"...Conforta observar actitudes como la de Diego Urdiales, que cual hijo pródigo ha vuelto a Miguel Villalpando. Porque en él tendrá algo mucho más valioso que un buen apoderado; un amigo que siempre creyó en él... .."
El hijo pródigo
Paco Mora
Conforta observar actitudes como la de Diego Urdiales, que cual hijo pródigo ha vuelto a Miguel Villalpando. Porque en él tendrá algo mucho más valioso que un buen apoderado; un amigo que siempre creyó en él...
Los toreros tienen fama de egocéntricos y poco agradecidos a quienes les ayudan cuando empiezan, que es cuando más lo necesitan. Los hay tan generosos con ellos mismos para valorar sus posibilidades, como parcos en el reconocimiento de la influencia de sus mentores en sus éxitos profesionales. Un viejo amigo suele decir que “no hay animalico más desagradecido que el torero” y lleva su desencanto al extremo de afirmar que “quien le ayuda a un torero es como quien le echa pan a perro ajeno, que pierde el pan y pierde el perro”. Es bien cierto que existen muchos ejemplos que hacen buenos tales dichos, y la desconfianza en el valor que le dan los toreros a la amistad cuando están en juego sus sueños y ambiciones, tiene también ejemplos en los que apoyarse. Pero esa búsqueda del éxito fuera de sus propias capacidades tiene su origen en la inmensa y angustiosa soledad del torero consigo mismo. No es desagradecimiento ni falta de bonhomía, es simple desconfianza en sus posibilidades.
El mejor apoderado del torero es él mimo. Todavía no se ha conocido a nadie capaz de hacer un torero, ni mucho menos una figura. El apoderado, representante, mentor o exclusivista puede administrar bien, regular o mal a un torero, pero el camino se lo tiene que allanar él con su solitario esfuerzo ante los toros. Todo lo demás son zarandajas. A Manolete, sin Camará quizás le hubiera costado más esfuerzo llegar a la cima pero tarde o temprano habría llegado; con El Cordobés sin El Pipo, El Juli sin su padre y tantos otros que llegaron a lo más alto ocurrió lo mismo. El ejemplo del Cirineo ayudando a Jesús a llevar la cruz fue un acto de caridad ejemplar, pero al final quien fue crucificado, muerto y sepultado y al tercer día resucitó fue el Nazareno. Y Él solo tuvo que sufrir sus angustias, dudas y dolores en la soledad de la cruz.
De todos modos, conforta observar actitudes como la de Diego Urdiales, que cual hijo pródigo ha vuelto a Luis Miguel Villalpando. Porque en él tendrá algo mucho más valioso que un buen apoderado; un amigo que siempre creyó en él. Ya lo dice el refrán catalán: “Volta el món y torna al Born” (recorre el mundo y vuelve al Borne). Enhorabuena y mucha suerte a ambos. Y al torero un consejo: arrímate y confía en ti mismo y verás como Miguelito –saludos amigo- es para ti el mejor de los apoderados. ¿Para qué seguir buscando lo que ya tenías al lado?
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