Paco Ureña torea a la verónica a su primer toro. MARÍA VÁZQUEZ
Castella corta dos exageradas orejas al único buen toro de un descastadísimo encierro
Montalvo frustra el regreso de Ureña
ALEJANDRO MARTÍNEZ
El País, Albacete 17 SEP 2019 - 22:27 CEST
Al terminar el paseíllo, los tendidos de la plaza de toros de Albacete estallaron en una clamorosa ovación. Y por uno de los burladeros, vestido con un precioso terno grana y oro, apareció emocionado el torero al que iban dirigidos los aplausos: Paco Ureña.
Un año -y tres días- después del gravísimo percance que le hizo perder su ojo izquierdo, Ureña volvió a Albacete. Y lo hizo sin suerte. Tras la suspensión de la primera de las dos tardes en las que estaba anunciado, la lluvia, inoportuna como nunca, volvió a hacer acto de presencia.
El sol, que había brillado de forma ininterrumpida durante todo el día, desapareció en cuestión de minutos y dio paso a unos oscuros nubarrones, acompañados de amenazantes relámpagos. Mucho peor y más determinante fue, sin embargo, el pésimo juego de la corrida de Montalvo, descastadísima.
Ganando terreno, meciendo los brazos y bajando las manos en alguno de los lances, el saludo a la verónica de Paco Ureña al segundo fue de lo más esperanzador. También las dos primeras tandas de la faena, que brindó al equipo médico de la plaza. Bien colocado, echó los vuelos de la muleta al hocico de su oponente y tiró de él con temple, hasta el final. Y ahí se acabó el toro, tan noble como justo de fondo.
Menos aún pudo hacer el de Lorca frente al feo, alto y escurrido quinto, que se rajó a las primeras de cambio y embistió distraído y con la cara alta.
Había también expectación por ver la presentación como matador de toros de Pablo Aguado, la gran revelación de la temporada. Pero el sevillano, que tampoco tuvo suerte en el sorteo, no pasó de conformista y caminó de puntillas.
Un manojo de estimables verónicas y un puñado de muletazos de cierto gusto ejecutados a media altura fueron lo único reseñable de su actuación. Su primero tuvo calidad, pero la fuerza y la transmisión bajo mínimos, mientras que el sexto, que peleó en varas, se defendió lanzando cabezazos.
Y aunque todas las esperanzas e ilusiones estaban puestas en Ureña y Aguado, al final, la diosa Fortuna -y el presidente- quiso que el triunfador de la última de feria no fuera otro que el telonero, Sebastián Castella.
A él correspondió el único buen toro del encierro, el cuarto, un ejemplar que, además de una extraordinaria clase y nobleza, tuvo algo más de movilidad. Tras unas pinceladas de despaciosidad y hondura al comienzo del trasteo, el francés se dejó llevar por su concepto mecánico y lineal y anduvo por debajo de la calidad de su oponente. No importó, le dieron las dos orejas.
MONTALVO / CASTELLA, UREÑA, AGUADO
Toros de Montalvo (el 1º como sobrero), bien presentados (salvo el feo, escurrido y terciado 5º), nobles, blandos y muy descastados. Destacó por su calidad el 4º.
Sebastián Castella: estocada trasera y caída (saludos); estocada trasera perdiendo la muleta _aviso_ (dos orejas).
Paco Ureña: pinchazo y media estocada desprendida y atravesada (saludos); pinchazo, media perpendicular, muy atravesada y siete descabellos (palmas).
Pablo Aguado: dos pinchazos y media estocada _aviso_ (silencio); estocada ligeramente trasera y atravesada perdiendo la muleta y un descabello (silencio).
Plaza de toros de Albacete. Martes, 17 de septiembre. Décima y última de feria. Más de tres cuartos de entrada.
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