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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 18 de abril de 2017

Currito de la Cruz / por Enrique Amat




Su autor, Pérez Lugín, alcanzó notoriedad por los artículos periodísticos sobre el mundo taurino que publicaba en La Tribuna. Partidario acérrimo de Rafael el Gallo y de su hermano Joselito, se cuenta que incluso cuando estos toreros pasaban debajo de su localidad al dar la vuelta al ruedo, el autor se ponía a gritar ostentosamente: ¡Kikirikí!


Currito de la Cruz

Enrique Amat
Publicado el 15.04.2017
Estos días las procesiones de Semana Santa son parte integrante de las ciudades de toda España. Y el Domingo de Resurrección marcará el inicio de la temporada taurina en muchas plazas. Sobre todo, la de Sevilla. Una ciudad que ambienta, precisamente en estas fiestas, parte de una de las novelas de ambiente taurino que más éxito tuvo en su momento, y que además fue llevada al cine en diversas ocasiones. Currito de la Cruz. Una obra de lectura ó re lectura recomendada para todos los aficionados en estos días festivos.

Su autor fue Alejandro Pérez Lugín, quien nació en Madrid el 22 de febrero de 1870 y murió en La Coruña el 5 de septiembre de 1926. Desde 1886, vivió en Santiago de Compostela, en cuya universidad se matriculó para cursar la carrera de Derecho. Durante su etapa universitaria, comenzó a colaborar en diversos diarios de la ciudad, como El Pensamiento Gallego. En 1893 regresó a Madrid, donde trabajó en la Dirección General de los Registros y el Notariado. Posteriormente lo hizo en varios ministerios y, más adelante, en empresas. Fue enviado especial a la guerra de Marruecos por el periódico El Debate. Una de sus novelas más conocidas es La casa de la Troya, en la que recrea la vida universitaria en la Universidad de Santiago de Compostela, que fue llevada al cine en tres ocasiones.

Pérez Lugín alcanzó notoriedad por los artículos periodísticos sobre el mundo taurino que publicaba en La Tribuna. Partidario acérrimo de Rafael el Gallo y de su hermano Joselito, se cuenta que incluso cuando estos toreros pasaban debajo de su localidad al dar la vuelta al ruedo, el autor se ponía a gritar ostentosamente: ¡Kikirikí!

Su novela Currito de la Cruz, publicada en 1921, acabaría convirtiéndose con el tiempo en una obra de culto. En ella refleja sus conocimientos sobre el mundo de la tauromaquia. Está basada en la historia de un huérfano que abandona a las monjas, con las que se ha criado en el hospicio de Nuestra Señora de los Desamparados de Sevilla. Está decidido a ser torero para salir de su situación, y de paso a ayudar a las monjas. Una tarde se lanza al ruedo de espontáneo y su acción le vale para ser introducido por el famoso torero Carmona en el mundo de los toros.

Curro se termina enamorando de Rocío, hija de éste, quien a su vez está enamorada de Romerita, un joven espada conquistador y sin escrúpulos, con quien aquella huye a México. Al cabo del tiempo, ésta regresa abandonada y con un hijo. Curro, preso del desamor, cae en un profundo bache profesional ya que la sigue amando. Y ello le impulsa a volver al toreo por ella y su hijo. Un día se enfrentará con Romerita en un mano a mano, en el que éste muere de resultas de una cogida. Al final, todo termina felizmente en boda y con la bendición del padre.

Fue un libro muy popular en los años siguientes a su publicación, e incluso fue llevado al cine hasta en cuatro ocasiones. La primera adaptación cinematográfica fue la de su propio autor, que rodó en 1925 en colaboración con Fernando Delgado. Este mismo dirigió la segunda versión, realizada en el año 1935, en tanto que la tercera, quizá la más famosa de todas ellas, es la fechada en el año 1948 y que estuvo dirigida por Luis Lucía con guión del propio director y del escritor Antonio Abad Ojuel y con fotografía del que fuera novillero José Fernández Aguayo. Lo más destacable de la misma fue el poder contemplar en la pantalla las evoluciones del torero sevillano Pepín Martín Vázquez.

Las imágenes de sus actuaciones en Madrid, Sevilla y México utilizadas en el montaje, convirtieron esta película, junto con Sangre y Arena, en el film taurino por excelencia. El reparto se completó con autores de la fama de Nati Mistral, Tony Leblanc, Manuel Luna ó Jorge Mistral.

El protagonista de esta película, el matador sevillano Pepín Martín Vázquez, fue un torero de dinastia, ya que tanto su padre, Francisco, como sus hermanos Manuel y Rafael, fueron matadores de toros. Tomó la alternativa el 3 de septiembre de 1944 en Barcelona. Aquel día Domingo Ortega, quien ejerció de padrino, le cedió la muerte del toro Partidario, del hierro de Alipio Pérez-Tabernero, en presencia de Pepe Luis Vázquez, convirtiéndole en nuevo matador de toros. Su cartel se mantuvo hasta la terrible cornada que le infirió un toro de Concha y Sierra en Valdepeñas el 8 de agosto de 1947 que le apartó de los ruedos durante casi un año e influyó decisivamente en el devenir de su carrera taurina.

Finalmente, en el año 1965, Rafael Gil dirigió la que es cuarta versión, la citada obra de Pérez Lugín. Los intérpretes principales de la misma fueron el torero Manuel Cano el Pireo, así como los actores Francisco Rabal, Arturo Fernández y Mercedes Vecino.

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