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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 23 de marzo de 2016

Vía dolorosa / por AQUILINO DUQUE



Por algo nada menos que Unamuno dijo poco antes de morir: "¡Dios no puede darle la espalda a España!". 

  • El clásico proverbio español Al que madruga, Dios le ayuda es en francés: Ayúdate y el Cielo te ayudará. Quiero decir con eso que para que Dios no nos dé la espalda, tenemos los católicos españoles que poner algo de nuestra parte. Buen motivo de meditación para una Semana de madrugadas y de vigilias.

Vía dolorosa

AQUILINO DUQUE 
Si bien se mira, no sólo la vida de muchos hombres, sino la de muchas naciones, es velis nolis una imitación de Cristo. El sentido de la Pasión de Cristo fue la redención del hombre, y es de esperar que el tránsito de nuestra patria por la vía dolorosa de la llamada "Transición" surta efectos redentores. Nada por desgracia permite hacerse muchas ilusiones al respecto, y es que, como reconocía alguien con vara alta alguna vez en el partido de la derecha vergonzante, todos han hecho suyos la jerga y los prejuicios de las siniestras rampantes. No hay que buscar mucho para comprobarlo. 

Hace unos días vi en una parada de autobús un cartel municipal que convocaba al vecindario a una manifestación "en defensa de nuestras libertades y nuestros derechos" y se me ocurrió comentar en voz alta que la convocatoria estaba mal redactada, pues debería decir "nuestros derechos y nuestras derechas", por la cosa del "género". Aquello bastó para que todos los circunstantes echaran su cuarto a espadas y se pusieran a hablar de la corrupción, ese lubricante de la política que en el caso de la democracia se utiliza como combustible, atribuyéndola cada cual en exclusiva al partido contra el que pensaba votar, hasta que se impuso un ciudadano de talla elevada que los calló a todos, y a mí el primero, cuando dejó caer que " a ver si Podemos arregla esto" y que el incidente de la capilla en la Ciudad Universitaria madrileña significaba que eso de las capillas en las Universidades era un invento de Franco. Al pueblo hay que escucharlo, y así supe que la capilla gótico mudéjar de la Puerta de Jerez, con su retablo de Alejo Fernández, la iglesia de la Anunciación con su panteón de sevillanos ilustres y la capilla neoclásica de la Real Fábrica de Tabacos, se las debemos a Franco, por no hablar de las de otras universidades por las que también pasé, como la de Cambridge, donde cada colegio tiene su capilla. No sé si estuvo en alguno de ellos, o de Oxford, que para el caso es igual, un nieto inglés de Marañón que vive y bebe en España, y que por cierto también atribuye a Franco el estado de cosas a que nos ha traído la "Transición". Pocas horas después, oía en una emisora dizque episcopal a un cómico de la Zeja anunciar el estreno local de una obra de teatro que era "mejor que el sexo oral" y "una colonoscopia de la sociedad actual". Este lenguaje no es ya el del pueblo o, mejor dicho, el de la "ciudadanía", sino el de los intelectuales orgánicos de la democracia, cuyos "valores" comparten con los que utilizan el lubricante como combustible. 

Un sevillano que lea por vez primera la reflexión del colombiano Nicolás Gómez Dávila de que las únicas muchedumbres que no le repugnan son las que se reúnen por motivos religiosos, tiene por fuerza que pensar en la Semana Santa de su ciudad natal. Otros hermanos nuestros en Cristo pueden decir lo mismo de sus países, como puede atestiguar el que haya viajado por los de la América española, por poner un ejemplo. Aun así, no podemos desdeñar los riesgos que en estos tiempos revueltos corren los cristianos cuando se echan a la calle proclamando su fe. De esto saben algo hermandades trianeras como la Estrella y el Cachorro. Y es que es en los tiempos difíciles cuando es más necesario que nunca el testimonio del cristiano. Yo llamo tiempos difíciles a aquellos en los que toda una comunidad o, dicho más claramente, toda una nación pasa por el trance de revivir en sus carnes la pasión del Señor. La Pasión está llena de episodios que recuerdan de modo inquietante las afrentas a una patria, como dijo el poeta, "de carnaval vestida", expuesta en el balcón del pretorio al veredicto de la plebe o exaltada a un patíbulo mientras sus sayones se juegan a las tabas su túnica inconsútil. Menos mal que mientras haya fe hay esperanza, una esperanza que no puede ser otra que la de la Resurrección. 

Por algo nada menos que Unamuno dijo poco antes de morir: "¡Dios no puede darle la espalda a España!". 

El clásico proverbio español Al que madruga, Dios le ayuda es en francés: Ayúdate y el Cielo te ayudará. Quiero decir con eso que para que Dios no nos dé la espalda, tenemos los católicos españoles que poner algo de nuestra parte. Buen motivo de meditación para una Semana de madrugadas y de vigilias.

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