquico que pagó con su vida la denuncia del desorden imperante. José Calvo Sotelo, que sacó su oposición de abogado del Estado en junio de 1916 con una puntuación sin precedentes, era un hombre ciertamente notable. En diciembre de 1914 se doctoró con una tesis sobre El abuso del Derecho donde defendió que la propiedad debía tener un fin social, doctrina hoy recogida por el Código Civil.
Director General de la Administración durante la dictadura de Primo de Rivera, fue el redactor de los Estatutos Municipal y Provincial, que dieron a España el régimen local más libre que haya tenido a lo largo de su historia contemporánea. En el primero de estos textos introdujo, por primera vez en nuestra patria, el voto femenino: «De todas las innovaciones del Estatuto acaso sea esta la más interesante y trascendental», dejó escrito su autor.
Ministro de Hacienda en diciembre de 1925, su anteproyecto de impuesto sobre rentas y ganancias estableció también por vez primera la progresividad fiscal hoy recogida en la Constitución. La oposición generalizada de las élites le obligó a dar marcha atrás e igual ocurrió con el decreto que preveía la expropiación de las fincas de quienes ocultaran al fisco más del cincuenta por ciento de su valor. Todo ello, y su respaldo a la labor de los inspectores, le valió que se le apodara «el ministro bolchevique». Aunque los fracasos se vieron compensados por un fuerte incremento de la recaudación, un exitoso arreglo de la deuda y la creación de un sistema de banca pública especializada, Calvo Sotelo sacó un sabor agridulce de su estancia en el Ministerio: «La incomprensión egoísta de multitud de ciudadanos pudientes puede depararnos días desastrosos», escribió en 1930. Y resultó profético.
Hace meses una concejal del Ayuntamiento de Madrid planteó quitar la inscripción que figura en el monumento que se conserva en la plaza de Castilla: « España a Calvo Sotelo » . Hoy, cuando se cumplen ochenta años de su asesinato, creo que no está de más recordar algunos de los motivos que hay para mantenerla.
ABC
Guardia civil a mando del psoe
ResponderEliminarSuceso del 13 de julio de 1936.
EliminarTerrible asesinato de José Calvo Sotelo, crimen del Gobierno del Frente Popular, en la madrugada del 13 de julio. José Calvo Sotelo fue detenido en su domicilio por un grupo de Guardias de Asalto y de militantes socialistas, mandados por el capitán de la Guardia Civil, Fernando Condés Romero. Hicieron subir a Calvo Sotelo a la camioneta número 17, y en el cruce de las calles de Velázquez y Ayala, recibió dos descargas provenientes de la pistola Astra de 9 mm de Luis Cuenca Estevas. El cuerpo de Calvo Sotelo se desplomó, ensangrentado, sobre el asiento que ocupaba. La muerte fue instantánea, por dos disparos en la región de la nuca, en la mencionada madrugada del 13 de julio de 1936.