Jardinero de San Mateo
La corrida de hoy exige, por definición, de un comentario diferente a las usuales tardes de toros en las que se pretende encontrar a un triunfador y luego narrar lo acontecido. Esta vez es diferente. El público que atendió hasta colmar la plaza será el único que dé el veredicto respecto al triunfador. Hemos visto una formidable exposición de tauromaquia en la corrida de aniversario por parte de dos toreros extranjeros, Enrique Ponce, un veterano desde 1993 en las lides del 5 de febrero, quien lleva once orejas cortadas, incluyendo las de la fecha y el torero francés Sebastián Castella quien en su última hazaña aquí indultó al toro “Guadalupano” de Teófilo Gómez. Si abriésemos el abanico para incluir a Julián López, quien pasmó a la concurrencia hace una semana con “Guapetón” de Xajay, tenemos a los ases de la tauromaquia universal. Ya corresponde a cada aficionado en su particular forma de entender la fiesta, decidir cuál de estas tres escuelas le satisface artísticamente más.
Hoy se dio por primera vez en esta temporada la salida por la Puerta Grande de Ponce y Sebastián, recibiendo formidables muestras de júbilo que se extendieron hasta Insurgentes. Luego de dimes y diretes, las dos figuras extranjeras fueron acarteladas en la fecha que correspondía y que además se anunciaba como el homenaje a Paco Camino, el que no ocurrió por razones desconocidas. Ponce en su primero, “Cuatro Amores”, cárdeno, bien armado y de buena lámina, no lució con la capa pero se embraguetó pasándose por la faja a su enemigo por el lado derecho, dándole su tiempo y distancia con un público que se mostraba complacido con el último de sus toreros consentidos (Cagancho, Manolete, Camino, El Capea y Ponce). Instrumentó varios derechazos y alguno de trinchera excepcional, pero al toro le faltó fuerza, vinieron otros pases en redondo y de pecho, pinchando para después dejar una entera por lo que el juez de sus pistolas otorgó una oreja inmerecida. Su segundo, “Acá entre Nos” de Teófilo, volvió a corrales por su pequeñez y ausencia de trapío. Salió uno de Garfias, “Histórico” que era un chivo con pitones al que Ponce tuvo que lidiar mientras la gente despreciaba tanto al novillo como a la figura que aceptaba la tormenta impávido. Anunció uno de regalo, este fue de la vacada de Campo Real, “Muchacho”, si bien en carnes y trapío no impresionaba, el de Chiva salió a dar la nota y lo hizo con estruendo. Abrió el compás e instrumentó verónicas suaves rematadas con una hermosa media. El torito iba y Ponce le dio con la derecha varias tandas eternas, ligando su faena, poniendo la muleta por delante, lamiendo la arena y con un temple y lentitud que hizo que la concurrencia al unísono se pusiese de pie y coreara “Maestro”.
Por la izquierda también instrumentó tandas de naturales de enorme profundidad, ya en el triunfo mostró el pase de la casa, la poncina, y la plaza tronó con un “Olé” eterno. Aunque el toro se iba a tablas, Ponce lo mantuvo ligado a su muleta hasta despacharlo con una estocada en lo alto. Parsimonioso dio la vuelta al ruedo, despidiéndose. Manzanares no se equivocó cuando dijo que Ponce sería “un torero de México”. Disfrutó el valenciano de las embestidas dulces, pastueñas y continuas de la raza brava mexicana. Ahora, al romper su toro le ligó una faena despaciosa para conocedores que tienen en alta estima el arte, la profundidad y el profesionalismo de Ponce.
Por otra parte al francés Sebastián Castella, no le rodaron bien las cosas al principio, su primero resultó un felino esmirriado de Teófilo, por lo que el francés decidió abreviar. Nuevamente en el octavo, “Capitán”, otro mulo de Delgado –como el primero de El Zotoluco- mostró deseos ante el colorado pero se retiró con pitos, ofreciendo otro de obsequio, “Cumpleañero” de Garfias con el que labró una bellísima faena que inició con verónicas muy coreadas, el toro era bravo y tenía emoción y Castella inició su faena con la muleta con pases por alto sin inmutarse para que cayera la primera gran ovación. Tomó la muleta por la derecha y se fajó con varios pases de enorme valor artístico, llevando muy bien embarcado al toro y en un momento cambiando por la cara para dar un pase de pecho entero que cimbró al embudo. Pero el repertorio de Castella era mayor. Vino un estrujante pase cambiado por la espalda, otros derechazos y esculpió naturales que fueron coreados de pie por el heterogéneo público de la plaza. La realeza de su toreo llego con circulares invertidos y con un ojillo en el biombo, que esta vez no se equivocó, se lanzó a matar, cobrando una media estocada, dos orejas y el insuficiente arrastre lento para el magnífico ejemplar.
El Zotoluco anda mal y de malas, su primero era ilidiable y lo mató con el tradicional bajonazo al rincón. En el segundo, “Chema”, le vimos sólo retazos de buen torero, que fueron insuficientes para convencer a la clientela. Finalmente, Uriel Moreno, El Zapata, tuvo un tercio de banderillas en el cuarto, “Mostri”, de escándalo. Primero había llevado al toro al caballo por tafalleras pero cuando tomó los palos logró un estruendoso éxito, primero con su ya conocido pase monumental y otro al violín ante un toro que se comía la muleta pero su faena se vino en descenso hasta lograr una estocada caída y descabello y el juez torpemente le obsequió la oreja. En el séptimo, dio temerarios cambiados de rodillas y mostró su garbo con la capa y volvió a triunfar con los palitroques, una vez citando desde los medios, otra un violín adornado con un galleo garboso y en tablas quizá repitió el pase de el imposible. Volvió a desdibujarse con la muleta. La gente salió feliz y toreando.
La verdad toda la gente que se divierte con las corridas de toros y con el sufrimiento ajeno de ese pobre toro me dan asco ya que solo la gente enferma y sadica se divierte con el dolor ajeno y sufrimiento de un pobre animal ya que ese espectaculo solo muestra crueldad, sadismo, violencia, injusticia, y falta d erespeto hacia los seres vivos...no permitamos estas corridas de toros en nuestra sociedad eliminemos esta barvarie exijamos la abolicion de la tauromaquia yaaaaaaa....
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