la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 14 de julio de 2020

Entrevista: Hablamos con Ángel Teruel / por JAIME

Hoy charlamos con uno de los toreros más elegantes que dio el toreo. Ángel Teruel, torero madrileño dónde los haya, se convirtió en figura del toreo siendo prácticamente un niño.

Hablamos con Ángel Teruel

POR JAIME
Patrimonio Taurino · 9 Julio 2020
Siendo muy joven se puso a mandar en las décadas gloriosas de la tauromaquia siempre con su valor y su estilo tan fino de toreo. Tras un parón para asimilar, volvió más fuerte dejando claro que Madrid, que siempre le midió con dureza, tuvo a un grande de verdad.

¿Cómo lleva el confinamiento?

Lo llevo resignadamente porque esto es una putada. De salud bien, gracias a Dios, me siento bien. Estoy en el campo, hago una vida sana, atiendo mis cosas, estoy ocupado, gracias a Dios estoy bien.

¿Cómo cree que va a afectar esto al mundo del toro?

Al mundo del toro y a todo, mucho. Parece que estamos viviendo un mal sueño pero esto, de sueño, no tiene nada. Estoy muy preocupado porque el bicho está ahí y este toro es de corral.

¿De qué manera cree que debe reaccionar el mundo del toro para hacer frente a esta situación?

Cómo lo está haciendo hasta ahora. Todas las figuras y todo el mundo del toreo apoyando y dando la categoría que esto tiene. Esto (el toreo) tiene un fundamento y eso hay que aceptarlo porque es una raíz profunda de este país. Unido el toreo y los grandes aficionados, pienso que esto va a salir adelante. 

Pienso que los toreros tienen que hacer un esfuerzo porque los aforos van a ser menores y no se le puede dar a un torero un dinero que no va a haber porque así no daría nadie toros. 

Hace falta que los públicos digan “vamos palante”. Soy optimista pero hay cosas que no veo.

¿Usted teme que la gente no se atreva a ir a la plaza?

A mí me da miedo. Las entradas son caras, el virus está… hay muchas cosas a la contra y hay que ser conscientes de ello. Ojalá se de pronto con la dichosa vacuna y podamos salir de esto. Hemos salido de muchas cosas pero algo cómo esto yo nunca lo había visto.

¿Por qué no se lanzan los empresarios a dar toros con el aforo permitido?

Sigo insistiendo en que está la duda de que el público pueda asistir. Esto está muy reciente, no hay alegría, la crisis económica es mundial… esto está ruinoso. Se une eso a que no hay más que impuestos de todo tipo. A los que llevamos toda la vida trabajando nos ponen muchos impuestos, parece que estos vienen a quitárnoslo y ahí me rebelo yo.

¿Por qué el mundo del toro ha tardado en unirse tanto?

Nunca hemos estado unidos. Los que estaban funcionando tenían bastante en solucionar su papeleta y los que estaban más abajo, no tenían fuerza para nada. No se puede pretender que el torero, que bastante tiene con solucionar lo suyo, se preocupe en que toreen los demás.

El toreo es un monopolio en forma de mafia. Apoderados, empresarios, ganaderos… te tocan todos los palos. 

¿Eso existía en su época?

Esto ha existido siempre pero no a los niveles que hay ahora. Los empresarios eran más inteligentes de lo que son ahora y tampoco existía el internet ni los adelantos que hay ahora.

Usted, torero de arrolladora personalidad, ¿cómo aguantaba los tejemanejes que había en el toro?

Un torero cuando está toreando no puede pensar, te vuelvo a insistir, más que en el toro. Para eso están los apoderados y tú debes confiar en que ellos van a hacer lo que más te interesa a tí. También ellos (los apoderados) van a buscar lo máximo para tí por el componente egoísta de que cuanto más ganes tú, más ganan ellos.

¿No cree que a los toreros, que bastante tienen con torear, se les ha metido demasiada presión para solucionar todos los males del toreo?

El toreo ha cambiado mucho y la forma en la que se maneje me la imagino (risas) pero la desconozco.

Maestro, usted tuvo una forma muy personal de interpretar el toreo, ¿eso nace o se hace?

Con eso se nace. La profesión la vas aprendiendo a base de torear, a base de ostias y así sobrevives y mejoras.


¿Es más difícil de mantener ese concepto tan puro tantos años?

Sí, porque los públicos te han visto y siempre te exigen y piden más. Eso sí ha existido toda la vida de Dios en el toreo. El respetable público, cuando juzga la labor de un torero, lo que hace es exigirte, pedirte que te arrimes, que te arrimes… Hay veces en la vida que te tienes que arrimar pero son en los momentos en los que debes hacerlo. Arrimarte, cuando quieres que te lleven a la enfermería, es de ser un loco.

Madrid ha sido siempre muy dura y exigente con usted, ¿por qué?

Yo pienso que Madrid siempre ha sido muy injusta con los toreros de Madrid, lo he visto. Desde niño he ido mucho a Las Ventas y a Vistalegre, a la andanada, dónde veía al toro chico hasta que fui bajando y le fui viendo cada vez más grande. 

Pensé que eso (el trato de Madrid a los suyos) no es así, eso no es así.

Un torero de su categoría, figura más allá del paisanaje, ¿cree que Madrid le hubiera tratado mejor si no fuera madrileño?

Sin ninguna duda. Yo tengo una anécdota que no me agrada recordar porque lo pasé mal, me puedo imaginar cómo lo pasó el maestro Julio Aparicio. Se despedía en San Isidro con Paco Camino y conmigo. La corrida no fue buena, sólo cortó oreja camino a uno que medio se dejó. Al maestro Julio Aparicio, figurón del toreo que se despedía, no le dejaron quitarse el añadido. Mire usted, a un figurón del toreo, en su pueblo, no le dejan quitarse el añadido porque no le embisten los toros. !Venga hombre!

Sus puertas grandes, su historia, deja claro que fue exigido pero conquistó Madrid.

Pues sí. Yo confirmé mi alternativa en 1969 tras tomar la alternativa en 1967, fue llegar y besar el Santo con una corrida que no fue fácil. Fue una de Atanasio muy mansona pero que fue dura con la que tuve que hacer un gran esfuerzo y pude cortar tres orejas.


Usted llegó muy joven a matador de toros. ¿No se le exigió demasiado pese a su edad?

En Madrid creamos al ídolo. Soy madrileño cien por cien y muero por Madrid pero cuando veo que las reacciones son violentas, ilógicas… una cátedra del toreo no puede caer en esa bajeza. No hace falta que chillen todos porque con que hable uno basta cómo pasaba en Sevilla o en Madrid en la época del Ronquillo. Eso lo he vivido yo, no había ni el 7 ni el 8, había grandes aficionados en la sombra y el sol.

¿Sigue yendo a Las Ventas?

No, vivo en el campo y lo veo por televisión.

¿Y la ve y oye cambiada?

A mí esa plaza me impone y si ya entras para dentro te impone más y si te pones en la arena te cagas vivo (risas)

Usted rompe en figura, conquista Madrid pero en 1973 para, ¿por qué?

Porque estaba atorado. Había sido todo tan veloz. Los dos primeros años fueron muy exitosos pero al tercero no veía más que toros por todos los lados, no hacía otra cosa. Los cuerpos no son máquinas. Puedes ser muy profesional pero siempre te cansas. En ese momento, para no engañar a nadie, me paré y pensé qué coño iba a hacer yo en el toro.

Con 17 años eres un mocoso y tenías una gran responsabilidad en una época en la que había hambre en este país.

¿Qué cambió en usted tras el parón?

Volví con las cosas más claras, estaba concienciado que quería ser figura del toreo y no uno más. Me sacrifiqué, me esforcé a mi forma y las cosas fueron saliendo. Pasaron muchas cosas que son largas pero que hicieron que el torero se viera maduro.

Su carrera más que larga fue intensa.

Fue intensa dentro de que tuve mis parones cómo cuando me quedé con 18 corridas de toros tras romper con los Dominguines. Reapareció Luis Miguel, yo estorbaba, y se me jugó una jugadita.

Las cosas son cómo son y me enfoqué con Diodoro Canorea. Toree mucho en Sevilla y la adoro, con su color especial, adoro a toda Andalucía.

Pero en su corazoncito, Madrid.

Sí, los toreros somos conscientes de estar en la cátedra del toreo porque allí sabes lo que ella te da y lo qe te quita, ahí te juegas la temporada. Se juega tu dinero, tu futuro… El mejor apoderado del torero es el propio torero, sin duda.

Otra de sus plazas es Lima, se le cataloga cómo su torero.

Pues sí. Lima tiene una sensibilidad, un garbo que cuando la vi me creía que estaba en Sevilla, era cómo la Sevilla chica. Era magnífico, me quedé alucinado en la primera plaza que pisaba en América. Las cosas no salieron bien, era de Jaral del Monte, una pedazo de corrida de los hermanos Braña, buenos amigos, y toreamos Diego Puerta, Manolo Martínez y yo. Tengo fotos del toro, muy grande y con muchos pitones, le banderillee bien pero se paró. Le pegué tres trincherazos por abajo, lo que me dejó, y caló a Lima y a mí, más.


Ese amor con Lima sigue.

Tengo una peña femenina con mi nombre que dirigen las hermanas Moyano Murguía, hay 70 socias y defienden eso que es una pesada. Es una gente con fidelidad, con vocación al toro, hacen manifestaciones cómo ahora frente a los antitaurinos que querían quitar los toros. Son promotoras de la fiesta a cambio de nada, son aficionadas, son mi peña y mueren por esto.

Maestro, usted que era torero fino, se impuso a las de Miura. ¿Qué había que cambiar?

Hay que cambiar la técnica. La técnica y el arte no son lo mismo, la técnica la debes conocer pero el arte es lo que lleves dentro. Son ganaderías que no te dejan florituras. Alguno te deja y puedes expresar lo que llevas dentro pero muchas veces no y eso es conflictivo.

Por ese palo, más técnico, usted llegó a la gente.

Es el tema. Es un reto para ponerte en categoría, para ponerte en tu sitio. Para eso tienes que pedir lo que crees que es tuyo y ofrecer que matas dos corridas pero que también quieres la de Miura, Pablo Romero, Conde de la Corte, Ibán, Guardiola, Palha… me dejo alguno y los he matado. Ha habido toros que han embestido y otros que no y a estos, ni Frasquito.

¿Cómo logró ser tan certero estoqueador?

Asegurando, hijo. He matado a algún toro bien pero lo que buscaba, habiendo estado a gusto con un toro, era pegarle una estocada y matarlo. Antes había una afición que se preocupaba más en el sentido del torero. Leían, veían pese a que no había televisión, oían las radios, se preocupaban de la trayectora del torero cómo torero y persona. Eso hace mucho ante la imagen general del artista.


¿Ha cambiado el aficionado?

Sí pero, afortunadamente, van a los toros más gentes que nunca. Se han reducido espectáculos, lo sé, pero las crisis, las no crisis, la mierda del corona… veremos cómo salimos. Vuelvo a repetir, y no me salgo del tercio, que estoy muy preocupado.

Las cosas para los espectáculos que requieran gente están feas.

Sí, muy, muy feas. Para mí que soy maduro, vale, pero para mis hijos y para mis nietos no sé qué vamos a dejar a este paso. 

¿Cómo ve la evolución del toro?

El toro de ahora no es el de antes, es el toro más grande de toda la historia del toreo. El toro de antes estaba entre 480 y 500 kilos pero se movía. Con el capote te arreaban de salida, dos puyazos, tres pares y un quite de cada uno de los alternantes. El toro se movía pero no tenía la educación que tiene el toro ahora. Eso es mérito de los ganaderos, me quito la montera, en contra de sus intereses para dar más categoría a la Fiesta.

¿No cree que las carreras son muy largas?

No lo sé, habría que conocer la interioridad de cada torero pero si aguantan, y la gente les apoya, pues “palante”.

Hablemos de la competencia en sus años, maestro.

Era dureta cómo yo digo. Había envidia en el sentido de superación. Veía en mis primeros años a los figurones del toreo como mi padrino Viti, Puerta, Camino, Ostos, Gregorio Sánchez… 

Llegué a torear, fue algo circunstancial, con Manuel Álvarez “El Andaluz”. Me hizo mucha ilusión cuando mi apoderado me dijo que iba a torear con ese torerazo. Me causó un gran respeto verle en la puerta de arrastré y le miré, le miré y, pese a la edad, se le veían las hechuras de torero.

Le ha cambiado la voz al citar a “El Andaluz”, ¿cree que esa fascinación que usted tiene se mantiene en los jóvenes hacia usted, Camino, Viti?

Creo que sí. Ahora sí lo hay, antes no había. Veías fotos en blanco y negro pero ahora los chavales se ponen al día cuando quieren ser toreros. Ven todos los vídeos para aprender y sacar conclusiones. Tienen una base mientras que nosotros no veíamos más que alguna foto en blanco y negro.

Maestro, ¿por qué usted ha sido tan incomprendido o no se le ha dado el bombo que su toreo merece?

Yo no diría lo del bombo. Las envidias son malas, yo nunca he sido rencoroso, lo disculpo. Me ha llenado de satisfacción el homenaje de la Comunidad de Madrid, el azulejo de Las Ventas. Ver el cónclave que asistió. los toreros que me acompañaron y el azulejo en mi plaza me ha motivado más que si me hubieran estado jaleando, invitándome a la televisión porque no soy hombre de eso.


Esa sensación de torero independiente que usted da no quita que sus compañeros, diría que es casi unánime, le señalen cómo uno de los más grandes.

Noto su cariño y respeto, lo agradezco. Una de las cosas que se ha perdido en el toreo ha sido el respeto a la jerarquía. El respeto de “con su permiso ganadero”, “maestro” no se ha perdido cómo veo en los chavales que vienen a casa. Eso da valor a la profesión, da importancia a ponerse delante de un toro. No sería capaz de ponerme delante de un toro sin un capote ni una muleta, aunque me dieran La Habana.

¿Cómo se encuentra su ganadería?

Si Dios quiere y esto se arregla, para el año que viene lidiaré 7 corridas picadas. Se lidiará a nombre de Los Ángeles que es el nombre de mi madre y el nombre de mi finca, es puro Marqués de Domecq.

¿Contenta con ella?

Me satisface. He matado muchas del Marqués de Domecq que me fueron muy bien, me ha gustado mucho. Surgió la oportunidad con Fernando Domecq López de Carrizosa y con su hijo Fernandito y prácticamente me quedé con todo lo que tenía. No quería seguir, el hombre tenía otros proyectos. Llegamos a un entendimiento económico y fue, por ambas partes, correctísimo. Me traje 245 reses entre vacas de vientre, 17 utreros para tentar en casa, 6 sementales, vacas sin tentar, todo el recrío de vacas que venían paridas y tentadas… 

El maestro recuerda una tarde que uno guarda con gran cariño.

Lidié una corrida hace 4 años en Malpartida de Plasencia que salió muy bien aunque yo no pude ir porque estaba recién operado. Me llamaron muchos diciéndome que había servido bastante.

Fue muy buena, la vi.

No me digas.

Emilio de Justo, Roberto Armendáriz y Javier de Prado.


Emilio estuvo muy bien.

Emilio es un gran torero. Le he invitado a matar uno o dos toros.

El maestro recuerda cómo conoció a Emilio desde becerrista y cómo le ha visto crecer y la alegría que le ha dado. La cita, en casa del maestro, pinta maravillosa. Concluimos recordando Talavera, Micoto, y el cariño que la ciudad de la cerámica tiene por uno de los más grandes.

Torero madrileño, de Madrid, de Lima, figurón.


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