Septiembre trae el otoño y la mentira de la Diada catalana, esa fiesta pagana del separatismo en la que la tribu independentista danza la sardana del odio en torno a sus mitos de cartón piedra, su dieta de bazofia histórica y sus cálices de absenta política.
“Fusiladlos a todos”
Eduardo García Serrano
El Correo de Madrid, 10 Septbre. 2019
En su delirium tremens nacionalista jaleado por la melopea del hunga-hunga de la taifa aldeana, sencillo y simple, primitivo y montaraz, y bendecido por los druidas de Montserrat, tras cuyas piedras y hábitos acechan monjes pajilleros y pederastas, los peones de la chusma separatista se entregan a las dionisiacas del catalanismo indecente y disolvente.
Esclavos lobotomizados por sus amos, desbordarán en manada las avenidas de Barcelona y sus rebaños colmarán las plazas reptando por sus calzadas hasta llegar al monumento de Rafael Casanova, un patriota español convertido por la propaganda separatista en una impostura de Simón Bolívar con barretina, en un Viriato barcelonés que el 11 de septiembre de 1714 se alzó en armas contra la tenebrosa y rapaz España y que convirtió su derrota en las Termópilas de la libertad y de la independencia de Cataluña. A sus pies depositarán los ramos de la mentira, las venenosas flores de una historia tan falsa como la República catalana, mientras Fobos, el dios del miedo, reparte a manos llenas las humillaciones que reserva para quienes, al contrario que Rafael Casanova, prefieren la vida al honor, y cierran sus ventanas y clausuran sus oídos a la voz de España.
Por eso nunca oyen, nunca escuchan, la orden desgarrada que Rafael Casanova grita cada Diada desde el bronce de su estatua al contemplar cómo los enemigos de la Patria le han convertido a él, un patriota español, en el Leónidas del separatismo. Siguiendo los usos y costumbres del siglo XVIII y ante semejante rebaño de traidores que acude a lustrarle las botas con la bayeta de Judas, Rafael Casanova grita, con el corazón de la Verdad y los pulmones de la Historia: “¡Fusiladlos a todos!”.
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