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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 29 de julio de 2020

El silencio de los indolentes / por Jorge Arturo Díaz Reyes

Gómez del Pilar brinda en Ávila por las víctimas de la pandemia. Foto: Valdivieso, www.burladero.tv

El río está revuelto, los pescadores ávidos, la fiesta en coma y los que podrían resucitarla, en un silencio indolente.

El silencio de los indolentes

Jorge Arturo Díaz Reyes
Crónica Toro. Cali, julio 28 de 2020
El fútbol, el automovilismo (Fórmula 1 incluida), el baloncesto (NBA incluida), el beisbol, el ciclismo profesional, que anuncia ya el Tour de Francia, el campeonato mundial MotoGP, el boxeo UFC, los conciertos y otros muchos espectáculos de masas, han reiniciado actividad. Sin público presencial, sí, pero con grandes audiencias televisivas.

¿Y el toreo, que siempre despreció y puso barreras a la televisión, qué? Paralizado. Excepto claro por gestos esporádicos como el de las dos corridas en Ávila y el fervor de algunos novilleros arriesgando, desorejando y triunfando en cosos de tercera o cuarta; Constantina, Torrijos, Añover del Tajo, Múnera, Beaucaire…, sin transmisiones, frente a graderíos vacíos, e ignorados por la prensa. O la victoria de las peñas de Castilla-La Mancha y Madrid logrando poder lidiar toros de siete años en festejos populares. Es la persistencia del culto sin el negocio.

Por su lado, los empresarios de las grandes plazas; Valencia, Sevilla, Madrid, Nimes, Pamplona, Bilbao… capitales de jurisdicciones regidas por partidos de ideologías diversas, cerrados e inmóviles. Mientras, los ganaderos miran más a los mataderos que a los ruedos.

La mayoría de los espadas, para quienes el toreo ya no es modus vivendi, pues durante la última década han estado lidiando menos de tres corridas al año per cápita, se unen a los subalternos, profesionales que viven de la desaparecida paga diaria y salen a competir voz en cuello con los demás damnificados de la crisis por los magros auxilios oficiales. Exigiendo justamente que no se les discrimine, “Tenemos hambre”, alegan.

Y las pocas millonarias figuras, unas de lejos y otras de cuerpo presente, acompañan a los protestantes, pero con un inocultable sesgo político, cuando no militancia manifiesta de oposición (“El mundo del toro está en pie de guerra contra el Gobierno”, dice Marca en su edición del jueves pasado). Cuando la verdad es qué retóricas aparte, ni en las comunidades donde manda la izquierda ni en las que manda la derecha se dan corridas ni socorros.

Además, la riqueza de estos peticionarios da munición a sus enemigos, antitaurinos que aprovechan para zaherir. Como Anabel Alonso quien los llamó falazmente “Panda de subvencionados”, o los resentidos que increparon a Cayetano, la voz más alta en la reivindicación, porque su casa vale dos millones de euros.

Eso en Europa. De América, ni hablemos. No se ve futuro. En Colombia, por ejemplo, nadie habla de la temporada próxima, el sindicato de toreros se desintegra y los parlamentarios animalistas relegan la pandemia, el dolor ajeno y la mortandad para presentar su enésimo proyecto de prohibición. Cosa de locos.

El río está revuelto, los pescadores ávidos, la fiesta en coma y los que podrían resucitarla, en un silencio indolente.

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