Nada que ver con Manolete
José Ramón Márquez
No hace tantos días traíamos aquí al Pasmo de Galapagar a cuenta de unas declaraciones de un eminente galeno que se encarga de restañar las ramificaciones del nervio de la pierna del ciprés pétreo.
Bien, pues hoy tenemos a José Tomás, solitario viajero, en el Cementerio de la Salud de Córdoba. Como un espectro, cojeando, se aproxima a una sepultura. En la mano porta un ramo de crisantemos, quizás rojos, amarillos y morados. La sepultura tiene una impresionante cruz de mármol blanco con su crucificado y, bajo ella, la representación de un hombre que casi parece dormir, apoyada la cabeza en un cojín de mármol blanco, arropado en un sudario como de seda de mármol blanco. En la parte trasera hay una placa de mármol que contiene unos versos de Rafael Duyós. Dice “..cumplióse en él la estrella que se da en los mejores/morir en la contienda...” En la parte frontal hay una inscripción que dice Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”. ¿Un torero? No. Un monstruo, el tercer califa, un héroe popular, la ilusión de un pueblo, la personalidad más arrolladora, la contradicción entre el corazón, la razón y el deber, cantado en las coplas de ciego:
En Virgen de la Salud
Duermen eterno reposo
Los restos de este coloso
Ídolo de multitud
Casualmente otro visitante del camposanto repara en la magra figura que se encuentra frente a la sepultura del Califa, se aproxima y descubre que aquel hombre no es otro que el torero de Galapagar. Le saluda, conversa unos momentos con él y el ciprés pétreo le confiesa que no es la primera vez que se acerca a la sepultura del monstruo, con quien algunos le comparan. A él sin duda le halagará esa comparación tan injusta, pero Tomás es tan sólo un torero. No es ni un héroe popular, ni la ilusión de un pueblo, ni presenta la melodramática lucha entre el corazón, la razón y el deber del cordobés, pura esencia de sentimiento popular que pendula entre la madre y Lupe, entre Camará y Alvarito Domecq y culmina con la leyenda de Miura, en el fatal sino que le une con Pepete.
-Ese hombre está loco -me dijo una tarde en Sevilla Miguel Criado, el Potra-. No le importa el dinero y sólo quiere que se le hable de Manolete...
Pero él, por más que quiera, no tiene nada que ver con Manolete.
No hace tantos días traíamos aquí al Pasmo de Galapagar a cuenta de unas declaraciones de un eminente galeno que se encarga de restañar las ramificaciones del nervio de la pierna del ciprés pétreo.
Bien, pues hoy tenemos a José Tomás, solitario viajero, en el Cementerio de la Salud de Córdoba. Como un espectro, cojeando, se aproxima a una sepultura. En la mano porta un ramo de crisantemos, quizás rojos, amarillos y morados. La sepultura tiene una impresionante cruz de mármol blanco con su crucificado y, bajo ella, la representación de un hombre que casi parece dormir, apoyada la cabeza en un cojín de mármol blanco, arropado en un sudario como de seda de mármol blanco. En la parte trasera hay una placa de mármol que contiene unos versos de Rafael Duyós. Dice “..cumplióse en él la estrella que se da en los mejores/morir en la contienda...” En la parte frontal hay una inscripción que dice Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”. ¿Un torero? No. Un monstruo, el tercer califa, un héroe popular, la ilusión de un pueblo, la personalidad más arrolladora, la contradicción entre el corazón, la razón y el deber, cantado en las coplas de ciego:
En Virgen de la Salud
Duermen eterno reposo
Los restos de este coloso
Ídolo de multitud
Casualmente otro visitante del camposanto repara en la magra figura que se encuentra frente a la sepultura del Califa, se aproxima y descubre que aquel hombre no es otro que el torero de Galapagar. Le saluda, conversa unos momentos con él y el ciprés pétreo le confiesa que no es la primera vez que se acerca a la sepultura del monstruo, con quien algunos le comparan. A él sin duda le halagará esa comparación tan injusta, pero Tomás es tan sólo un torero. No es ni un héroe popular, ni la ilusión de un pueblo, ni presenta la melodramática lucha entre el corazón, la razón y el deber del cordobés, pura esencia de sentimiento popular que pendula entre la madre y Lupe, entre Camará y Alvarito Domecq y culmina con la leyenda de Miura, en el fatal sino que le une con Pepete.
-Ese hombre está loco -me dijo una tarde en Sevilla Miguel Criado, el Potra-. No le importa el dinero y sólo quiere que se le hable de Manolete...
Pero él, por más que quiera, no tiene nada que ver con Manolete.
Y ha todo esto ¿Quien era Manolete? y José Tomás ¿Quien es?... Al único que recuerdo es a Pepete de cuando lo veía en el NODO.
ResponderEliminarSaludos
¿Y quién es este anónimo? al menos tiene buen humor.
ResponderEliminarSaludos, Pedro del Toro