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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 27 de abril de 2017

2ª de feria en Sevilla. Pese a la oreja que cortó José Garrido, se incumplieron las expectativas / por J.A. del Moral

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Antes de que se deshiciera el desfile de cuadrillas, se guardó un minuto de silencio por la muerte de Sebastián Palomo Linares.

Lo mejor de la tarde corrió por cuenta de José Garrido, especialmente con el capote en el magnífico recibo de sus dos toros, pero su faena premiada al estupendo cuarto toro de Torrestrella no estuvo a la altura de las excepcionales condiciones del burel. Fue con mucho el mejor toro del envío. Como también lo fue la faena de Álvaro Lorenzo al más que potable segundo del que perdió otra oreja por lo mal que lo mató. Ginés Marín, por su parte, quedó prácticamente inédito frente al lote menos propicio aunque también soluble.


Pese a la oreja que cortó José Garrido, 
se incumplieron las expectativas

J.A. del Moral · 27/04/2017
Lo mejor de la tarde corrió por cuenta de José Garrido, especialmente con el capote en el magnífico recibo de sus dos toros, pero su faena premiada al estupendo cuarto toro de Torrestrella no estuvo a la altura de las excepcionales condiciones del burel. Fue con mucho el mejor toro del envío. Como también lo fue la faena de Álvaro Lorenzo al más que potable segundo del que perdió otra oreja por lo mal que lo mató. Ginés Marín, por su parte, quedó prácticamente inédito frente al lote menos propicio aunque también soluble.


Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Miércoles 26 de abril de 2017.Tarde agradable entre enmarañada y soleada con media entrada muy repartida. Seis toros de Torrestrella, bien presentados, encastados y de juego desigual en la muleta. Muy débil el primero. Noble el segundo. Bravo y noble aunque se defendió al final de los viajes el tercero. Extraordinario por su bravura, fijeza y nobleza el cuarto. Corto de viajes el quinto. Y noble a menos en brío el sexto.

José Garrido (marfil y azabache): Estocada corta atravesada y dos descabellos, palmas. Buena estocada, oreja.

Álvaro Lorenzo (blanco y plata): Estocada envainada en el costillar, otra baja trasera y descabello, silencio. Estocada y descabello, aviso y silencio.
Ginés Marín (esmeralda y oro): Buena estocada, palmas. Pinchazo y estocada, palmas.

Antes de que se deshiciera el desfile de cuadrillas, se guardó un minuto de silencio por la muerte de Sebastián Palomo Linares. 

Los comentarios entre aficionados antes de que comenzara la corrida, giraron alrededor de las grandes esperanzas que muchos teníamos sobre la capacidad y el arte de los tres contendientes. Al menos de los que ya les habíamos visto torear varias veces a José Garrido, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín. Quizá y sin quizá, los tres mejores de entre los más nuevos matadores de toros de la actualidad y, por tanto, futuras promesas indubitables. Pero, como tantas veces ocurre, no se cumplieron las grandes expectativas que teníamos sobre lo que harían los tres.


El mejor librado fue el más veterano del cartel, José Garrido, que se destapó como gran intérprete del toreo a la verónica en el recibo de sus dos toros. Al que abrió plaza, lo había recibido a porta gayola de rodillas saliendo muy suelto el animal del rápido embroque hasta que surgieron los magníficos lances recetados en los medios que remató con media de categoría mientras la plaza echaba humo. Este toro fue muy cuidado en varas por la debilidad que ya le habían adivinado los que le lidiaron. Se notó el fallo en los delantales que enjaretó Garrido en su quite y aún más en el que hizo Álvaro Lorenzo en su turno. Para la muleta, la blandura de animal fue más que evidente y no hubo más que reseñar que mereciera la pena.

Para suerte de Garrido, el cuarto fue uno de esos toros que han hecho famosa y prestigiosa a la ganadería de Torrestrella. Un toro para cantarlo en latín desde que salió hasta que murió. Las verónicas del recibo que volvió a recetar Garrido fueron la confirmación de la gran categoría de las ya ejecutadas en el toro que abrió plaza. Este bravo cuarto fue muy bien picado por Curro Sanlúcar y dio ocasión de lucirse a Lorenzo en su quite por preciosas chicuelinas. Pronto y bien banderilleado, llegó ideal a la muleta como bien pudimos comprobar en el arranque del trasteo por ayudados altos recetados de rodillas. La música no tardó en sonar nada más continuar la faena que Garrido compuso sobre ambas manos en sucesivas rondas que ligó a pases de pecho, a trincherillas y a pases de la firma que a un servidos le supieron a poco, dada la gran calidad del estupendo animal. Garrido lo mató bien de una buena estocada y a sus manos fue la que iba a ser única oreja de la tarde. El toro había sido de dos orejas y de vuelta al ruedo. Pero ni una cosa ni otra acontecieron. La falta de sensibilidad del palco, impidió el honor que había merecido este llamado “Ruidoso”.


Álvaro Lorenzo también se lució a la verónica en el recibo del segundo. Como también Ginés Marín en su quite por gaoneras. Muy huidizo en banderillas, el toro llegó a la muleta con más que suficiente nobleza para que la faena creciera en calidad con la sola pega de cierta debilidad del animal apenas perceptible. Lorenzo brindó al Cielo, supongo que en memoria de Sebastián Palomo Linares quien había sido uno de los maestros de joven matador que le hizo el honor sobre ambas manos sin grandes aditamentos. Una buena faena y punto, lamentablemente cerrada con dos horribles espadazos y un descabello que privaron a Lorenzo de cortar la primera oreja de la tarde.

El quinto toro tuvo un defecto que reconozco muy difícil de corregir. Sus viajes cortos tras meter la cara y sus derrotes altos al final de cada pase. He dicho difícil de corregir porque la única manera de logarlo era templando. Es decir sin dejar nunca que los pitones engancharan el engaño. Única manera de solucionar el inconveniente a costa de sacrificar la estética del muletazo, sí. Pero algo eficacísimo como hemos podido comprobar cada vez que los toreros saben aplicarlo. Esta imposible misión por parte de Lorenzo, le obligó a alargar excesivamente el trasteo que empezó a ser aburrido antes de la cuenta. Menos mal que Álvaro acertó pronto con los aceros de pinchazo y estocada, aunque escuchó un aviso.


Creo que a Ginés Marín le traicionaron sus muchas ganas y, de ahí, la imprecisión técnica del afiligranado toreo que intentó practicar tanto con el capote como con la muleta, quizá en la creencia de que sus dos oponentes se iban a comportar como los mejores ya lidiados. Lo tantas veces señalado por quien firma esta crónica sobre lo mucho que perjudica a los toros que los toreros se dejen enganchar los engaños, tomó carta de naturaleza en el desarme que Marín sufrió en su toreo con el capote y posteriormente con la muleta, sobre todo en los remates de su toreo al natural porque con la derecha consiguió muletear limpiamente.

Ginés mató bien al tercero de buena estocada y al sexto de pinchazo y estocada tras otra actuación tan entusiasta como valiente en el recibo a porta gayola y en el inicio de su faena con la izquierda citando con el cartucho de pescao desde lejos. En esta faena, Marín pecó de encimista en su segunda mitad. No dio el hueco que necesitaba el toro para embestir mejor y el trasteo se diluyó en la vulgaridad. Increíble que a este torero tan bueno le sucediera esto y acabara su tarde entre la indiferencia del personal.

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