Con Palomo Linares se van las gestas de miles de maletillas que soñamos el toreo de la mano de su indomable carácter
¡ Dios te reciba en su gloria Maestro !
William Cárdenas Rubio
Presidente de la A.I.T
Nacido en Linares, hijo de un minero, un adolescente de apenas 15 años, representó el sueño de todos los que en la década de los años 60, vivimos la ilusión de ser toreros, recorriendo caminos polvorientos, sólo apertrechados con unos zapatos de goma, para andar grandes distancias, con un pantalón vaquero, una camisa a cuadros, una gorra visera y un hatillo hecho con un pañuelo, en el que se guardaba una vieja muleta, un raído capote, un palillo y un estoque simulado.
Los que vivieron aquello saben perfectamente a que me refiero. El ídolo de todos nosotros era aquel aprendiz de zapatero, que desde la nada había alcanzado a tocar el cielo con sus manos, gracias a su valor indomable y a su deseo irrefrenable de salir de la pobreza que lo agobiaba a él y a toda su familia.
En esto último lo encontrábamos muy parecido a nosotros. En lo demás, unos más que otros nos sentíamos capaces de emularlo y buscábamos con desesperación la oportunidad para demostrar que también éramos valientes y artistas como Palomo. Si él lo había logrado en las novilladas de la Oportunidad de Carabanchel, porqué no lo íbamos a lograr nosotros.
Cada uno de sus triunfos era nuestro triunfo y desde cualquier rincón del mundo del toro seguíamos sus temporadas, sus tardes, sus proezas y las hacíamos nuestras. Confieso que muchos de nosotros tratábamos de imitar su manera de mecer el capote, su forma de torear con la muleta, su desparpajo, su raza, su gracia, pero sobretodo, su rebeldía. Eran aquellos años del mayo francés del 68, en los que otra rebelión resquebrajó los cimientos de la Tauromaquia.
Fue Palomo Linares uno de los protagonistas de aquello, cuando junto con ese otro monstruo de la Tauromaquia, Manuel Benítez “El Cordobés”, el V Califa del Toreo, se enfrentaron a los empresarios más fuertes del orbe taurino y los hicieron “morder el polvo”. ¡ Qué más podíamos pedir!. Nuestros héroes habían logrado vencer a los poderosos y poner “patas arriba” el sistema.
Luego vino el rabo de Madrid de 1972, con el que quisieron cobrarle viejas cuentas, pero ya la obra estaba realizada. Nuestro ídolo seguía rompiendo moldes y abriendo puertas cerradas muchos años atrás. Y a su lado, siempre, Manuel Benítez “El Cordobés”, quien en dos tardes de la Feria de San Isidro de 1970, se había recreado en cortar las 2 orejas a todos los toros que toreó.
Obviamente, era nuestro momento, el de los hambrientos de fama y gloria. Nada podía detenernos. Los caminos a pie, en auto stop, o colándonos en otros medios de transporte para llegar a capeas, tentaderos o cercados, se hacían más cortos si pensábamos en Palomo. Se nos quitaba hasta el hambre y en las noches estrelladas en las que hacíamos “la luna”, sólo soñábamos con lograr una pequeña parte de su éxito.
Devorábamos sus películas con Marisol, que se convertía en nuestra musa, porque era su novia cinematográfica, y nos mimetizábamos con su imagen, que al fin y al cabo era la nuestra. Era como si cualquiera de nosotros hubiera alcanzado la pantalla grande.
Muchos nos quedamos a medio camino, pero no hay oro en el mundo que pueda pagar los sueños e ilusiones que Palomo Linares nos hizo vivir. Maestro, te has ido muy pronto. Ahora justo cuando la Tauromaquia más te necesitaba. Así de maravillosa y dura es la vida.
Por eso Palomo, cuando nos dejas, se van contigo todas aquellas gestas de miles de maletillas que soñamos el toreo de la mano de tu indomable carácter. Dios te reciba en su gloria Maestro.