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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 9 de septiembre de 2019

¿Pero hay afición a los toros? / por Paco Delgado



Leyendo algunas crónicas, escuchando algunas voces y viendo algunos comportamientos, hay momentos en los que se plantean muchas dudas para contestar afirmativamente a la cuestión que encabeza estas líneas.

¿Pero hay afición a los toros?

Sin embargo, una vez se analiza el tema con más serenidad, sin apasionamiento y con datos en la mano, la cosa está mucho más definida: claro que hay afición. Y más que habría si se potenciase, divulgase, promocionase y defendiese como merece este espectáculo. Que es, también, algo más que un espectáculo y se ha dicho ya más de mil veces. Los toros son una manifestación de nuestra cultura. Y ejemplos, citas y manifestaciones que lo atestiguan y confirman los hay a cientos de miles y puede que me quede corto. 

Desde que el hombre coincidió con el toro sobre la tierra sus destinos van indisolublemente unidos y ese vínculo más que milenario es muy difícil que desaparezca o se rompa.

¿Qué pasa para que cunda ese desánimo? Pues hay varios motivos y, la verdad, en estos momentos, no parece que sea fácil el poder revertir la situación. Políticamente, y más desde que se implantó el buenismo y la estúpida tiranía de lo políticamente correcto, un espectáculo -que, además, no se olvide, está considerado por buena parte de la izquierda como representativo e identificativo de la última dictadura, nada menos, y por otra buena parte de la derecha y centro como algo que más vale no tocar para que no salpique…- en el que está presente un animal es algo censurable por sistema.

Se ha perdido de vista la vida rural y se tiende a asimilar a los animales con las personas, con sus mismos derechos, que no obligaciones -algo que ya se empieza a ver para humanos en las propuestas de no pocas organizaciones más o menos radicales y a sí mismas llamadas alternativas-, sentimientos, sensaciones y sensibilidad, lo cual, como decía el profesor Francis Wolff, es un auténtico disparate ético.

De aquel posicionamiento político surge otro daño colateral: los toros no pueden aparecer en televisión si no es para dar una imagen negativa de la fiesta. Y lo que no sale en la tele no existe. Además, por este planteamiento político y mediático, la publicidad huye de los toros, con lo cual una no despreciable vía de financiación desaparece, si bien nunca fue correctamente explotada.

Tampoco el resto de medios de comunicación apoya decididamente a la cosa taurina, siendo cada vez menos el espacio que se le dedica. Y si, encima, los responsables del negocio -no todos, hay muy honrosas excepciones-, haciendo alarde de una patética dejadez y cortedad de miras, preocupados sólo del pan para hoy, tiran piedras contra su propio tejado, es normal que surjan dudas y se enciendan algunas luces rojas.

Pero también hay que tener en cuenta, por otro lado, que, por ejemplo, para San Isidro, donde sí se hizo publicidad a conciencia y se introdujo alguna novedad -el bombo, aunque fue más un elemento propagandístico que estructural-, aumentó el número de espectadores; que se han vuelto a dar corridas en plazas en las que hacía años que no se permitían, Palma, Villena…, que cuando hay carteles con interés la gente va, véase Granada, que aún cuando hay carteles con menos interés sigue yendo gente, aunque no tanta como en el caso anterior, naturalmente; en Valencia, con una feria de julio depauperada y desatendida, que haya habido una media de casi media plaza diaria yo diría que es algo positivo; que en, otro ejemplo reciente, Bilbao no haya habido ningún lleno en sus Corridas Generales pero han sido los toros el espectáculo con más espectadores de todos los programados durante sus fiestas; que en Albacete siga habiendo miles de abonados para su feria; que sigue aumentando el número de festejos populares; que cuando surgen actuaciones como las de Pablo Aguado en Sevilla, Ureña en Vista Alegre, etcétera, la gente responde… todo ello demuestra que, a pesar de los pesares, sigue habiendo afición y mucha. Y más que existiría si se activasen todos los mecanismos necesarios para potenciarla y darle el brillo y esplendor que tanta cutrería ha hecho palidecer.


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